El «efecto llamada» es un concepto inventado por George J. Borjas (magnetic effect) para expresar el aumento de los flujos migratorios hacia un país que crea leyes y políticas favorables a las personas migrantes. Estas personas serían llamadas o atraídas por esas condiciones hospitalarias. Otros autores niegan que exista ese efecto. No puede ser la única causa de la migración, pero qué duda cabe de que en la decisión de un potencial migrante influirá a favor el ver en la televisión cómo entran las caravanas en México recibidas por las autoridades migratorias (enero). O bien se atemoriza al ver en la orilla del río Suchiate a la Guardia Nacional deteniendo migrantes sistemáticamente (desde junio).
Se usó ese concepto cuando hace unos 15 años el gobierno de Zapatero regularizó en España a unos 800,000 migrantes y luego aumentó excepcionalmente la llegada de nuevos. Sin entrar en valorar la cientificidad del efecto llamada, lo que es evidente es que existe un efecto frenada, que es buscado por la administración Trump por medio de titulares, declaraciones, tuits y fotos. El objetivo es provocar miedo. El muro nunca se va a construir, pero las fotos de prototipos del muro o de los tramos que ya hizo Clinton quieren transmitir una imagen disuasoria. De hecho, el 1 de octubre se cumplieron 25 años del anuncio de la Operación Guardián, y la estrategia era «prevención a través de la disuasión» por parte de Bill Clinton. Ya llevan 7,000 migrantes muertos en la frontera. Esta frenada la buscan ahora los acuerdos de tercer país seguro firmados con otro nombre por Guatemala (26 de julio), El Salvador (20 de septiembre) y Honduras (25 de septiembre). Son inviables desde el punto de vista financiero, logístico y probablemente legal si se respetan los convenios internacionales sobre refugio. Pero la imagen de la firma de esos acuerdos ya es una victoria para Trump y advierte a los potenciales migrantes que la Migra está más cerca que antes.
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La disminución de los flujos migratorios comenzó en junio, coincidiendo con las presiones de Estados Unidos a México y Centroamérica para que asuman las nuevas políticas migratorias. Se notó no solo en los albergues de la frontera norte de México, lo cual tendría una explicación simple: desde el 2014 México detiene y deporta más que Estados Unidos. Lo curioso es que se notó también en la frontera sur de México, donde un informe del Ciesas revela no solo una disminución, sino un retorno voluntario a los países de origen, lo que el informe llama «migración de reversa». Coincide con el acuerdo entre México y Estados Unidos para evitar los aranceles: finales de junio.
El efecto frenada se logró en otras épocas con la masacre de 72 migrantes en San Fernando (Tamaulipas) en agosto del 2010, con el Plan Frontera Sur (2014), con el tiroteo contra latinos en El Paso (2019) o con fotos como las de Óscar y su hija Valeria ahogados en el río Bravo. No importa si es verdad o no que Trump informó que quería un foso con cocodrilos y serpientes junto al muro, así como disparar a las piernas de los migrantes. Parece que lo desmintió, pero el miedo ya lo creó.
Podríamos ir recordando más batallas de esta guerra. Batallas. Porque, por mucha frenada que se le ponga, la migración es un fenómeno humano que ha ido creciendo. La historia no puede ir para atrás. Sobre todo cuando nuestros países siguen siendo expulsores por falta de desarrollo y de seguridad. Por mucho efecto frenada que se imponga, el efecto expulsor sigue siendo mayor.
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