El concepto incluye varias etapas, pero fundamentalmente se refiere a 1) reconstrucción del país, 2) un momento de reformas de carácter antimafia, 3) la conformación de bloques de izquierda con agenda antimafia, 4) puntos de quiebre, 5) retrocesos y 6) la estabilidad reconstruida a partir de los pactos del berlusconismo con el crimen organizado.
Pero a ver. Me voy a de a poco.
Las reformas al sistema de justicia italiano de los años 1990 —que no son pocas— fueron posibles de implementar con cierta racionalidad debido a dos razones concretas. Primero, por la estructura del Judicial italiano, que había sido siempre sólida —y un referente en toda Europa—, pero necesitaba simplemente algunos colmillos para fiscalizar con mayor precisión. Y segundo, porque la cruzada antimafia articulada por Falcone y Borsellino fue capaz de proveer resultados. Cuando esa mancuerna se cerró, Italia pensaba que se adentraba en la modernización del aparato de justicia.
Las acciones del Maxiprocesso (que hemos compartido en otros artículos) sacudieron los cimientos de la sociedad italiana y, en concreto, de la sociedad siciliana. Contemplar por primera vez que los terratenientes-empresarios-delincuentes (la trilogía completa de lo que la Cosa Nostra representó) eran vencidos en juicio resultaba histórico. Sí. En efecto, algo como la percepción que se tiene en Guatemala respecto a todos los casos de alto de impacto, que demuestran que hoy la burocracia de alto nivel ya no es inmune. Pero, como todas las historias bonitas, no son completas sin la tragedia. En todos los procesos de combate frontal del crimen organizado hay siempre un momento cuando las estructuras criminales se reagrupan. Los modelos comparados proveen patrones que no son exactos, pero que sostienen la esencia. En Italia, a pesar de los logros mencionados, el Judicial revirtió varias de las sentencias conseguidas. Luego de eso, la mafia asesinó a Falcone, a Borsellino y a un sinfín de actores políticos que intentaron mantener el denominado legado de Falcone. El terror generado y la incapacidad de las izquierdas de ganar elecciones permitieron que la derecha se hiciera con el poder y pactara de nuevo con la mafia.
Lo anterior quiere decir que, si los procesos estructurales repiten patrones al menos en estas dos últimas etapas (retroceder y pactar con el crimen organizado), pueden presentarse en el laboratorio guatemalteco. Hagamos una línea del tiempo mental. La transición a la democracia no alcanza para reformar de fondo, por lo cual las reformas atingentes se plantean a casi 30 años del retorno democrático y con una tutela muy fuerte del sistema de Naciones Unidas. En ese período se abre, además, un combate frontal de las estructuras paralelas y de las estructuras criminales con resultados loables. ¿El punto de quiebre?
El punto de quiebre parece delinearse al obligar a dar el paso atrás. No es una cuestión de si se dará. Es una cuestión de cómo y cuándo. No tanto en razón de las amenazas frontales contra los jueces anticorrupción, sino por la conformación política que rearticula el bloque del statu quo. Esto no hay que perderlo de vista. Los intentos de las estructuras paralelas por debilitar los procesos en Gobernación —con el homicidio de Byron Molina— o por acojonar la gestión del MP con las amenazas de muerte a la fiscal general son solo una cara de la misma moneda.
Donde la batalla se pelea ahora es en lo político. Quizá nos hemos confundido. No se necesita un acto violento mediático como primer elemento —lo que no excluye la guerra psicológica—, pero basta con que la Presidencia del Congreso sea hostil a estos esfuerzos de justicia. Basta esa victoria política para retrasar la discusión de las reformas al sector justicia y entorpecer la agenda. Basta esa victoria para declarar no gratos a actores concretos de cooperación. Y lo peor, bastaría esa victoria para empoderar a los sectores oscuros en la implementación de su oscuro concepto de Realpolitik.
En razón de esto, las siguientes semanas son clave.
Al final hay que confesar que el experimento Cicig no es eterno. No se nos olvide que aún no hemos visto la reacción del matrimonio élites-ciacs. Puede venir por cualquiera de estas dos vías descritas. Si la plaza quiere apoderarse de su historia, aquí podría encontrar su devenir, su paso de las Termópilas para defender el pacto antimafia ciudadano del laboratorio guatemalteco.
Se necesitan muchos y muchas Falcones.
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