A partir de la leyenda de capos de la talla de Pablo Escobar Gaviria o de Arturo Beltrán-Leyva, es claro que las grandes cabezas de los cárteles eran detenidos o son acribillados. Pero Guzmán Loera nos ha presentado otro perfil, el de un cabeza criminal que no tiene mayor reparo en ser humillado de manera recurrente. La primera vez que se le detuvo fue entregado a las autoridades mexicanas, amordazado, amarrado y torturado. Claro, para 1991 Guzmán Loera era un gatillero de poca monta en la organización. Cuando se le detuvo en 2014, literalmente, lo agarraron con los calzones abajo saliendo del baño. Y en esta “última ocasión”, lo detuvieron en un motel ubicado en Los Mochis Sinaloa vestido como mecánico de quinta categoría.
Roberto Saviano tiene mucha razón cuando apunta que los capos de la camorra napolitana manejan la mediaticidad de una forma única. Su poder e influencia permite que puedan coordinar las aprehensiones. Parte de esa coordinación significa poder tener suficiente tiempo para arreglarse, acicalarse y mostrar su mejor cara al momento de la captura. No así, el caso de Joaquín Guzmán Loera por lo que puede apreciarse en las recientes fotografías que atestiguan su tercera detención. Es claro entonces que Guzmán Loera andaba a salto de mata, lo que por cierto ha sido una constante en los últimos capos detenidos o abatidos en México.
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Recordemos algunos casos: De los Zetas, “El Lazca” viajaba con una mochila al hombro en buses extra-urbanos oculto entre los pasajeros. Fue abatido mientras miraba un juego de béisbol no sin antes llevarse un balazo en la nalga. De los Caballeros Templarios, su líder y guía espiritual Nazario Moreno González, alias “El Chayo” viajaba sólo y en mula cuando fue abatido. Servando Gómez Martínez, “la Tuta”, el líder fundador de la Familia Michoacana vivó sus últimos días de libertad en una cueva y se alimentaba de sopas marca “Maruchan”. Por el contrario, otros capos, como Tony Tormenta del Cártel del Golfo tuvo que ser abatido a punta de bazucazos para por fin lograr “detenerle”. Quizá, sean las fotografías del cadáver de Arturo Beltrán-Leyva, en calzoncillos y con el cuerpo lleno de billetes ensangrentados, lo que demuestra qué le puede suceder a los capos que son arrogantes. Y luego, están los verdaderos capos, los de la vieja escuela, los nombres que tienen más de tres décadas en este negocio. Estoy hablando de Ismael Zambada, que jamás ha pisado la cárcel y ha lavado dinero con programas de cooperación internacional dirigidos al sector lechero en Sinaloa. Otro gran nombre, Caro Quintero, quien literalmente conformara la primera gran generación de capos mexicanos junto con Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca Carrillo (tío de Amado Carillo, más conocido como el “Señor de Los Cielos”.)
Es cierto que Guzmán Loera había adquirido un nombre mediático dentro y fuera de México. Se convirtió en el perfil más conocido del denominado Cártel de Sinaloa. Pero confundir la fuerza y tamaño de un Cártel con la grandeza de uno de sus miembros es un error. De Guzmán Loera se habían escrito decenas de narco-corridos los cuales le apodaban “el señor de la sierra”, “el señor de la montaña” o simplemente “el señor”. Analistas a diestra y siniestra juraban con ojos cerrados que se movía con total libertad por el Triángulo Norte y que seguramente, allí podría haberse escondido luego de su segunda fuga en 2015. Incluso, hubo noticias amarillistas que afirmaron que había fallecido en la selva petenera y otras de que vivía tranquilamente en Estados Unidos cuidando de su hijo de nacionalidad estadounidense. Al final del día, el capo se escondía en aquellos lugares que mejor conocía: Su estado natal Sinaloa y los márgenes del llamado Triángulo Dorado. Porque estos grandes capos también son muy localistas en su mentalidad.
Guzmán Loera quiso evitar un final fatídico y eso lo demuestra el hecho de que prefiere la humillación a la ejecución extrajudicial, a la cual también son sujetos los narcos mexicanos. Y si Guzmán Loera negoció esta tercera detención es un hecho que tampoco sabremos. Lo que sí sabemos es que no ha tenido reparo en huir por alcantarillas o por supuestos túneles donde con dificultad cabe una persona de su escaso tamaño. Pero (y esto es un gran pero), un capo tan mediático, que se presentaba cómo el narcotraficante más poderoso del mundo, ¿terminó siendo apresado en un motel de dos estrellas acompañado de tan sólo 5 escoltas -y dicho sea de paso- mientras su líder de sicarios sí logró escapar del operativo? Esto es lo difícil de procesar. Y se hace más difícil cuando se cuenta el arsenal que le fue decomisado. Arsenal que incluía lanza-cohetes. ¿Guerra contra el Estado mexicano o contra sus rivales de negocios? Quizá no lo sabremos nunca porque en el mundo del narcotráfico mexicano las señales de la verdad están en los detalles menos apreciados. Sin embargo, todo apunta a que desde hace algún tiempo, Joaquín Guzmán Loera se había transformado en un capo desechable para la organización que llamamos “La Federación de Sinaloa”. Porque un capo puede escapar de las autoridades mientras tenga dinero e influencias, pero cuando no logra posicionarse dentro de su propia organización tiende a cometer errores que terminan en la muerte o la prisión.
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Guzmán Loera financió la campaña de Enrique Peña Nieto en 2012. Esto lo afirmó Phil Jordan, -exdirector de inteligencia de la DEA- en una entrevista para Univisión Noticias. Ok, ¿qué salió mal entonces? Esta es otra gran pregunta. Algo tuvo que haber salido muy mal para que el sistema político dejara de proteger al capo. Y algo salió muy mal además dentro de la organización para que este capo tan mediático anduviera -como hemos dicho- a salto de mata.
Quizá, por eso mismo, es que Joaquín Guzmán sea el más interesado en ser extraditado a los Estados Unidos.
Seis puntos entonces para dirigir el debate.
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Nada cambia con su captura. No se avizora una reacción violenta contra el gobierno federal. Quizá a nivel local, en Sinaloa, puedan darse algunos “levantones” pero es más que claro que la organización criminal sinaloense ya no tiene interés en este perfil. Tampoco nada cambia a nivel del tráfico internacional de drogas. La Federación de Sinaloa tiene socios movedores en la región que no necesariamente se ven afectados con cambios en la organización porque las rutas, los montos y las formas de operar están más que definidas. Y también es cierto que a diferencia de otros grupos mexicanos, los sinaloenses han aprendido a “tercerizar”. Con lo cual, lo que sucede en México afecta sólo a México. Y por último, también es cierto que con esta detención el Cártel de Sinaloa no queda amorfo. Todo lo contrario, está intacto.
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Las capturas de los grandes capos del narcotráfico mexicano responden a la estrategia de detención de objetivos de alto valor creada por EEUU. En una sola palabra se trata de decapitar los liderazgos visibles, generar estrés sobre la organización y terminar por eliminar los remanentes. Ninguna captura o re-captura de un capo de esta magnitud es posible sin inteligencia provista por EEUU. Parte de esa paranoia que viven los carteles en México de saber que hay personal estadounidense en el terreno explica el homicidio de los dos surfistas australianos sucedido en diciembre 2015. Precisamente, en Sinaloa. Ahora, la gran pregunta: ¿Por qué EEUU vuele a confiar en México? En mi opinión, la extradición está más que apalabrada. Otro detalle interesante: el operativo fue coordinado por la Marina de México. La SEMAR (secretaría de Marina) parece ser la única instancia mexicana en la cual Estados Unidos confía. El Ejército (del cual EPÑ es el comandante en jefe) no fue utilizado en este operativo. La Policía Federal tampoco fue utilizada y de hecho, el Ministro del Interior mexicano no estaba al tanto de dicha operación. Aquí entonces se empieza a revelar los escasos niveles de confianza que Estados Unidos tiene en su socio. No se nos olvide que la captura de 2014 la ejecutó la DEA en terreno mexicano. Así las cosas, también es válido preguntarse si de verdad el Ejecutivo mexicano tenía del todo interés en capturarle.
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En México no hay cárcel para el “Chapo” Guzmán. Donde le colocarán mientras se arreglan los detalles de la extradición es todo un secreto. Quizá la extradición se haga inmediata.
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Si es extraditado a EEUU, ¿quién se beneficia con Guzmán Loera fuera del territorio mexicano rindiendo testimonio? ¿Quién no se beneficia? El posible testimonio de Joaquín Guzmán Loera ante una corte federal estadounidense abre el escenario para revelar complicidades políticas de los últimos 12 años en México y fuera de México. Baste simplemente pensar en un efecto similar al testimonio de Marjorie Chacón pero, elevado a la enésima potencia.
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En lo que respecta al gobierno de Enrique Peña Nieta, es cierto que obtiene un poco de oxígeno. La espiral de devaluación, el escaso éxito de las reformas económicas y la falsedad en la versión oficial de los 43 estudiantes desaparecidos estaban hundiendo al régimen Priista. EPÑ respira hoy un poco más tranquilo. El dilema será poder presumir de esta captura y no parecer tan entreguista acelerando la extradición a EEUU. Ahora bien, con esta captura, ¿puede el gobierno de EPÑ dar el carpetazo a la guerra contra el narcotráfico?
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Guzmán Loera debe volver para afrontar el sistema carcelario mexicano y los seguros abusos que allí toman lugar. No debería sorprendernos que apareciera ahorcado o que sufriera un infarto fulminante. Su posible testimonio pone a temblar a muchos, iniciando por el actual gobernador del Estado de Sinaloa. Pero también a quienes le permitieron crecer: Vicente Fox y Felipe Calderón. Y también a los presidentes centroamericanos con quienes acostumbraba intercambiar caballos pura sangre y financiar sus campañas.
Lo que no está a la altura de su leyenda es el final de su historia. En camisa interior, sucio, con los brazos raspados, solo y desorientado. La leyenda de la cual cantaban los narco-corridos, la del del señor de la montaña vestido con botas de cuero de tiburón, hebillas de oro y sombrero norteño de terciopelo blanco queda desmentida. El día en que Guzmán Loera fue detenido por tercera vez fue difícil saber si se trataba de un mafioso o de un mecánico desempleado.
Esa es la realidad de la vida mafiosa.