Y entre esas esquinas amanece y anochece mientras construimos, entre otras cosas, amores y desamores. En ese ejercicio, ubicar una mañana en el sitio web de El País que Like a Rolling Stone cumple 50 años es un regalo de vida, un obsequio de algo más de seis minutos de duración del cual las disqueras dudaban al pensarlo insufriblemente largo.
Sin embargo, en los términos de la nota de Fernando Navarro en El País, «una baqueta cae con fuerza sobre una caja y al mismo tiempo un pie golpea el bombo. Es la detonación». Era 1965. Después de esa detonación ya nada era igual. El Dylan llamado a ser el máximo exponente del folk y su melodía pasaron a ser las referencias de este género anciano que ahora es el rock.
Para Dylan, 1965 se había caracterizado por una producción prolífica de poemas, prosas y canciones. Ese año, una gira lo llevó por Europa con Subterranean Homesick Blues. Al final de esa gira, los versos de Like a Rolling Stone empezaban a tomar forma en un proceso de redacción que Dylan definió como el cambio de dirección de su carrera, después del cual descubrió que lo que quería era escribir canciones. Y también definió este proceso como un vómito que lo llevó a poner sobre el papel todo su odio hasta un punto en que simplemente era honesto.
Miss Lonely, el personaje central de la canción, podría ser Edie Sedgwick, Joan Baez o Marianne Faithfull, referentes de aquellos años. Como un motivo detrás para escribir la canción se podría esconder una enemistad con Andy Warhol. Lo cierto es que esta es la canción más importante de la historia del rock, la cual los mismos Rolling Stones esperaron 30 años para poder tocar. Y su interpretación estuvo mediada por un video para aquella generación en la cual MTV ponía música, en el cual Patricia Arquette es una suerte de groupie en una serie interminable de fiestas que terminan en una sobredosis. Una suerte de pobre homenaje visual a una lírica simplemente insuperable.
Una gran canción tiene colores, sabores y olores que pueden llevarte a varias de esas esquinas del mundo. Y entre esas esquinas, el único bar con sofás de la ciudad de Guatemala me recibió hace una semana con los mismos versos de la noche de 2001 cuando lo conocí por primera vez:
«Once upon a time you dressed so fine.
You threw the bums a dime in your prime, didn't you?».
La concurrencia de esa noche era casi tan grande como la primera vez. Algunas parejas adentro y más gente sobre la acera. Las sombras entre los sofás seguramente comparten secretos y demonios mientras se hablan al oído. Afuera, alguna pareja se abraza fuertemente mientras la calle se queda vacía, y lo que le queda a la pareja es solamente la intensidad de ese abrazo. Nada más que ese abrazo.
La calle entre esas dos esquinas siempre me será entrañable. Lo suficiente para mirarla de reojo en las mañanas, cuando conduzco como un poseso para llegar a la oficina, como ayer, en la que Dylan repetía:
«How does it feel,
how does it feel
to be on your own,
with no direction home,
like a complete unknown,
like a rolling stone?».
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