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Miles de personas y productos se mueven en la obscuridad antes de las  primeras luces de la madrugadaEl pescado es uno de los primeros productos en llegar a las ventas del  mercado cubiertoEl coco ya está preparado en redes para ser llevado a los diferentes mercados  de barrio de toda la ciudadRepartición del tomate en las cajas de madera – Q70 a Q170 dependiendo de  la temporada – en el sector de la “tomatera”Detalle de la venta en el sector de la “naranjera”, en un área del mercado  cubiertoJosué Navas contabiliza las ganancias de la venta de tomateLa venta de carbón ocupa varias cuadras en el mercado de La TerminalUna familia empieza un nuevo día en el sector de venta del plátanoUn pastor evangélico lleva a cabo su sermón entre costales de maíz y cabrasVendedores y cargadores juegan cartas en un momento de descansoUn cargador de plátano cobra desde 3 hasta 5 quetzales por cada traslado de producto, en función de la distancia recorridaPasadas las primeras horas de la madrugada, el descanso de un vendedorUna piña luce bajo los reflectores de un bar en la exclusiva zona de recreo  nocturno de 4 Grados Norte, en la zona 4 de la ciudad

La Terminal nuestra de cada día

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La Terminal nuestra de cada día

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En la madrugada de la ciudad existe un paréntesis enorme –un universo– lleno de cosas que no dejan de moverse. Gente que corre de un lado a otro y se atropella en la oscuridad desde las tres de la mañana.

Hay bulla —bocinazos, gritos— y bultos y autos y picops y camiones y carretas y cargadores sudorosos; cada cual representa una pelea por un espacio en medio de un centenar de reducidos callejones.

El desorden se construye de infinidad de colores y olores, los que emiten la...

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