Queremos derechos no flores

Las condiciones de vida de las mujeres han sido y son marcadamente inferiores a las de los hombres,  en educación, salud, ingresos, participación política, reconocimiento público y acceso al empleo, a la propiedad y la riqueza.

En razón de lo anterior, aproximadamente desde el siglo XVIII,  mujeres en lo individual  y en lo colectivo,  han reivindicado y luchado por el reconocimiento de sus derechos.  Tres principales etapas históricas dan cuenta de estas luchas: el sufragismo, la lucha por el derecho al trabajo en igualdad de condiciones y por último, la construcción de las mujeres como sujetas sociales autónomas.

La primera etapa corresponde a la lucha de las mujeres para ser consideradas ciudadanas y acceder al voto como punto de partida para cualquier otra reivindicación. Esta etapa se extiende desde mediados del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX en los países europeos y en América.  

En la segunda etapa, las mujeres lucharon por el derecho al trabajo en igualdad de condiciones. Este momento se extiende desde la Internacional Socialista en 1864 hasta nuestros días y se fundamenta en el rechazo a  la división tradicional del trabajo, la cual no solo circunscribe a las mujeres al ámbito doméstico, con funciones puramente reproductivas, sino además niega, invisibiliza y descalifica sus funciones productivas. Por ello hasta nuestros días, la lucha sigue siendo por hacer realidad el principio establecido en las diferentes legislaciones del mundo de “a igual trabajo igual salario”.

La tercera etapa se inicia en la década de los sesenta y hasta hoy la lucha es por lograr el reconocimiento de las mujeres como sujetas sociales. Las mujeres reivindicaron su derecho sobre sus cuerpos, la sexualidad desvinculada de la maternidad, el uso de anticonceptivos, en términos generales la autodeterminación.

En este contexto, el Día Internacional por los Derechos de la Mujer se origina en las manifestaciones de mujeres  que tuvieron lugar a principios del siglo XX en Europa y Estados Unidos.  En 1977 la Asamblea General de las Naciones Unidas oficializa la conmemoración.

Sin embargo, el mundo de consumo y de enajenación en el que vivimos ha ido alterando el verdadero significado de este día. Durante ya más de un siglo,  mujeres de diversas latitudes se han manifestado  y han reivindicado  sus derechos que poco a poco han ido adquiriendo pero no siempre el reconocimiento ha significado el ejercicio pleno de dichos derechos. ¿Participamos y tenemos las mujeres el mismo poder político que los hombres? NO ¿Se cumple el principio de “a igual trabajo igual salario”? NO ¿Tenemos derecho sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra sexualidad, sobre nuestra propia autodeterminación? NO.  Esto evidencia  que las luchas no han concluido, siguen vigentes ya que la gran mayoría de mujeres en Guatemala y en el mundo continúan privadas de buena parte de sus derechos.

Así que cuando alguien me dice “feliz día de la mujer”, verdaderamente no le encuentro el sentido. Preferiría más bien que me dijeran, “ánimo para seguir luchando” o mejor aún “quiero ser parte de la lucha”.  Las flores, las felicitaciones, las declaraciones de amor no deben alejarnos del verdadero significado de este día, no es un día para reivindicar la feminidad y justamente el rol tradicional de la mujer, es un día para reivindicar las luchas y las batallas libradas y las  que todavía tenemos por librar. 

El 8 de marzo es un día para conmemorar, para reflexionar, para inspirar,  para reivindicar y para valorar a todas aquellas mujeres transgresoras y a las que han dado su vida por esta causa. ¡Conmemoremos entonces las luchas de tantas mujeres por la equidad, la justicia y la búsqueda de un mundo mejor! ¡Que sean nuestra inspiración para seguir luchando y soñando...!