Volando por las nubes hacia el Sol

Esta corriente artística nace en los Estados Unidos de la década de 1960, en los barrios nuevayorkinos de Brooklyn y el Bronx. Comenzó como una manera de expresión de los hijos de las recién llegadas comunidades hispanas. Junto con el sueño americano, nació toda una voz de denuncia, grafitis a la vuelta de cada esquina, y la nueva forma de bailar de Rubber Band Man y Apache que se popularizó rápidamente más allá del bario de Bushwick.

En el marco del Día de la no-violencia contra la mujer, varios grupos de hip-hop, de breakdance, de grafiteros, han construido un espacio propio a través de una identidad que va más allá del gusto compartido por un tipo de música o de baile. Me encantó ser testigo de mujeres que sin miedo ni timidez, tomaban el micrófono y decían a que ellas no serían más que la voz de aquellos que tenían que decir algo.

La forma de bailar de estos jóvenes es también diferente. No se baila en pareja, se baila solo frente a un grupo que te rodea. Al final es un baile colectivo, en el cual se configura un espacio de movimiento donde todo el que quiera puede pasar al centro y mostrar lo que tiene, decir con el cuerpo aquello que las palabras no pueden. Baile colectivo, atención colectiva. Personas conectadas por la música y por la búsqueda de una forma de expresión personal que se puede compartir.

Esa noche vi también mujeres muy jóvenes mezclando música. Dueñas de la música que ellas quieren bailar y escuchar. Mujeres, que al final de cuentas, deciden en una sociedad que no apuesta por el arte y menos por el arte de mujeres, el ser músicas, compositoras, artistas de un baile diferente.

Mientras escuchaba la canción de los Tíos Queridos que dice “la gente me ve/ volando por la nubes hacia el sol/ y no puede creer lo que ve”, me digo que hay lógicas de construir en colectivo que hacen temblar los cimientos de una sociedad que se vuelve al individuo, a la competencia y al egoísmo. Hay caminos en el mundo que nunca son tan recorridos, pero que se convierten en una alternativa digna de vivir hoy.

Las mujeres ya no creen en el destino obligado por la sociedad que consiste en cocinar, en planchar, en cuidar a los hijos y a aceptar a un marido que puede hacer todo lo que desea, aún con su pareja. La mujer, al mejor ejemplo de estas mujeres centroamericanas y latinas que se encontraron la semana pasada, ya ni se conforma con una habitación propia, quiere un mundo propio. Puede que sean criticadas, pero al final buscan un tipo de libertad (también libertad creativa) que no puede ser alcanzada por nada ni nadie.