En este flujo, la migración de mujeres guatemaltecas ha ido aumentando a lo largo de las décadas, como puede observarse en la gráfica a continuación. Sin embargo, la perspectiva de género en los estudios de migración es relativamente reciente. Es en la década de 1980 cuando empieza a incluirse a las mujeres como sujetos a pesar de su creciente participación a nivel mundial [1].
Se encuentra en el estado de Baja California.
Es a partir de los trabajos de este jurista polaco (de origen judío) que se crea en 1948 la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de las Naciones Unidas, documento que sentaría las bases jurídicas para condenar los actos de genocidio en todo el mundo. Lemkin definió el término basándose en dos casos emblemáticos: por un lado, su propia experiencia durante la Segunda Guerra Mundial; y por otro, su análisis del caso de los armenios en el Imperio otomano.
El «efecto llamada» es un concepto inventado por George J. Borjas (magnetic effect) para expresar el aumento de los flujos migratorios hacia un país que crea leyes y políticas favorables a las personas migrantes. Estas personas serían llamadas o atraídas por esas condiciones hospitalarias. Otros autores niegan que exista ese efecto.
El papa Francisco señala en el mensaje para la 105.a Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que no se trata solo de migrantes, sino también de nuestros miedos, de la caridad, de nuestra humanidad, de no excluir a nadie, de poner a los últimos en primer lugar; que se trata de la persona en su totalidad, de construir la ciudad de Dios y del ser humano.
Desde entonces, el hecho ha generado revuelo mediático, con imágenes abrumadoras y desoladoras, pero también llenas de humanidad, solidaridad, esperanza y unidad. Algunos medios y organizaciones sociales acompañaron el recorrido hasta Tijuana, donde a la fecha miles de estos migrantes permanecen en un limbo.
La década de 1980 nos enfrentó a un recrudecimiento de los conflictos armados internos, con los consecuentes genocidio y represión en zonas rurales indígenas de Guatemala y las masacres en El Salvador. A ello se sumó una agudización de la crisis económica generalizada y una escasísima inversión social. Como consecuencia, Estados Unidos y México fueron receptores de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes económicos.
Actualmente, el caso más conocido es el de Nayib Bukele, presidente de El Salvador. Como veremos en este artículo, la participación política de las minorías palestinas y mediorientales en Centroamérica no es reciente y tampoco única del caso salvadoreño. Visualizaremos también los distintos posicionamientos políticos de las comunidades árabes en la región.
Como ya lo han venido haciendo, los Estados Unidos realizan diversas acciones con el objetivo de externalizar su frontera sur. Una de ellas es desplazar la gestión migratoria hacia países vecinos, como México y Guatemala, con la finalidad de evitar que sigan llegando más migrantes irregulares. Sin embargo, parece que estas acciones son cada vez más visibles y agresivas.
La situación es tal que tiene preocupados a parlamentarios estadounidenses, quienes, ante el estado deplorable en que se encuentran menores de edad, familias, mujeres y hombres en la frontera entre México y Estados Unidos, han promovido acciones como la aprobación de recursos para atender el calvario que viven.
Si no es por las caravanas migrantes que atravesaron Guatemala y México, es debido a las violaciones de los derechos de niños y niñas en centros de detención estadounidenses y mexicanos (además de las muertes ocurridas en ellos), a las decisiones políticas sin sentido por parte de los Gobiernos del norte de Centroamérica y de Estados Unidos o a que el cambio climático también se ha visibilizado como un factor de desplazamiento poblacional en nuestra región.
Según datos de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en 2018 se registraron 70.8 millones de desplazados en todo el mundo, 41.3 millones de desplazados internamente de manera forzada, 25.9 millones de refugiados (más de la mitad menores de 18 años) y 3.5 millones de personas que solicitaron asilo. El 85 % de los desplazados se ubican en los países en desarrollo.