Prácticamente han quedado definidos importantísimos factores de poder como las alcaldías y corporaciones municipales y el Congreso de la República, estamentos más poderosos, en opinión de muchos, que el mismo Ejecutivo. Estos factores son relevantes porque el destino de una presidencia de la república puede ser muy distinto en la medida en que cuente con el apoyo de una bancada fuerte en el Congreso o de un número grande de alcaldes municipales. Ha quedado demostrado que no habrá ninguna aplanadora, ya que, independientemente de quién gane, lo que es seguro es que habrá fuerzas opositoras tanto en el Congreso como en los Gobiernos locales. Lo que está por definirse es cuál será el oficialismo del poder local y parlamentario.
Por otro lado, en la elección general terminaron compitiendo 19 binomios presidenciales luego de que 5 quedaron fuera. De estos 19, solo 12 presentaron documentos formales que permitieran conocer y analizar su propuesta de plan de gobierno, mientras que los 7 restantes se limitaron a presentar folletos y presentaciones en Power Point o simple y llanamente demostraron, por un lado, su menosprecio por el escrutinio ciudadano interesado en conocer y analizar la credibilidad y viabilidad técnica de su oferta electoral y, por otro, su afición irrenunciable a la demagogia populista y a las prácticas de la denominada vieja política.
Incluso para el votante mejor preparado y más interesado carecía de sentido estudiar al detalle y en profundidad los 12 documentos de propuesta de plan de gobierno presentados sabiendo que solamente dos binomios presidenciales tendrán una posibilidad real de resultar electos. En el mejor de los casos, lo viable era una revisión técnica de temas específicos y relevantes como la que hizo el Icefi. Sin embargo, para el balotaje son solamente dos las propuestas, lo cual obliga a un análisis detallado y profundo. Y, dado que los documentos presentados son, en general, técnicamente pobres, tocará exigirles a los finalistas que expliquen lo que faltó en los documentos de planes de gobierno que presentaron. En esta etapa final deben sentir la presión del escrutinio de un electorado interesado y muy activo.
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Así las cosas, en términos generales quizá existan tres posibles escenarios o actitudes del electorado para la segunda vuelta de la elección presidencial. El primero y más simple es el caso de los votantes que son simpatizantes o correligionarios de alguno de los dos finalistas y que votarán por la candidatura de su partido o de su preferencia. El segundo es el de los votantes que no simpatizan con ninguno de los dos, pero que sienten una aversión fuerte por uno de ellos, con lo cual irán a votar en su contra, y no a favor de su contrincante, con el propósito de sumarse al esfuerzo colectivo para evitar que gane.
En el tercer agrupo se encuentran quienes no asistirán a votar o votarán en blanco o nulo. Dado que en el balotaje el voto nulo no tendrá el efecto potencial que sí tuvo en la elección general, prácticamente su impacto será indistinguible de las inasistencias y de los blancos. En todo caso, en este grupo estarán aquellos a quienes dominó la pereza; quienes rechazan a los finalistas, el sistema y el proceso o que por coherencia o convicción personal no quieren contar como apoyo para alguno (ni por afinidad ni por voto táctico), con lo cual dejarían su conciencia tranquila, y, finalmente, los que razonan que, dado que el resultado es por mayoría simple, resienten que su voto no hará diferencia alguna.
Sean cuales sean nuestras ideas y preferencias, preparémonos y este 11 de agosto actuemos con inteligencia.
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