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Roxana Baldetti, la despedida

“Somos aproximadamente 15 millones de habitantes. Hemos tenido 10 mil o 15 mil personas reunidas en estos días que no representan la voluntad del pueblo”, diría el diputado Gudy Rivera, el día de la renuncia de Roxana Baldetti.
“No voy a hacerme el desentendido con malintencionadas afirmaciones que escucho, como si el hecho de no vincular a la señora Vicepresidenta constituya una especie de acuerdo para lograr la continuidad de la comisión”, afirmó el comisionado este viernes.
Roxana Baldetti en la última conferencia de prensa que ofreció luego de su regreso de Corea del Sur.
Miles de guatemaltecos salieron a las calles el sábado 25 de abril para exigir la renuncia de la entonces vicepresidenta Roxana Baldetti.
La Plaza de la Constitución fue abarrotada por miles de personas que exigían la renuncia de Baldetti, y mostraban su rechazo a la corrupción.
El presiente Otto Pérez Molina, dio a conocer, ayer viernes, la renuncia de la vicegobernante de Guatemala.
El presidente del Congreso de la República, Luis Rabbé, muestra la carta de renuncia que presentó Roxana Baldetti al presidente Otto Pérez Molina. Rabbé informó que este sábado habrá sesión en el Legislativo.
Entre cantos, consignas y quema de coetillos, cientos de guatemaltecos se concentraron en el Parque Central para celebrar la renuncia de la vicepresidenta.
Las personas encadenadas desde hace nueve días en la puerta principal del Palacio Nacional de la Cultura, y que exigían la renuncia de Baldetti, festejaron junto a otros ciudadanos.
Cientos de personas reaccionaron con euforia al escuchar la noticia sobre la renuncia de la vicepresidenta.
Los asistentes a la celebración por la renuncia de Roxana Baldetti quemaron cohetillos frente al Palacio Nacional de la Cultura.
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Roxana Baldetti, la despedida

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El réquiem por Roxana Baldetti incluyó una inusual confluencia de fuerzas: marchas ciudadanas, pronunciamientos de organizaciones sociales, respuestas forzadas de políticos, condenas de parte de académicos, y sobre todo el veto de la patronal y la velada (y en ocasiones no tan velada influencia) de Estados Unidos. El sistema judicial, ante la avalancha de evidencias técnicas presentadas por Cicig, dio su visto bueno, y el Congreso de la República, el cuerpo político más desprestigiado, tampoco quiso arriesgarse a concentrar los gritos de #RenunciaYa en su contra. Todos despiden a Roxana Baldetti, y es el Presidente, y no ella, quien divulga su renuncia desesperada.

La vicepresidenta Roxana Baldetti intentó aguantar hasta el final. Fue el presidente Otto Pérez Molina el que anunció que ella había decidido renunciar al cargo. “Su decisión es personal, meditada, difícil, valiente”, enumeró el mandatario en una breve conferencia de prensa. “Valiente” fue la palabra que repitió más veces Otto Pérez Molina, a pesar de que Roxana Baldetti no estaba presente, y no había querido ser ella quien anunciara, a toda Guatemala, que dejaba la Vicepresidencia. Un puesto al que fue “electa por 2 millones 400 mil votos”, según recordaría Comunicación social de la Vicepresidencia días antes y que repetiría el Presidente.

“Todo tiene su momento. Aquí hubo momentos para protesta, hubo momentos para conocer los señalamientos de la CICIG (Comisión Internacional Contra Impunidad en Guatemala), hubo también tiempo para la participación de diferentes instituciones, como la Corte Suprema de Justicia (CSJ), el Congreso de la República, y finalmente, después de las pláticas que venimos teniendo con ella (Roxana Baldetti), no sólo observando sino analizando todo lo que sucedía en el país, tuvo la valentía de presentar su renuncia”, justificaba Pérez, en nombre de Baldetti.

La renuncia de la Vicepresidenta llega en un momento en que todos sus recursos de resistencia se habían agotado. El trabajo del Ministerio Público y la Cicig, desde hace 22 días, había puesto al descubierto una red de corrupción encabezada por Juan Carlos Monzón Rojas, ex secretario privado de Roxana Baldetti. Tras ello, poco a poco, múltiples protestas de parte de la ciudadanía en los centros urbanos, reclamos del campesinado, miles de mensajes en las redes sociales, exigían la renuncia no sólo de la Vicemandataria, sino del binomio presidencial. A lo cual se sumaron varias solicitudes para que Roxana Baldetti perdiera su derecho de inmunidad en los tribunales de justicia.

Ante todo, Baldetti intentó sobrevivir desapareciendo de cualquier acto público. Su estrategia: no dar una sola declaración al respecto. Pero, en esencia, su nombre prevalecía en cada oportunidad en que era mencionada la red criminal que defraudó al Estado al cobrar comisiones de hasta el 30% del valor del impuesto a importadores y defraudar al fisco con al menos Q2.5 millones cada semana.

El Presidente –incluso luego de recibir la carta de renuncia de la Vicemandataria– la defiende, la ha defendido, y al parecer, hasta cierto punto, la seguirá defendiendo. Aunque para controlar los daños a su gobierno, al final ha sido Otto Pérez Molina quien dio la cara para justificar, no su destitución, ni su despido, sino su renuncia.

“Pedían que renunciara a la inmunidad, pero no podía porque eso le corresponde a su puesto”, decía el Presidente. Agregaba que ella tomaba la decisión de renunciar, dispuesta a colaborar para esclarecer que de ninguna manera pertenecía a la estructura de corrupción en las aduanas que se denominaba “La Línea”.

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El mandatario persistía en interpretar a su conveniencia las declaraciones del comisionado Velásquez. Para él la Cicig tenía clara “su ¡NO! participación, como lo dijo hoy, en conferencia de prensa, el Comisionado de la CICIG”.

Pero la CICIG, en realidad, ha dicho que su investigación apenas empieza.

Cicig y el debate contra la impunidad

Cinco horas antes de que el Presidente repitiera, como ha sido habitual desde el 16 de abril al destaparse el escándalo de “La Línea”, la Cicig no ha implicado a la vicepresidenta. El comisionado de Cicig, Iván Velásquez, se adelantó a cualquier señalamiento. En una conferencia conjunta con la Fiscal General, Thelma Aldana (impasible, circunspecta), y el ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla (nervioso, grisáceo), Velásquez indicó que ninguna negociación es posible con Cicig. No hay transacciones posibles, no hay personas intocables.

De momento, las indagaciones no han llegado hasta la Vicepresidenta, a pesar de que dentro de las investigaciones de la CICIG hay alusiones a “la 2” y la “Señora” en conversaciones en las que participa su secretario privado, Juan Carlos Monzón, acusado de dirigir la estructura de defraudación.

“No es sólo la mención”, explicó el comisionado durante la mañana del día en que se conocería la renuncia de la Vicepresidenta; “se trata de poder encontrar los elementos suficientes para vincular a cualquier persona al proceso”. Es más, desde el día de las primeras capturas de los acusados el 16 de abril, la investigación no ha parado. Las escuchas telefónicas han continuado; computadoras incautadas, alrededor de 25 mil documentos recopilados e informes financieros constituyen parte del arsenal de pruebas que aún se guarda Cicig.

“Encontramos elementos importantes que están siendo objeto de evaluación, no voy a hacerme el desentendido con malintencionadas afirmaciones que escucho, como si el hecho de no vincular a la señora Vicepresidenta constituya una especie de acuerdo para lograr la continuidad de la comisión”, afirmó el comisionado este viernes.

Horas antes de que el Presidente anunciara la renuncia de la Vicepresidenta, Velásquez lanzaba un mensaje al estamento político: “El compromiso que tengo con Guatemala al frente de Cicig es la confianza que espero se haya infundido en la sociedad de Guatemala de que Cicig no hace transacciones, (…) y en la medida en que obtengamos pruebas de cualquier persona, en cualquier situación que lo comprometa con responsabilidad en un delito, así será presentado ante los jueces”.

Lo cierto es que hasta antes del 16 de abril, la continuidad de Cicig estaba en el aire pese a los contundentes mensajes de la comunidad internacional, y en particular de Estados Unidos. El mismo vicepresidente Joe Biden lo dijo el 3 de marzo de este año en visita a Guatemala: “La Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala debe ser prorrogada; claro que es una decisión soberana pero debe ser prorrogada si alguien espera que el Congreso de Estados Unidos se vaya a sumar a la iniciativa haciendo compromisos de miles de millones de dólares; ustedes deben estar comprometidos para limpiar el sistema. La impunidad es un problema gigantesco en el Triángulo Norte y punto”.

La presión estadounidense, al menos de manera pública, se enfocaba en la continuidad de la Cicig como agente estabilizador en el país y en la región. Tuvo, sin embargo, un papel de agente catalizador en Casa Presidencial. En el reportaje de Plaza Pública, Otto Pérez, noches de insomnio… se detalló que el Ejecutivo intentó una negociación a nivel diplomático en EE.UU. para tratar de “blindar” al presidente Otto Pérez Molina, al Ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, y en un último intento a la Vicepresidenta que “por insistencia” de Pérez Molina fue incluida en la negociación: “es muy probable que vaya a ser ‘sacrificada’ porque (EE.UU.) tiene avanzados casos concretos en los que podría estar involucrada (detalló la misma fuente diplomática en el gobierno)”.

Para el ex secretario de Análisis Estratégico y ex Canciller, Edgar Gutiérrez, la renuncia de Baldetti también puede ser interpretada en este contexto. “Quizá se pueda ver como un control de daños, un control de daños que es para mantener al endeble presidente. Un control de daños que también le incumbe a Estados Unidos, que no quiere que Guatemala 2015 se convierta en un Honduras 2009. Tampoco al Cacif (Comité Coordinador de Asociaciones Comerciales, Industriales, Agrícolas y Financieras) le conviene ese vacío de poder”.

Los frentes abiertos sobre Baldetti son múltiples y peligrosos. En el propio Gobierno se sospecha que al menos otros dos casos, por lavado de dinero y narcotráfico, podrían salpicarla; estos involucran a Marllory Chacón Rossell, procesada en una corte de la Florida ante la que se declaró “culpable” de narcotráfico, y que desde 2012 colabora con la DEA, y el de Hayron Borrayo Lasmibat, detenido y procesado en el mismo Estado.

Con las calles en su contra, el sector empresarial pidiendo su cabeza al Presidente, el sistema judicial dando luz verde al retiro de su inmunidad, el Congreso apoyando el proceso para permitir su investigación y el gobierno de Estados Unidos no dispuesto a tolerar más inestabilidad política en la región, Baldetti enfrentó su día más negro. El 8 de mayo, el día de su abdicación.

El último intento de defensa

Poco a poco, Baldetti sería acorralada. Poco a poco, pieza tras pieza, todo estaría en su contra: la Corte Suprema de Justicia (CSJ), el Congreso de la República, la Corte de Constitucionalidad (CC). Todo in crescendo en menos de una semana.

Baldetti apenas podría defenderse.

Su último intento de defensa fue intentar parar la pérdida de inmunidad ante la CC. Horas antes de que Otto Pérez Molina anunciara su renuncia, los magistrados de la CC le negarían esa oportunidad.

Tras la investigación de la Cicig, los trece magistrados que integran la CSJ recibieron varias solicitudes para que la Vicemandataria perdiera su derecho de inmunidad. Se abría la posibilidad de que Baldetti, luego de que el caso de defraudación aduanera llegara a las cortes de justicia, pudiera ser acusada por el delito de incumplimiento de deberes, encubrimiento propio y obstrucción a la justicia.

Los magistrados, entonces, evaluaron las pruebas presentadas, primero, por el partido político Winaq en alianza con la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), y segundo, por el Movimiento Nueva República (MNR). Su resolución, el 6 de mayo pasado, sería otro golpe más que llevaría la carrera política de Roxana Baldetti contra las cuerdas. Las evidencias sugerían, según los magistrados de la CSJ, que había una necesidad importante de investigar a la Vicepresidenta, y por ende, cuestionar su inmunidad para que pudiera enfrentar una acusación penal en un juicio ordinario. Y la CSJ trasladó esta responsabilidad al Congreso de la República.

Un día más tarde, los diputados del Organismo Legislativo se encargarían de votar para integrar la Comisión Pesquisidora que evaluaría la posibilidad de quitar la inmunidad a la Vicemandataria. Ese día, el partido oficial, el Partido Patriota (PP), votaría en contra de Roxana Baldetti: “Creemos en el Estado de Derecho, y la Vicepresidenta tiene derecho a esclarecer su situación”, explicaba el diputado oficialista Gudy Rivera. “No tiene nada que temer”, agregaba el jefe de bloque del PP. La Comisión Pesquisidora quedaría integrada por 5 diputados de oposición. “Si trece magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) han dicho que existen suficientes pruebas para un antejuicio, a nosotros, los políticos, no nos queda mucho por hacer”, con esta frase el diputado Salvador Baldizón, del partido Libertad Democrática Renovada (Lider), asumió la presidencia de la Comisión.

Cinco días fue el plazo acordado para decidir el futuro judicial de Roxana Baldetti. La decisión de si merecía o no perder la inmunidad y enfrentar un juicio ordinario, recaería sobre el pleno del Legislativo. Una vez que fuera presentado el informe de la Comisión Pesquisidora, “el lunes 11 a más tardar”, como había señalado Baldizón.

Sin más que hacer, con todo en contra, Baldetti intentó presentar un amparo ante la CC. Pedía que la solicitud de retiro de antejuicio fuera denegada. Los cinco magistrados de la CC, por unanimidad, rechazaron otorgar el amparo provisional a favor de la vicepresidenta. Fue la noticia que Baldetti recibió horas antes de decidirse a entregar su carta de renuncia al presidente.

Aunque para muchos... ya estaba despedida.

Todos despiden a Baldetti

Fechas: 25 de abril, un grito, una multitud (30 mil personas), una bulla: “Otto Pérez ladrón, y Juan Carlos Monzón, junto con la Baldetti, todos al bote por Corrupción”; 1 de mayo, más gritos, más reclamos, gente que decide encadenarse a la puerta principal del Palacio Nacional hasta que renuncie la Vicepresidenta. Más fechas: 2 de mayo, nuevos descontentos, los mismos gritos, más consignas: “Qué renuncie”, “Fuera Ya”; 4 de mayo, los 48 cantones de Totonicapán bloquean la Carretera Interamericana y solicitan la renuncia del binomio presidencial; 6 de mayo, el Cacif, en pleno, pide que la Vicepresidenta de la República, Ingrid Roxana Baldetti Elías, renuncie a su cargo, acción que permitiría asegurar un curso independiente de la investigación judicial, y en el caso particular de esta funcionaria, aclarar cualquier señalamiento que se le haya efectuado en este u otros casos”. La presión –7 y 8 de mayo sobre todo– recae sobre el Presidente. La Vicepresidenta sería sacrificada.

“Somos aproximadamente 15 millones de habitantes. Hemos tenido 10 mil o 15 mil personas reunidas en estos días que no representan la voluntad del pueblo”, diría el diputado Gudy Rivera, el día de la renuncia de Roxana Baldetti.

“El mérito, en realidad, es de las clases medias. Tuvieron capacidad de mover la historia. Esta crisis es una amenaza a la legitimidad de las próximas elecciones. Ya nadie cree en los políticos. No hay oposición, la ciudadanía va a ir tejiendo sobre la marcha”, indica Edgar Gutiérrez. Añade que la Revolución de 1944 inició así, con unos loquitos en el parque, reunidos a las seis de la tarde, pidiendo la renuncia de Jorge Ubico. Y todo creció notablemente.

La renuncia teledirigida y un gabinete en crisis

El 23 de abril en el Salón Banderas del Palacio Nacional los ministros de Estado, alineados en dos filas detrás de la mesa principal, aguardaban hieráticos la salida del Presidente, la Vicepresidenta, la Fiscal General, Thelma Aldana y el comisionado Velásquez. El anuncio se había cantado días antes, la presión tras la revelación del caso “La Línea” permitiría la continuidad de Cicig. Los minutos pasaban bajo los flashes de los fotógrafos y la mesa vacía. El mensaje de la comunidad internacional, y en particular de Estados Unidos, había sido captado fuerte y claro por muchos de ellos, la presión no iba a bajar, incluso se hablaba de visas revocadas para funcionarios del Gabinete, algunos de ellos empresarios de trayectoria que no querían ver manchado su record así.

Ese 23 de abril, el único sonriente en la mesa de honor y entre las filas del gabinete de gobierno fue el comisionado Velásquez.

Sandra Sebastián

En el seno del Gabinete de ministros a partir de esa fecha las divisiones se acrecentaron. Tras las revelaciones, al menos tres altos funcionarios escribieron sus cartas de dimisión: el ministro de Economía, Sergio de la Torre; la ministra de Educación, Cynthia del Águila y el comisionado presidencial de Competitividad, Juan Carlos Paiz. Un integrante del gabinete, quien pidió resguardo de su identidad, señala que el Presidente solicitó un compás de espera de una semana a los disidentes para negociar la renuncia de Baldetti.

Un día antes el titular de Gobernación, Mauricio López Bonilla, había salido al paso a los rumores de su dimisión del gobierno y el partido. Afirmó estar “con las botas puestas” y “hasta el final” en el gobierno de Pérez Molina. Pero no todo el mundo compartía este parecer en el Ejecutivo.

El ultimátum de algunos de los ministros, cada uno a título personal, se vio reforzado cuando unos días después, el 28 de abril, los integrantes del Foro Guatemala que reúne a académicos, sindicalistas, religiosos, empresarios y cooperativistas pidieron al Presidente la declaración patrimonial de todo su gabinete. El mensaje era claro, el poder (y la responsabilidad) es compartido.

Acosado por múltiples flancos, el mandatario intentaría rebajar la presión concentrando la atención en la reforma de la SAT, llamaría a la conformación de economistas notables para un rediseño de la superintendencia, incluso llamaría al G40; un grupo más amplio de economistas para diseñar un plan y revisar los procesos de adquisiciones del Estado. Reunión en dónde según el economista, Mario Alberto García Lara, “se habló de la corrupción generalizada”.

Al gobierno de Otto Pérez Molina no le quedaban aliados. Día a día, reunión tras reunión, la tónica que había marcado su gobierno: una Vicepresidenta que reunía, y a la vez, descargaba los señalamientos de corrupción, el rechazo y el incordio de la ciudadanía se iba invirtiendo. Ahora era el Presidente la cara del desgaste.

Mientras tanto la Vicepresidenta, atrincherada en su casa, hacía del silencio su única defensa. Invisible, hasta el punto de rumorearse su salida del país, Baldetti fue poco a poco convirtiéndose en una colección de mitos: en una mañana cualquiera se la creía fugada del país (desaparecida en la penumbra como su secretario privado, Juan Carlos Monzón), como en un thriller policial se la imaginaba en Italia (país del cual tiene nacionalidad y que no posee tratado de extradición con Guatemala); horas más tarde se la creía enferma, al borde de un colapso real o fingido. Baldetti, la comunicadora social, la omnipresente figura que ha cogobernado el país durante más de tres años, se convirtió en un fantasma.

Y además quedó sola.

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“Nadie estuvo en capacidad de defenderla. Prácticamente quedó sola, abandonada por el gobierno, incluso su bancada votó por el retiro de su inmunidad”, explica Gutiérrez. Y agrega que en este punto ella era indefendible. “Cualquiera que sacara el pecho por ella iba a ser arrastrado”.

Así, el presidente tendrá que proponer tres nombres al Congreso de la República para sustituir a la Vicemandataria. “Entregaré los nombres la próxima semana”, fue lo único que indicó el presidente antes de retirarse luego dar a conocer la renuncia de Roxana Baldetti. El ex vicepresidente Eduardo Stein, lejos de cualquier idealismo de corto plazo, dijo en Canal Antigua que cree que a esos tres nombres responderán personas del todo fieles a Pérez Molina: “Seamos realistas. El Presidente va a presentar una terna de personas que le protejan a la salida.”

Pero antes, para que todo sea oficial y firme, el Legislativo debe aceptar la renuncia.

El ciclo se cierra

A casi 22 años del autogolpe de Estado promovido por Jorge Serrano Elías (el 25 de mayo de 1993) la dimisión de Roxana Baldetti resuena como el cierre de un periodo. En esas fechas un joven general, Otto Pérez Molina, el jefe de la Dirección de Inteligencia Militar (G2) entre 1991 y 1993 cobró protagonismo al respaldar la decisión de la CC de declarar inconstitucional el intento del presidente Jorge Serrano Elías para disolver el Congreso. Del otro lado de la cancha se encontraba Baldetti, subsecretaria de Relaciones Públicas de ese gobierno.

Una crisis política propició el encuentro entre Pérez Molina y Baldetti, a la que se acusó del robo de material de la Oficina de Prensa de la Presidencia tras la renuncia de Serrano y de pretender censurar a la prensa. Un primer encuentro que años más tarde cristalizaría en la fundación del Partido Patriota (PP), en el ejercicio de la política desde el Congreso y finalmente desde la Presidencia y Vicepresidencia de la República.

El largo sueño acariciado por ambos ha concluido el pasado 8 de mayo de 2015 en una pesadilla.

¿Sellará la dimisión de Baldetti algún otro ciclo, más colectivo?

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