El 2015 fue un respiro para muchos. Muchas cosas se movieron con las manifestaciones ciudadanas en esa ciudad que permanece indiferente ante el caos. Sin embargo, hoy, con un nuevo año y un nuevo gobierno —que para muchos prometía ser diferente—, vemos que nada ha cambiado. Y es que en algo sí tiene razón Jimmy Morales, y es cuando dice que él no es mago ni tiene una varita mágica para resolver todos los problemas.
Para buscar los cambios que necesita el país necesitamos algo más que un presidente, más que el himno o la jura a la bandera, más que las manifestaciones sabatinas. El año pasado corrimos a gran velocidad esta carrera con la que vimos al expresidente y a la exvicepresidenta tras las rejas. Pero Guatemala necesita una carrera de resistencia, no de velocidad. Las circunstancias históricas nos exigen resistencia, seguir cavando profundo y aguantar. Nuestras conciencias no se pueden quedar tranquilas con un par de exfuncionarios en la cárcel y con que estos sean sustituidos por el gabinete de un presidente que aparenta estar alejado de esa política tradicional contra la que nos manifestamos.
La resistencia debe nacer de la necesidad histórica. Guatemala se merece algo no efímero. Necesita algo más que una llamarada de tuza. Necesita las fuerzas y el compromiso de todos, fuerzas para trabajar, para exigir, para demandar, y no perder de vista las raíces de los problemas que nos desgranan el país de a poco. Saber que, mientras no se cambie el sistema, este solo cambiará de pantalla para sobrevivir y legitimar las injusticias.
No podemos permitir, por ejemplo, que Jimmy Morales ande alardeando de que su gobierno ya está dando frutos porque comenzó a abastecer los hospitales con medicinas gracias a donaciones de personas y empresas. No puede ser que su plan para tratar la seguridad alimentaria sea a través de la responsabilidad social empresarial de los azucareros. Es imposible transformar algo del tamaño de los problemas del país con base en la caridad o en las acciones de doble moral de algunos empresarios. Debemos exigirle al Estado que cumpla con sus deberes y que garantice la vida digna de su población.
Ya se ha dicho incansablemente: no más atol con el dedo para el pueblo. Pero también debemos preguntarnos si estamos dispuestos a embarcarnos en una carrera de resistencia, necesaria para continuar en estas luchas que el país exige en diferentes frentes. Ciertamente la carrera de velocidad del año pasado nos llenó de adrenalina y nos dio un aire nuevo (efímero pero nuevo), pero este país se merece volver a agarrar fuerzas y que nos comprometamos a una carrera de resistencia, ya que ese es el nivel de la exigencia histórica. ¿Tendremos esa resistencia? ¿Podremos seguir sumando fuerzas?
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