Adoptemos esta definición: «Especial capacidad intelectual o aptitud que una persona tiene para aprender las cosas con facilidad o para desarrollar con mucha habilidad una actividad».
Talento tienen algunos futbolistas, como Lionel Messi o Cristiano Ronaldo. Uno distinto tiene Karla Herrarte, la niña amatitlaneca con voz de diva. Talento era el de Vincent van Gogh, el de Nikola Tesla, el de Tiger Woods o el de Jorge el Mágico González. Piense en alguien que admire. No necesariamente debe ser artista o estrella del deporte. Hay muchos tipos de talento: poder enseñar, consolar, tener memoria fotográfica, hacer sonreír.
¿Cuál es su talento? ¿O sus talentos? Haga un esfuerzo.
Hay un caso especial que me hace divagar con frecuencia. Se trata de los talentos nunca descubiertos. Pienso en los niños con desnutrición crónica, que nunca podrán desarrollar su potencial. ¿Cuántos campeones de ajedrez, cuántas mujeres matemáticas, cuántos Roger Federer, cuántas Marie Curie pasarán por la vida de manera inédita y miserable?
Hay talentos escondidos, a la espera de una oportunidad, un poco de confianza o un empujoncito para emerger.
También los hay desperdiciados o, peor, utilizados para hacer el mal. Los que usan su simpatía para embaucar masas o individuos. Los que piensan que su talento los hace únicos, intocables e indetectables en sus malas intenciones. Están quienes piensan que son los únicos talentosos y menosprecian a los demás.
Todas las personas tienen talentos, pero no los conocen o no les han dado una oportunidad. En una sociedad donde los jóvenes a menudo manifiestan su desesperanza de manera negativa y hasta autodestructiva, adentrarse en la búsqueda de talento puede configurar la nación del futuro.
Si usted conoce sus talentos, bien. Si no cree poseerlos, debe buscar otro poco. Si todo falla, invéntese uno distintivo, pues los talentos pueden forjarse. Propóngase desarrollar el talento de ser una fabulosa amiga, de ser un padre que se gana el respeto en vez de exigirlo. Decídase a sorprender al mundo con su puntualidad, con su buena letra. Vuélvase políglota. Desarrolle el talento de dar lo mejor de usted en todo lo que haga, desde lavar un vaso hasta formular un proyecto. Propóngase ser la conductora más cortés en horas de tráfico. Desarrolle el talento de no dejarse enojar por cosas que no valen la pena.
Pero no crea que es tan fácil. Vea todos los talentos malogrados a su alrededor. Yo tengo muchos ejemplos. Futbolistas arruinados por el alcohol, la avaricia o la fama. Van Gogh, cuyas obras se venden en millonadas de dólares, en vida acaso vendió una obra y se suicidó porque nadie le dijo lo bueno que era o no se lo creyó. Karla Herrarte sufrió mucho porque en ocasiones la destrozó la crítica, fue sacada completamente de su zona de confort, tuvo que cantar en un idioma que no conocía, debió representar emociones que su infantil corazón no conocía ni por nombre. Thomas Alva Edison inventó el bombillo de carbón incandescente durante su experimento número mil uno. Sufrió mil fracasos en línea. Y los deportistas de alto rendimiento deben machacarse como bestias para desarrollar y mantener su nivel.
Que nos quede claro: hacer florecer los talentos no es algo fácil. Lleva fracasos, desengaños, bofetadas, injusticias. Y mantenerse arriba cuesta mucho. Es más. No es posible a pesar de la buena voluntad. Un futbolista de élite es viejo a los 35 años.
Por otra parte, hay talentos que crecen. La literatura es uno de ellos. Si piensa que es un gran escritor, no espere ganar un premio con su primer cuento, poema o ensayo. Si piensa que es la nueva novelista del continente, no se siente a esperar que le lluevan coronas. Primero debe reconocer que el talento sin trabajo es igual que esperar un pollito de un huevo en el refrigerador.
Si le gusta la fotografía, no espere vender su trabajo y montar una exposición a los meses de haber principiado. Son años de aprendizaje, de aprender con modestia.
Ser talentoso significa trabajo arduo, creer en nosotros mismos a la vez que ser autocríticos.
La mediocridad es cumplir autoprofecías de fracaso. Es dejar que opiniones destructivas (no las confundamos con negativas) nos arrebaten el coraje. La mediocridad gobierna el mundo y ser libres significa poder cambiar la profecía de mediocridad que les cae encima a quienes nacen en sociedades desiguales.
Si nada de lo anterior la convence, al menos ayude de alguna forma: reconozca un talento cuando lo vea y dígaselo a la persona que lo posee o que lo está desarrollando.
Finalmente, no espere reconocimiento, pero sepa que vendrá cuando llegue su momento, que siempre es después de lo que uno quisiera.
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