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Toto, 4/10/12: Primera masacre del ejército tras la firma de la Paz

Las principales luchas frente al Estado de los 48 Cantones han sido cinco o seis en los últimos años. Siempre con una delegación en Guatemala y un acto de presión en la carretera.
Se lamentan profundamente de lo sucedido en la cumbre de Alaska, pero sostienen que los muertos no son víctimas inocentes, como se lo creen los extranjeros, aliados de esos líderes de izquierda, que incluso pueden llevar en el futuro al presidente frente a los tribunales internacionales. Y los medios de comunicación tampoco han sido lo suficientemente claros para desenmascarar las posiciones de la izquierda trasnochada.
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Toto, 4/10/12: Primera masacre del ejército tras la firma de la Paz

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El miércoles 3 de octubre yo estaba en Quetzaltenango, a una hora de Totonicapán, dando un taller de liderazgo maya a jóvenes indígenas. Entre los acompañantes había gente de Totonicapán que nos alertó de que habría manifestación el día siguiente. Entonces, cuando terminé mi parte del taller el día 4, me quedé a dormir en Quetzaltenango, porque la manifestación había interrumpido el paso en un nudo de comunicaciones llamado Cuatro Caminos, entre Quetzaltenango y Totonicapán y en todos los desvíos.

Las primeras noticias de la masacre

Desde Quetzaltenango ya me enteré de las noticias. Había habido muertos y el Ministro de Gobernación, el teniente coronel Mauricio López Bonilla, junto con el Ministro de la Defensa, el general Ulises Anzueto, declaraban –con la seguridad acostumbrada de que nadie los contradiga– que el equipo que llevaba la policía y el equipo de reserva del ejército era de “armas no letales” y que los heridos se debían a “enfrentamientos tumultuosos”. Si ni la policía ni el ejército iba armado con armas de fuego, las muertes se habían provocado entre los manifestantes mismos. Aducían que la mayoría de campesinos heridos presentaba la señal del uso de machetes. Los manifestantes eran presentados como “turbas” peligrosas. Estas versiones me recordaron, inmediatamente, aunque no tenía información para contradecirlas, los partes del ejército en tiempos del conflicto armado cuando había una masacre de civiles.

El Presidente llamaba a la calma, pero cambiaba los hechos, porque decía: “por favor, por favor, tengan calma, aquí estamos nosotros con los líderes desde las 8 de la mañana”. Eso no era cierto, porque no recibió a los dirigentes que le llevaban el pliego de demandas en la capital, a la vez que se bloqueaba Cuatro Caminos, sino hasta después de que hubo muertos, como a las 3 de la tarde, según lo dijo la presidenta de Los 48. Pero la mentira del Presidente no quedaría al desnudo sino al día siguiente.

Logré entonces comunicarme con alguien en Totonicapán que había estado en Cuatro Caminos, pero no en la cumbre de Alaska, donde ocurrió la masacre. Me dijo que cerca de Cuatro Caminos había estado la Policía Antimotines (FEP: Fuerzas especiales de la policía), pero no había habido muertos. Los muertos eran de la cumbre, como a 10 kms, donde sale un camino secundario que había sido tapado en ese lugar. Me decía que la gente que había participado en la manifestación en la cumbre y los heridos en el hospital contaba sin duda alguna que había sido el ejército el que había disparado contra ellos. También me mencionó este amigo que un helicóptero, evidentemente militar, había dado vueltas, primero sobre los manifestantes en Alaska y después sobre los de Cuatro Caminos y que les habían tirado bombas, que luego se aclaró que no eran de guerra, sino lacrimógenas. Me reclamó que por qué no le había contestado el celular cuando me llamó como a las 3 de la tarde. Él y otros dirigentes en Cuatro Caminos quedaron muy preocupados cuando se enteraron de lo que sucedía en la cumbre, y hacían llamadas para ver cómo acceder al Gobierno a través de terceros para parar la masacre. Pero esas llamadas no quedaron registradas en mi celular, cosa que nos hizo luego pensar que hubo en ciertas áreas muy focalizadas intervención de las empresas para cortar o confundir las llamadas. Recuerdo que en Panamá, cuando los ngobes tomaron la carretera interamericana en San Félix Chiriquí el 31 de enero de este año, el gobierno cortó la comunicación de celulares, no de teléfonos fijos, y los manifestantes pidieron ayuda a la parroquia del lugar para desde allí comunicarse. Esta pista no ha sido seguida por el MP y supone una violación grave y peligrosa del derecho de comunicación.

Imaginando el lugar

Para las personas que no conocen el lugar... Desde la ciudad capital de Guatemala viene hacia el occidente la carretera interamericana que llega hasta la frontera de México. Es ondulante porque atraviesa mucha montaña y terrenos quebrados, casi todo en territorio indígena de estirpe maya. Como por el Km 160 deja a un lado un pueblo enorme que se llama Nahualá, que tiene mucha gente en Nueva York, y trepa, siempre con mucha curva, hasta la cumbre que llaman Alaska, de poco más de 3000 metros sobre el nivel del mar. Pero antes de cruzar la cumbre hay un desvío a la derecha, por el Km 170, que se dirige a Santa Catarina Ixtahuacán La Nueva, otro pueblo kiché, y que baja a Totonicapán, cabecera del departamento del mismo nombre y cabecera del municipio. En ese lugar del desvío se dio el bloqueo de Alaska el 4 de octubre para que el tráfico que no podía pasar por Cuatro Caminos no pudiera “escaparse” por allí. Cuando se dan esos bloqueos todos los conductores se vuelven locos para ver por dónde salir. Ese lugar fue el escenario de la masacre.

Cuatro Caminos es el cruce que se encuentra como 10 kilómetros más abajo de la cumbre, siempre rumbo al occidente. Al bajar de la cumbre y llegar a este cruce, si uno quiere seguir a Huehuetenango y México, sigue recto. Si uno quiere ir a Quetzaltenago, cruza a la izquierda, y si uno quiere ir a Totonicapán, toma la derecha. Gran parte del poder de la famosa organización de los 48 Cantones de Totonicapán es que está cerca de Cuatro Caminos y tiene la capacidad organizativa para tomarlo y bloquear otras salidas de rodeo. Tomando ese lugar estratégico, hace temblar el país, porque es como si apretara una arteria que le va al corazón.

Dolor e indignación

Al día siguiente, viernes 5, agarré la moto y me dirigí a Totonicapán, muy de mañana, para ver a los sacerdotes de la parroquia y a alguna gente amiga, como el que me había llamado. Con el párroco, que había estado en el hospital esa noche, salimos adonde ya estaban velando los seis muertos. Los tenían en la Casa comunal y había una cola enorme. Nos formamos al final, pero luego llegó una autoridad, es decir, un hombre con su vara, para ahorrarnos la espera y nos condujo al interior. En eso apareció mucha gente, cargando a una mujer que venía gritando de dolor porque habían matado a su esposo. Venía de un cantón rural a verlo en el ataúd. Había un clima crispado de profundo dolor, pero a la vez de indignación. Subimos a donde tenían los seis ataúdes, tres en fila y tres en otra fila, y les dimos la vuelta. Tenían la tapa de la cara descubierta, de modo que se les podía ver la cara tras el vidrio. Era impresionante, porque muchos tenían los ojos abiertos. Sus caras eran, me pareció entonces, de gente del campo joven, como de 35 años, sana, honrada, que parecía estar viva. Sobre cada ataúd había una caja de cartón donde se depositaban las ofrendas en dinero. Salimos de allí con el P. Max y nos dirigimos a la parroquia. Luego, cuando ya me iba de Toto, me detuve en el parque frente a la Municipalidad. Allí está la estatua de Atanasio Tzul y vi cómo venía un grupo de jóvenes como en manifestación con un par de mantas. Se subieron al monumento y le pusieron una tela negra a Atanasio, como capa. Ciertamente, Totonicapán estaba de luto. Pero, como digo, yo sentí que también en ese momento era como un polvorín. Cualquier chispa podía desatar una reacción fuerte. Me dijeron que algunos querían quemar la municipalidad, pero la cordura y la organización de las autoridades comunales lo impidieron. Entre la Municipalidad y Los 48 hay una relación que en estos momentos se había tensado hasta el extremo, porque aunque paradójicamente buena parte del pueblo de Totonicapán había votado por el Alcalde del Partido Patriota, el partido gobernante, sin embargo, el presidente de ese partido los había asesinado. Esa era la interpretación de los hechos en las dos mantas que colocaron al lado del monumento que decían: “Otto Pérez Acesino” y “Mauricio López Bonilla Acesino”. El primero es el Presidente y el segundo el Ministro de Gobernación, ambos militares retirados. Atanasio Tzul es el líder histórico de Totonicapán, quien junto con Lucas Aguilar, se rebeló contra el pago de los tributos y los servicios eclesiásticos en 1820 y se declaró Rey de Totonicapán y pueblos vecinos un año antes de la Independencia de la República. Es un símbolo de la resistencia de los kichés (k’iche’ib’) de Totonicapán.

Primeras declaraciones falsas del Gobierno

La masacre misma fue algo que impactó a todo el mundo. Pero la progresiva revelación de lo que había acontecido le dio a la noticia un interés y continuidad que pocas noticias tienen. ¿Quién dice la verdad? ¿Quién miente? ¿Está el gobierno ocultándonos la realidad? Todos estábamos al tanto de quién decía qué cosa y si era desmentido por la evidencia.

Al día siguiente de la masacre, en efecto, en algunos rotativos se presentó una fotografía que tuvo un impacto enorme. Se trata de un soldado empuñando “un arma letal”, el Galil, en postura de disparo, en el lugar de los hechos, como se podía comprobar por las vallas de propaganda al fondo y por el terreno arenoso donde se dio el enfrentamiento. Apareció evidente que el Ministro de Gobernación, flanqueado por el Ministro de la Defensa, había mentido el día antes. Prensa Libre, un periódico conservador que ha estado protegiendo la imagen del presidente militar, no pudo menos de sacar la foto, cuya fuente era EFE. Si no la sacaba, se quedaba atrás de El Periódico, que la había puesto en la portada. Pero no sabemos cómo algún empleado de esos medios de comunicación logró colar el texto. Al pie de la foto dice: “Un soldado empuña un fusil, a pesar de que las autoridades afirmaron que no iban armados”. Supongo que la misma foto apareció en TV y en otros medios que no nos llegan al pueblo donde vivo.

Mientras ese día viernes 5 en Toto los cadáveres de los seis eran velados en la sede de Los 48, luego llevados frente al monumento de Atanasio Tzul y más tarde se les despedía en el parque San Miguel para ser enterrados en los cementerios de sus comunidades, la lucha por la verdad en los medios de comunicación proseguía. Todo el mundo (“controversia en todo el país”, dijo PL) estaba pendiente de la versión del gobierno. En efecto, en conferencia de prensa en la Guardia de Honor, el presidente Otto Pérez Molina, afirmó que “siete soldados aceptaron que ellos dispararon al aire”. Ese era el punto clave de la versión: los soldados sí iban armados, en contra de la declaración del día antes del ministro, pero dispararon al aire. Y el relato se adobaba en boca del presidente por una versión que él daba como cierta de los acontecimientos: que la violencia se había desencadenado cuando un guardia de seguridad privada de un camión cargado con cemento había disparado a la gente. Ojo, no era el ejército el que disparaba, sino un guardia privado. Y que los siete soldados que dispararon, entre los 10 que iban armados, lo habían hecho “porque temieron por su vida, pues al conductor del camión no lo dejaban bajar y el camión estaba ardiendo. Dispararon porque estaban diciendo que los iban a quemar”. Hasta el momento que escribo, el MP no ha publicado exactamente cómo comenzó el ejército a disparar sobre la gente, qué parte tuvo ese guardia privado, cuándo los manifestantes quemaron el camión del ejército, donde según el presidente, iban los soldados, y cuándo quemaron el del cemento, pero lo que llama enormemente la atención es la frescura con que el presidente de la República da una declaración en momento tan crítico sin percatarse que está ya en un momento democrático en que los medios de comunicación y la opinión pública no se tragan cualquier informe y que hay celulares con camaritas por todos lados. Como después aparecería evidente que los soldados sí habían disparado a matar, el mismo presidente se quitaba una máscara y aparecía la violencia y la mentira, no sólo de su régimen, sino de él mismo. En medio de la tragedia y del dolor de la masacre, hubo muchas personas que se gozaron porque la masacre de Totonicapán le había quitado la máscara a este gobierno, tan cuidadoso de su imagen... aunque luego se la quisiera volver a poner.

Va saliendo la verdad

El mismo día 5 Rigoberta Menchú, muy de mañanita, alumbrada por el sol de la cumbre, recogía casquillos calibre 5.56, los que usa el Galil, en el lugar de los hechos, concretamente, donde la Solel Boneh, la empresa constructora de la carretera, se había situado. A Rigoberta le podrían acusar de suplantar pruebas pero el mismo Procurador de los Derecho Humanos, Jorge de León, afirmaba ese día que le habían entregado casquillos 5.56 y de escopeta, aunque reiteraba que el MP era el que debía establecer los hechos.

El MP no se había presentado al lugar de los hechos a reconocer los cadáveres. La gente se los llevó y “la escena del crimen” quedó viciada. Pero los fiscales del MP trabajaron improvisadamente la escena durante la noche y la madrugada, entre los kilómetros 168 y 170, pero en tales circunstancias poco pudieron haber hecho, razón por la cual Rigoberta a la mañana siguiente pudo encontrar todos esos casquillos.

Los medios de comunicación se hicieron presentes también ese día 5. El Periódico, por ejemplo, obtuvo testimonios de personas que afirmaban que hubo heridos que tenían disparos en las piernas. Un herido le dijo al investigador, al parecer del MP, que le pasó el informe al reportero, que creyó que se trataba de disparos al aire, pero se dio cuenta de que no cuando su pantalón se humedecía de sangre y ya no podía correr. Así como estos, salieron al aire informes de que los soldados habían disparado contra la población.

Ya ese día, el presidente decidió que se le brindara apoyo al MP hiciera la investigación de los hechos y permitió, cosa nunca vista, que el MP entrara a la Guardia de Honor a hacer entrevistas y que los fusiles de los soldados también fueran embalados y entregados para la investigación balística al MP.

Al día siguiente, sábado 6 de octubre, como para machacar el efecto de la famosa fotografía, PL, por ejemplo, publicaba otra foto, esta aumentada y de AP, del mismo soldado en la misma posición de combate y con el dedo en el gatillo. Nos comenzamos a dar cuenta de que el soldado era antimotín, por su uniforme, y no debía ir armado. Pero no se aclaró este punto sino más tarde.

Estaba ya muy claro, que aunque no se sabía el curso de los acontecimientos del día de la masacre, que el Presidente había desmentido la versión del Ministro de Gobernación, y que la versión suya de que los soldados habían disparado al aire era ridícula. Una caricatura del mismo diario conservador mostraba, ya el domingo 7, a Otto Pérez en mangas de camisa señalando con la mano abierta la foto del soldado, pero esta estaba invertida hacia arriba. El Presidente decía: “Como ven, el ejército disparó al aire...”. La caricatura no sólo mostraba cómo el presidente invertía el sentido de la verdad, sino que además abría la mano. Ya no puño cerrado (mano dura), sino mano débil, por lo cual lo criticaría luego la extrema derecha, ya que se prestaba a colaborar para que se investigara a la tropa, cosa que nunca había sucedido, aunque de la tropa y de su mando inmediato para arriba se bloquearía la investigación del MP.

Comunicado de los párrocos de Totonicapán

Así estaban las cosas cuando el viernes 5 nos llama el decano de la Iglesia de Totonicapán, el P. Luis Gregorio Bautista Gómez, párroco de Momostenango. El decano es una figura que coordina a todos los párrocos de la zona pastoral de Totonicapán. Nos invita a una reunión en Totonicapán el día sábado 6 por la mañana para ver qué decimos, es decir, qué dice la Iglesia católica local ante los acontecimientos de Alaska, para que nuestro pronunciamiento fuera leído en todas las parroquias del decanato y para que se supiera nuestra posición en todo el Arzobispado de Los Altos y más allá. El Arzobispo estaba en el Sínodo en el Vaticano.

Nos reunimos de casi todas las parroquias y redactamos un comunicado, utilizando para ello un pronunciamiento que había sacado, sin información directa, la Conferencia Episcopal de Guatemala, firmado por su presidente, Mons. Rodolfo Valenzuela, obispo de la Verapaz. Utilizamos también dos borradores que se llevaron a la reunión. Después de discutir puntos de vista, porque no todos teníamos las mismas opiniones, llegamos a la siguiente formulación, redactada por uno de los sacerdotes, paso a paso, con la computadora sobre sus piernas. Aunque ya es conocido, lo copio aquí:

Comunicado de la zona Pastoral de Totonicapán
Arquidiócesis de los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán.
Con ocasión de los hechos ocurridos el 4 de octubre 2012 en el Km 170, Sector Alaska, de la ruta interamericana.
Totonicapán 06 de octubre 2012.

Los sacerdotes de la zona pastoral de Totonicapán, ante los trágicos sucesos acaecidos el pasado jueves 4 de octubre que trajeron como consecuencia al menos 8 personas fallecidas y un número mayor de heridos, declaramos:

  1. Sentimos como nuestro el sufrimiento profundo de nuestros hermanos y hermanas de nuestro pueblo y nos solidarizamos con ellos haciendo nuestro su dolor.
  2. Acompañamos sinceramente en su dolor a los padres y madres, a los hijos e hijas de los muertos y pedimos para ellos la ayuda que están necesitando y urgimos a nuestras autoridades nacionales y cantonales que se hagan presentes con la ayuda que en justicia les debemos.
  3. Pedimos a los miembros de las parroquias que se organicen para que estos hermanos que tienen necesidad sean ayudados por la generosidad de todos.
  4. Reconocemos y proclamamos que nuestro Dios es Dios de la vida y no de la muerte, porque Él y sólo Él es Vida, Señor y dador de vida. Por eso decimos claramente que Dios no ha querido este sufrimiento para nadie.
  5. Exigimos una investigación creíble y no plagada de contradicciones como las que hasta este momento han sido la versión oficial del gobierno: “iban desarmados… dispararon al aire, etc.”
  6. Denunciamos la responsabilidad del gobierno en esta masacre por enfrentar una manifestación ciudadana con soldados armados. Este es el fondo de la cuestión. Y prevenimos que no se vaya a culpar solamente a personas particulares como un agente de seguridad o soldados en lo individual que resulten siendo chivos expiatorios para excusar al gobierno de la progresiva militarización a la que se está llevando al país. Y pedimos a nuestras autoridades políticas y judiciales que sean honrados y valientes al descubrir y castigar como es debido a los culpables. El pueblo lo necesita y lo está pidiendo a gritos.
  7. Llamamos la atención de que no sólo se trata de un hecho coyuntural sino de una política de estado respaldada por grupos de poder que discrimina a los pueblos indígenas y no atiende con respuestas concretas a sus necesidades básicas.
  8. Defendemos el derecho de los 48 cantones a manifestarse para ser oídos y atendidos prontamente en sus demandas siempre que esa manifestación responda a los intereses de sus bases, sea pacífica y no exponga a su gente a la muerte.
  9. No olvidamos que la paz es fruto de la justicia (Isaías 32,17), por eso exhortamos vivamente a la paz, la concordia y el diálogo. Llamamos la atención de que “no hay paz sin justicia social”. Exhortamos a nuestras comunidades a convertirse en constructoras de paz.
  10. Pedimos para nuestros muertos no sólo el recuerdo y la justicia sino también la vida eterna que Jesús nos ganó y nos prometió.
  11. Agradecemos a todos los decanatos de la Arquidiócesis de Quetzaltenango y Totonicapán por su solidaridad al igual que a la Conferencia Episcopal de Guatemala por el comunicado emitido en esta ocasión.

“El fondo de la cuestión” del comunicado era que el gobierno enfrentaba la manifestación ciudadana con soldados armados. No era si fueron atacados primero, ni si dispararon o no, ni si recibieron la orden de un alto mando para atacar, etc. Esas eran circunstancias importantes, pero no el fondo de la cuestión. Por eso, ese día en que ya se habían iniciado las investigaciones del MP, ya temíamos que estas se fueran por las ramas, culpando a “chivos expiatorios” para dejar libres de responsabilidad a los diseñadores de la política del gobierno de progresiva militarización. Más responsables que tal y tal soldado que hubiera disparado, y más que el que hubiera sido responsable de la tropa, eran responsables los gobernantes, incluyendo al presidente de la República. Pero también indicábamos que era necesario considerar no sólo a la coyuntura de este gobierno o del otro, sino la estructura de un Estado que responde a grupos de poder que discriminan a los pueblos indígenas. No son los militares, que ahora están de turno en el gobierno, los que han diseñado esa estructura. Ellos son representación de la misma estructura socioeconómica que exige guardianes que les saquen las castañas del fuego y defiendan sus intereses.

Por ejemplo, el Decreto 40-2000 que permite que “las fuerzas de seguridad civil podrán ser apoyadas en sus funciones de prevenir y combatir el crimen organizado y la delincuencia común” (art. 1) data del 7 de junio de 2000, cuando Alfonso Portillo era presidente de la República y el ex jefe de Estado golpista, el general Efraín Ríos Montt, era presidente del Congreso. Pero nótese que es para “combatir el crimen organizado y la delincuencia”, no las manifestaciones pacíficas, aunque bloqueen carreteras. El bloqueo de carreteras no es producto ni del crimen organizado, ni de la delincuencia, a no ser que se retuerza la ley. Este punto no ha salido con suficiente claridad.

La comunidad internacional exige no sacar al ejército

Ese fin de semana 6 y 7 de octubre el presidente no figuró de manera pública, aunque en la noche del domingo 7 se pasó un mensaje televisivo suyo pidiendo respeto a la ley y las autoridades. El lunes 8 de octubre se lanzó a recuperar su imagen maltrecha ante la comunidad internacional. El canciller Haroldo Caballeros le preparó la reunión con los embajadores. El presidente se presentó ante ellos rodeado de su equipo pesado. Por la derecha, el ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, el comisionado nacional para el diálogo, Miguel Ángel Balcárcel; y el comisionado presidencial para el desarrollo rural, Adrián Zapata. Y por la izquierda, el canciller; y el secretario de la paz, Antonio Arenales. Los diplomáticos le cuestionaron el uso del ejército en el desalojo. Por ejemplo, el embajador de EE.UU., Arnold Chacón le dijo que no es el papel del ejército interferir en esas situaciones; el embajador de Israel, Eliahú López, “no es una guerra, ni un conflicto armado, es una manifestación donde se debe tener capacidad de manejarla”, los soldados no tienen capacidad de mediar en conflictos sociales; el representante de la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para el Derechos Humanos en Guatemala enfatizó que “el riesgo de mantener fuerzas militares en tareas de seguridad pública es altísimo”.

El Presidente respondió con una promesa generosísima, pero retórica y vaga: “los protocolos que tengamos que revisar, los vamos a revisar; los procesos de seguridad que tengamos que revisar, los vamos a revisar; los cambios que tengamos que hacer, los tenemos que hacer”. Les dijo, además, queriendo hacer a un lado el fantasma de la guerra que lo persigue: “la comunidad internacional ... sabe que nosotros no combatimos, no fue un hecho pensado, sabe que no es nuestra política, sabe que hemos tenido 338 desalojos en 270 días y es la primera vez que hemos tenido un lamentable accidente”. Se comprometía a revisar los protocolos de seguridad, incluida la participación del ejército en esos casos, pero no se comprometía a excluir desde ya su participación. (De hecho, no cumplió su palabra, porque cinco días después, el 13 de octubre los comunitarios de la aldea Los Laureles, en el municipio de La Libertad, Petén, retuvieron 21 soldados, dos oficiales y cinco policías exigiendo el cese del patrullaje combinado).

El canciller cae en el ridículo

En esa reunión se dio la intervención del canciller, que resultó el hazmerreír de toda Guatemala. Las cosas que llevan el ridículo son las que Guatemala mejor asimila y, dentro del dolor, las goza. Harold Caballeros dijo: “Reconozco con dolor de que en ciertas latitudes ocho muertos es una cosa muy grande, o sea... No es tampoco, aunque suena muy mal decirlo, pues todos los días tenemos el doble de muertos de ocho. Entonces, como que tampoco es una llamada de atención tan grande”. O sea que les decía a los embajadores que no era una cosa muy grande la masacre sucedida, porque nosotros en Guatemala ya estamos curtidos con la violencia, no como ustedes extranjeros que se vienen a escandalizar. Las redes sociales lo criticaron y él respondió con el hígado ese mismo día a las críticas en Twitter con los calificativos de “burros” y “pendejos”, aunque al día siguiente se disculpó: “alguien me llamó burro y reaccioné con el hígado. Lo siento. No va a repetirse”.

Todo ello fue para que el canciller fuera añadido a la lista de los ministros que se pedía que resignaran o fueran depuestos por el Presidente. En carta abierta a los presidentes de los tres poderes del estado, una larga lista de “estudiantes, académicos, activistas y todos los indignados e indignadas... nacionales y extranjeros” se habían solidarizado a 8 de octubre con otras peticiones de organizaciones exigiendo la destitución inmediata de los ministros de Gobernación y de la Defensa, responsables últimos de la masacre. El 9 de octubre también siete organizaciones campesinas que hicieron en el parque de Totonicapán una concentración exigieron la destitución de los mismos tres ministros. Esa caravana había sido convocada por la Convergencia nacional maya Waqib’ Kej.

Respaldo al gobierno

En los medios de comunicación se fueron presentando, casi inmediatamente después del 4 de octubre, opiniones a favor del gobierno. A grandes líneas, con sus variantes, insistían en los siguientes temas. ¡Calma, calma! Estamos al borde de la anarquía y peligra la gobernabilidad. Los responsables de esta situación son agitadores de izquierda, –llamados a veces “terroristas” y “vándalos”– que no han asumido su derrota en el conflicto armado y se quieren sacar la espina resucitando los fantasmas del pasado. Necesitan mártires para impulsar su causa y ahora están satisfechos y contentos porque los consiguieron en Totonicapán. Son los causantes del continuo bloqueo ilegal de carreteras, violando el derecho a la libre locomoción, ocasionando pérdidas millonarias para la economía y debilitando la competitividad de la libre empresa. El gobierno –“indolente” le llegan a decir al presidente algunos más radicales - está jugando con fuego y no tiene que tener contemplaciones con ellos. Debe garantizar la libre locomoción, castigar a cualquier guatemalteco fuera de la ley e investigar a los manifestantes de Totonicapán, que se lanzaron a incendiar camiones y atacar a los soldados. Los soldados no son culpables de los caídos, ya que se defendieron de una muerte espantosa, como ser quemados vivos. Se lamentan profundamente de lo sucedido en la cumbre de Alaska, pero sostienen que los muertos no son víctimas inocentes, como se lo creen los extranjeros, aliados de esos líderes de izquierda, que incluso pueden llevar en el futuro al presidente frente a los tribunales internacionales. Y los medios de comunicación tampoco han sido lo suficientemente claros para desenmascarar las posiciones de la izquierda trasnochada.

Más adelante explicaremos cómo se llevan a cabo en los 48 Cantones del municipio de Totonicapán las decisiones para una acción importante y la independencia que han tenido frente a organizaciones campesinas nacionales.

Aclaración del MP: una investigación amplia

Por fin, el MP dio el esperado resultado de su investigación el jueves 11 de octubre, una semana después de los hechos. En su investigación desplegó 125 funcionarios fiscales, 50 investigadores y técnicos de escena del crimen de la DICRI (Dirección de Investigaciones Criminalísticas) y diez analistas de la unidad de análisis del MP. Su evidencia recolectada fue de 108 casquillos, 89 restos de gas lacrimógeno, 11 muestras de sangre, 18 prendas de vestir y 12 Galiles. Utilizó 69 informes periciales del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), analizó más de 50 imágenes y videos, recibió más de 150 declaraciones y procesó 1 kilómetro de la escena del crimen, desde donde se encontraba el bloqueo en el desvío de la carretera a Santa Catarina Ixtahuacán hasta mil metros más abajo. Todo lo presentó en un power point que voló por Internet.

En ese desvío hay una pasarela y junto a ella se situó el camión de Los 48 con sus bocinas. Hasta allí llegó el camión con cemento que fue quemado, de donde se dijo que el guardia privado disparó y desencadenó la refriega. Quinientos metros más abajo hay una esplanada de arena y piedras, donde estuvo ubicada la compañía israelí Solel Boneh que amplió la Interamericana. Hasta ese lugar llegó el ejército con dos camiones cargados de tropa y un pickup blanco detrás de ellos. Allí iba el comandante de la operación, el coronel Juan Chiroy Sal y seis elementos. En el primer camión (el verde) iban 36 elementos y en el segundo (el blanco), 47. Total (7+36+47) 90 elementos. De esos 90 iban armados seis en el pickup (incluido el coronel); tres en el primer camión (incluida una mujer); y cuatro en el segundo camión. Total: trece. Los elementos armados van vestidos como soldados en campaña (manga corta y gorra), cargan su fusil y las bolsas para las municiones. Los elementos “civiles” van con casco, máscara de lacrimógenas, hombreras, rodilleras, chaleco antibalas y portan un escudo transparente que les protege casi todo el cuerpo.

Una digresión mía. Los armados –esto no lo dice el MP allí– van armados para defenderse a sí mismos, a los “civiles”, entre ellos a los vehículos, que no se los quiten o quemen. Su instrumento es un arma de ataque “letal”, es decir, que mata. Pero van completamente desarmados contra ataques de piedra. Por eso, no es de extrañar que la pobre muchacha del primer camión que iba armada saliera herida en la cara. Por eso, no es de extrañar que al ser atacados con piedras y no tener escudo, casco, chaleco, etc., para defenderse, se defiendan con balas. Tal vez al aire primero, después a las piernas y después a matar. De allí la peligrosidad de meter elemento armado a disolver manifestaciones o desalojar bloqueos. No son aptos para ello, porque no tienen equipo para defenderse de la población civil.

Entre 9 y 10 de la mañana el contingente de soldados (dos camiones y un Pickup) salió de la Guardia de Honor en Guatemala rumbo a Alaska. A la vez, más o menos, salieron 80 agentes de las FEP (Fuerzas especiales de la policía), no dice el informe de dónde. Iban en muchos pickups de la policía. Estas llegarían antes que el ejército al lugar. Deben de haber salido de diferentes comisarías del altiplano. Por lo visto en las fotos, los agentes subieron hasta la pasarela, aunque sus vehículos se quedarían a tres kilómetros más abajo. Cuando llegan los militares el subcomisario de las FEP les hace señales para que se detengan, pero el coronel Chiroy, según el MP, no hizo caso y avanzó. Según el reglamento, los militares debían someterse al subcomisario, jefe de la operación conjunta. Allí, la primera falta del coronel. El coronel en la primera audiencia ante el juzgado negó esto. Pero el juzgado lo ligó al proceso.

El hecho es que la comitiva del ejército llegó hasta 500 metros antes del bloqueo, junto al lugar donde estuvo la Solel Boneh. Allí desembarcaron los soldados, se formaron y luego se dio el enfrentamiento con los manifestantes. Según el MP, el coronel abandonó a su tropa cuando hizo dar vuelta a uno de los camiones y a su pickup, que no fueron quemados. Allí, la segunda infracción del coronel. Por eso, sólo un camión fue quemado. (El coronel argumentó ante el juzgado que salió para sacar un herido).

Aclaración del MP: una investigación detallada pero incompleta

El MP ya no detalla cómo se dio la refriega. Le interesa dar resultados balísticos. Le da más importancia a lo técnico que a lo testimonial. Presenta uno por uno el diseño del curso de las balas en los fallecidos. A José Eusebio Puac Barreno la bala le entró por la espalda y le salió por el corazón. A Santos Nicolás Hernández Menchú le entró por la espalda y le salió debajo del corazón. Otra le entró por la nalga y allí se le alojó. Además de este “indicio alojado”, le quedaron otros en la espalda. Estos dos recibieron las balas de espalda. Probablemente, estaban huyendo. Los siguientes, las recibieron de frente. Tal vez estaban tirando una piedra, como David a Goliat. A Rafael Nicolás Batz Menchú le entró por el abdomen y no le salió: “indicio alojado”. A Jesús Baltazar Caxaj Puac por el abdomen también, pero le salió encima de la nalga. A Arturo Félix Sapón Yax de frente al corazón y le salió por la espalda. Y al último, Jesús Francisco Puac Ordoñez, de frente por la ingle y le sale por la nalga. De los seis fallecidos, es importante anotar que en sólo dos les quedaron los “indicios alojados”, necesarios para identificar de qué fusil fue disparada la bala.

El MP sólo presenta la investigación de los seis. Además, sabemos los nombres de otros dos, uno Domingo Pascual Solís, que murió en Quetzaltenango, y Jesús Domingo Caniz. Del segundo no hemos obtenido la confirmación. El 27 de octubre apareció el cuerpo de un tercero, desaparecido, según comunicado de Los 48 Cantones, desde el 4 de octubre: Domingo Pablo Puac Vásquez. Sin embargo, a la fecha no hemos podido conocer el informe del INACIF. Los 48 en su comunicado del 29 le exigen al Presidente la investigación de su muerte y le dicen “Comandante General [del ejército que] masacró a nuestros hermanos maya k’iche’”. Porque el presidente es el comandante general del ejército.

Los informes del INACIF son clave, pero si no hay personas que vigilen pueden ser amañados. En la noche del 4 esta institución informó que uno de los seis, que tal vez era el quinto que mencionamos, había muerto de “paro cardíaco”. Cuando los presentes oyeron el resultado se enojaron mucho. El técnico dijo que por la bala se le había parado el corazón.

Por la investigación de los fusiles se dedujo que siete de ellos dispararon. Pero sólo en un caso se pudo probar que había “coincidencia balística”, es decir, la bala de qué fusil mató a quién: fue el segundo que mencionamos atacado por detrás. El “indicio alojado” demostró que pertenecía a las balas disparadas por el fusil que llevaba uno de los soldados del pickup blanco del Coronel. En el otro caso de “indicio alojado” supongo que el indicio no fue suficiente.

De los siete soldados que llevaban esos fusiles dos pertenecían al pickup del coronel, tres al primer camión (el verde que fue quemado) y dos al segundo camión (el blanco), que fue sacado del enfrentamiento. No está claro, no lo dice el MP, si el segundo camión se volvió vacío o con soldados. Lo claro es que siete de los 13 elementos armados dispararon y que estos pertenecían a los tres vehículos.

El caso del soldado de la famosa foto es interesante, porque él iba en el segundo camión e iba desarmado. Se ve en la foto que lleva el casco antimotines y las polainas de protección, etc., aunque se ha quitado los guantes y las defensas de los brazos para poder manejar el fusil. Ese fusil no le pertenecía, sino que era de la muchacha soldado, quien era elemento armado y pertenecía al primer camión. Ella iba armada, pero no protegida contra piedras y fue herida por una pedrada, ocasión que el soldado desarmado de la foto aprovecha para agarrar el arma de la compañera y atacar.

Por fin, es de notar que en el área del camión de cemento quemado no encontró el MP ni elementos biológicos (sangre), ni balísticos, ni lacrimógenas. Es el lugar donde se dijo en las primeras noticias que había empezado el enfrentamiento por el disparo de un guardia de seguridad privado. Este lugar se encontraba a 500 metros, muy lejos, del lugar del enfrentamiento, donde se encontró la mayoría de indicios de los tres tipos.

En suma, el MP comprobó fehacientemente la responsabilidad del ejército en la masacre. Los soldados dispararon y mataron con esos disparos. Y el coronel fue responsable de varios delitos, según el MP. Los principales, no obedecer el alto de la PNC y abandonar a la tropa. Con este dictamen, aunque se realizaba una investigación como nunca se había hecho antes de la participación de la tropa en una masacre, se cortaba la cadena de mando hacia arriba, atribuyéndole al coronel toda la responsabilidad al declararlo desobediente de su superior policial. Algo que deja mucho que desear, más aún conociendo todo el despliegue de fuerzas que el MP utilizó para la investigación. Muchas cosas quedan por armar, no sólo la línea de mando.

Para concluir es notable cómo la tropa y el mando que se utilizó fue de elementos indígenas. Constan sus apellidos. Más de dos tercios de ellos son claramente mayas. El otro tercio, puede serlo, pero por la sola inspección de los apellidos no se puede determinar con seguridad. Y el comandante también indígena. Por un lado, nos recuerda el conflicto interno armado en que se entrenaba tropa indígena para matar a indígenas, cosa que hoy suele sacarse como argumento para probar (falsamente) que no hubo genocidio. Y por otro lado, a la hora de deducir las responsabilidades, ¿quiénes son los condenados? Los miembros de los pueblos indígenas. Así funciona el racismo en Guatemala.

Organización de Los 48 Cantones: su fuerza

Según un comunicado de apoyo de más de 25 organizaciones europeas, canadienses, norteamericanas y guatemaltecas fundamentado en datos de la Secretaría General de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), el Informe de desarrollo humano y del Central American Business Intelligence, el departamento de Totonicapán se acerca ya a casi medio millón de habitantes, con un 97% de población indígena de origen maya. Es uno de los departamentos con menor tasa de homicidios (6 por 100 mil habitantes en 2011, frente a la tasa nacional de 39 por 100 mil). Algunos analistas han explicado la poca violencia de la región vinculándola con el grado de cohesión local que se ha logrado mantener por la fortaleza de su organización indígena tradicional, una de cuyas expresiones son los 48 Cantones del Municipio de Totonicapán.

Este municipio, que es la cabecera departamental, ha de tener unos 130 mil habitantes, con un 97% de población indígena y un 53% de población rural. Su fuerza estriba en su organización de raíces indígenas tradicionales. Pero también en otros factores, como son, nos parece, a) el número de habitantes; b) la mezcla del alto porcentaje de población urbana consciente, estudiada, profesionalmente preparada, que difícilmente se deja engañar, con una población rural, artesana y campesina, que tiene la experiencia migratoria a los EE.UU. y ha mejorado su nivel de vida, por ejemplo, con electrodomésticos; c) la riqueza hidráulica de sus cientos de nacimientos de agua (tal vez hasta mil) y de la red de tuberías que amarra a la población para explotar ese recurso, darle mantenimiento y defenderlo a como dé lugar frente a las amenazas como la minería, las leyes de privatización del agua, etc.; d) el recurso boscoso de sus terrenos comunales y, por fin, e) la cercanía de la carretera Interamericana que en determinado momento pueden bloquear. No es una organización de clase, aunque la mayoría de sus integrantes son pobres, ni una organización campesina popular con alcance nacional, como el Comité de Unidad Campesina (CUC), ni una organización con la experiencia de nexo con las organizaciones guerrilleras del tiempo de la guerra. Nunca sufrió una masacre, como las del Quiché. Es una organización territorial con identidad en la historia de la lucha contra los tributos en 1820, cuando uno de sus líderes, Atanasio Tzul, fue coronado como Rey... al mismo nivel que el rey Fernando de España. Esta territorialidad saca de quicio al gobierno nacional, cuando le exigen venir a Totonicapán a las negociaciones y no aceptan gente de segunda o de tercera, sino que quieren hablar con “los meros meros”. Pero también a organizaciones populares que comentan que Los 48 sólo luchan por sus cosas y no estuvieron, por ejemplo, en la marcha de las Verapaces a la Ciudad Capital.

Para captar el estilo de su fuerza identitaria oigamos lo que nos decía un amigo de Totonicapán:

“Los títulos del pueblo... A esos títulos no tiene acceso la población. Se revisan solamente dos veces al año. En Toto decimos que una persona que ha cumplido con su pueblo es la que ha visto los títulos del pueblo dos veces. Porque cuando uno llega a ser alcalde o alguacil, delegado de baño o delegado de recursos naturales, es obligatorio estar presente en la revisión de los documentos del pueblo. Eso se hace en el mes de junio y en el mes de diciembre, antes del cambio de las autoridades. Allí encuentra uno el título de los bosques de los Altos, el título donde está asentada la cumbre María Tecúm, al pie de donde están las aldeas Barreneche, La Esperanza, La Concordia. Prácticamente toda la parte del bosque está rodeado por las comunidades Chimente, Tzanixnam, Maktzul, Pachoc, Chomasan, Panquix, Rancho de Teja, Pacapox, Chuicaxtun, Chipachec. Entonces, en la bóveda de San Miguel, allí en la auxiliatura, se guardan y se hacen los turnos de 24 por 24, para cuidar esos títulos, aunque aparentemente lo indígena ya no existe dentro del pueblo. Esa bóveda tiene cuatro llaves. Una llave la tiene el alcalde de la primera quincena, otra llave la tiene el presidente de los alguaciles, la otra la tiene el presidente de la Junta directiva de 48 y la otra el Regidor cuarto”. Yo puse esa palabra, “aparentemente”, en cursiva, porque Toto no es un municipio folclórico turístico, pero tiene esa fuerza indígena oculta en sus luchas, tan oculta que observadores superficiales ven en ellos terroristas o turbas desorganizadas.

La autoridad máxima es el Consejo de los 48 Cantones. Es un equipo de 45 personas de cinco Juntas directivas, nueve personas por cada una. La cabeza visible es la Junta de los alcaldes, “pero las decisiones siempre se toman con las cinco directivas y las cinco asambleas”. Las Juntas directivas son la de los alcaldes, la de los alguaciles de primera quincena, la de los alguaciles de segunda quincena, la de los delegados de baños y la de recursos naturales (agua, bosques...) Cada junta tiene una asamblea de 48. Cuando se juntan las juntas directivas y las cinco asambleas son en teoría 240 personas. Todos con su señal de autoridad, la famosa vara con cabeza plateada, que es un símbolo antiquísimo de los pueblos mayas, aunque entonces tuviera otra forma. Sin embargo, cuando se reúne la asamblea de autoridades, por ejemplo para la elección de las juntas directivas en noviembre de cada año y tomas de decisiones importantes, el número supera los mil doscientos, aproximadamente.

Negociación rota y tapar la carretera

Descontentos con el servicio de energía eléctrica, por las alzas de tarifas, porque se va la luz y se queman los electrodomésticos, porque les cobran alumbrado público sin dárselo, etc., comenzaron la negociación “despuesito de Semana Santa” de 2012 haciendo llegar a Totonicapán al ministro de Energía y Minas, a la representante de la comisión de Energía Eléctrica y al directivo de Energuate.

La empresa española Unión Fenosa vendió la totalidad de sus acciones al fondo de inversiones inglés Actis en mayo de 2011 y en agosto de 2012 cambió de nombre en Guatemala de DEOCSA y DEORSA, distribuidoras del occidente y oriente del país, por Energuate. Un twitero comentó la noticia con gracia: “QUÉ BIEN... ahora que los británicos son los accionistas, SEGURO que la energía eléctrica BAJARA DE PRECIO!!!... así como nos bajaron Belice”. Es decir, nos despojaron de Belice.

La reunión, pues, fue en el salón de usos múltiples y “yo calculo –me dice alguien– que había aproximadamente 2,500 personas”. Estaba la corporación municipal también y apareció que había una deuda de la municipalidad con Unión Fenosa. La gente no se aclaró dónde se había perdido el dinero que habían pagado, si se lo había robado el Alcalde municipal o Unión Fenosa. La reunión no dio frutos. Se tuvo una segunda y una tercera reunión. Pero ya en esta última, los altos jefes mandaron representantes. Entonces, Los 48 “les dijeron a los representantes, ‘Señores, el negocio no es con ustedes, sino con sus jefes. Con ustedes no vamos a negociar. O vienen sus jefes o hasta que nos confirmen que van a venir, ustedes pueden irse libres”. Ellos presentaron una denuncia contra Los 48 pero llamaron a sus jefes y estos prometieron llegar a los ocho días. Sin embargo, no llegaron. Toda la gente se fue molesta y más molesta cuando a los ocho días no llegaron los señores. Así fue como “la asamblea de los 2 mil y fracción de gentes tomó la decisión de llevar un petitorio a Guatemala y para que les atiendan bloquear la carretera”. Pero todavía “se hicieron asambleas comunitarias en donde se preguntó: ‘¿vamos a tapar la carretera o no vamos a tapar la carretera?’”. Así se tomó la decisión.

El petitorio, además de la mejora de la energía eléctrica, incluía otros dos puntos: rechazo a la reforma educativa que añade dos años a la carrera de maestros y rechazo a las reformas constitucionales, que incluyen un articulado sobre los pueblos indígenas que despierta desconfianza.

Tradición de lucha

Para no ir muy lejos, las principales luchas frente al Estado de los 48 Cantones han sido cinco o seis en los últimos años. Siempre con una delegación en Guatemala y un acto de presión en la carretera. El primer “levantamiento” en la época democrática fue en tiempos del Presidente Vinicio Cerezo (en 1987), cuando se modificó la ley del Impuesto de valor agregado (IVA –decreto 60-1987) y la gente de Toto se metió a la Administración de Rentas, sacó los formularios de pago de impuestos y los quemó. El IVA, sin embargo, es un impuesto que automáticamente viene incluido en todos los artículos de consumo. No necesita formularios. El segundo, después de la firma de la paz en tiempos del Presidente Arzú cuando se aprobó la ley del Impuesto único sobre inmuebles (IUSI). “Yo llamaría los dos últimos levantamientos de Toto en razón del tributo al final del siglo XX”.

Ya en el siglo XXI, “otra vez la conflictividad por el IVA” en 2001, que se subía de 10% a 12%. El Estado decretó estado de sitio para todo el departamento, aunque sólo la cabecera se hubiera involucrado en la protesta. “La protesta, igual que ahora, era pacífica, pero alguien la agarra en contra de los diputados y le queman la casa al alcalde. Buscan la casa de los funcionarios municipales que lamentablemente han estado vinculados al partido que siempre ha estado haciendo las modificaciones.” El alcalde era Edgar Arévalo y el diputado Iván Arévalo. Los dos hermanos (no indígenas) han estado gobernando los últimos 20 años en Totonicapán. Aquí se muestra la tensión entre la autoridad municipal y la autoridad consuetudinaria. A la vez se ve de dónde le viene a Los 48 su principal debilidad. Le viene de la autoridad municipal controlada por los partidos políticos, especialmente el FRG y después el PP.

El segundo “levantamiento” del siglo se da en el 2004, cuando se empieza a conocer el tema de los Derechos de los Pueblos Indígenas. Se da el famoso caso Chi Yax. Tres muchachos de fuera se meten a una casa y le roban el equipo de sonido a una familia adventista que se había ido al culto. La comunidad de Chi Yax se junta y les quitan los bienes a los ladrones, les queman el carro y los entregan a la Policía. Ya estaba firmado el 169 [Convenio 169 de la OIT Sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes] y se logra un acuerdo entre las autoridades de Los 48 y el sector justicia (Organismo judicial, MP, PNC, Instituto de la defensa pública penal) teniendo como garante a la Procuraduría de los Derechos Humanos, para que la comunidad los juzgue. La comunidad los juzga y no los mete a la cárcel, sino que les impone el trabajo de ayudar en la construcción de la escuela de Chi Yax. Los muchachos pidieron perdón a la comunidad y después de un mes regresaron a sus casas en Cantel y Momostenango.

El tercero, en 2005, fue sobre la minería, cuando se obstruyó el paso de un cilindro que iba para la mina Marlin de San Miguel Ixtahuacán. En ese entonces se llegó a un acuerdo con el gobierno, el cual suscribió un compromiso de cancelar toda licencia de reconocimiento, exploración y explotación minera en el departamento y de no suscribir ninguna otra. Es un compromiso del que el pueblo puede hacer uso, ya que el gobierno no lo hizo a nombre de él, sino a nombre del Estado. Se firmó en presencia de Monseñor Víctor Hugo Martínez, entonces Obispo de los Altos. El vicepresidente Eduardo Stein vino a firmarlo.

La política nacional: su debilidad

Dijimos que los partidos políticos, a través de la municipalidad, recortan el poder de Los 48. Primero que todo, lo dividen al luchar por el voto de mil maneras y halar a la población por un lado y por otro. Una señal de esto se dio en las elecciones de 2011. Los números hablan. Para la elección de la corporación municipal el gobernante PP sacó 11,315 votos (31%); la UNE-Gana, 9,338 (26%); Líder, 4,670 (13%); Creo, 4,338 (12%); Viva, 1,782 (5%); Victoria, 1,651 (5%); Pan, 921 (3%) y Casa, 595 (2%). ¡Ocho partidos peleándose por la población! La deshacen, a no ser por una actitud que hay en Los 48 de respetar la decisión de su gente en este terreno, aunque en otros terrenos, como los mencionados arriba, se exija el respeto a la autoridad comunitaria. Sin embargo, aunque se haga esa distinción, no puede menos de influir un campo en el otro. Segundo, el resultado de la elección, en este caso a favor del alcalde del partido gobernante (PP), Miguel B. Chavaloc, engancha directamente a la municipalidad con el diputado Iván Arévalo, quien a través del funcionario indígena mantiene su control de años de la municipalidad. Ya no es su hermano Edgar Arévalo el alcalde, pero da lo mismo, porque el alcalde es Chavaloc, quien fue su concejal y utiliza el poder de los hermanos Arévalo en el gobierno para prometer cuanto proyecto pueda en función de disminuir la autoridad de los alcaldes comunales. Por eso, el día después de la masacre, cuando Totonicapán hervía de dolor y enojo, muchos temieron que algunos se desbordaran y fueran a quemar la municipalidad, acto que fue controlado por las autoridades comunitarias. Para entender ese enojo y frustración hay que oír lo que una viuda le decía en kiché a gritos en el hospital a su marido muerto: “¿Jas kinbij in che la ak’ojol chi are le gobierno xekamisanik, are le gobierno le uj mismo xeqatuyub’a’?” (¿Qué le voy a decir a tu hijo? ¿que el gobierno los mató, ese gobierno que nosotros mismos sentamos?). Aunque en la segunda vuelta Otto Pérez Molina no ganó en el municipio de Totonicapán, sí logró un 45% y, por lo que decía la viuda, su esposo había sido de esos que lo llevaron al poder. Tercero, la fuerte presencia del partido gobernante en Totonicapán ejerce su infiltración continua intentando comprar a todo nivel a las autoridades comunitarias para controlarlas o incluso, como lo he podido oír, para despeñarlas en acciones violentas. Estas son las limitaciones concretas de Los 48 de las que la gente en Totonicapán es muy consciente, tratando de superarlas.

Balance final

Creo que después de la masacre ha crecido la opinión de que en el país hay una intensa conflictividad social y que esta va en crecimiento. Como ya expuse, las derechas tienden a expresar que los líderes trasnochados y frustrados son su hilo conductor. Yo quisiera disentir y ofrecer algunos factores que están detrás de esta situación que algunos llaman anarquía y crisis de gobernabilidad y otros auge de la resistencia popular.

Primero, como mar de fondo, está la situación de marginalidad de grandes poblaciones empobrecidas que no viven el “estado de Derecho” porque se encuentran privadas del derecho a la salud, del derecho a la tierra y al empleo, del derecho a la vivienda y a los servicios (agua potable, energía eléctrica...), etc. Hay desnutrición que clama al cielo.

Segundo, se da la penetración de un capital trasnacional que se lanza con voracidad sobre los territorios. Hay sociólogos que afirman que cuando las fuentes de nueva acumulación de capital (lo que Marx llamaba acumulación primitiva del capital) y los procesos que conllevan son territoriales, nunca han dejado de ser violentas (la fiebre del oro en California, la extracción de petróleo en la URSS y Rusia ahora, las minas de carbón en Inglaterra y Gales, las minas de diamantes en Sudáfrica y Namibia...) Estos capitales son aventureros y dispuestos a todo, aunque sus contrapartes nacionales los presenten como vehículos del desarrollo.

Tercero, dentro de la población pobre hay sectores que se han ido superando, tienen más educación y más conciencia, saben, por ejemplo, leer las complejas facturas eléctricas... y se encuentran en todas partes del país. No se les da atol con el dedo. Estos sectores lideran las protestas, sin necesariamente estar formando una organización popular nacional, ni haber tenido la experiencia del conflicto armado. Dentro de ellos hay mucho joven entusiasta, atrevido que, como se puede ver en algunas fotos, están apedreando a los antimotines del ejército carcajeándose. Estos sectores están espontáneamente utilizando sus organizaciones territoriales comunitarias, a nivel de aldea o, como en Totonicapán, de municipio. Por eso, los focos de conflicto son muy localizados, aunque como digo, exista ese mar de fondo de la pobreza que los comunica y de la conciencia de que están marginados del estado de Derecho y que, por lo tanto, la legalidad tiene poco sentido para ellos.

Cuarto, el hilo conductor o más bien la malla que conecta todos estos focos son los medios de comunicación, no sólo la prensa y la TV, sino sobre todo el celular, a través del cual fluye la lengua nativa y se confirman los hechos. La masacre de Totonicapán, el intento de encubrimiento (mentira) del presidente y de sus ministros y el juzgamiento de los soldados es una noticia que llega al Petén, no sabemos cómo, pero llega, y envalentona a una aldea de La Libertad a retener a 21 soldados (¡21 soldados se dejaron retener por ocho horas!) y llega a San Marcos, donde también agarran a rehenes para que suelten a un compañero... Y así seguirá, probablemente. A lo que hay que añadir que son los medios de comunicación con el impulso que dan al consumismo los que están generando una explosión de expectativas, eso sí, muy mezclada, porque fomenta también la criminalidad delincuencial, la ensoñación que está detrás de la migración al norte (no sólo la pobreza) e incluso el deseo sexual que se revuelca con la violencia en forma de violaciones y aun femicidios u homicidios de adolescentes después de la violación. La globalización no sólo abre la compuerta a la voracidad de la inversión aventurera, sino a las figuras de una sociedad inalcanzable pero fuertemente deseadas y acariciadas.

Quinto, el debilitamiento del Estado que aunque cada vez consuma un mayor presupuesto, carece de los cauces institucionales para resolver las crecientes demandas de las gentes, ya sea porque fiscalmente está maniatado por una sociedad racista y dura que no quiere abrir la mano para pagar impuestos –aunque sí quiera un Estado fuerte para reprimir movimientos sociales “peligrosos”–, ya sea porque está empantanado en la corrupción que insensibiliza a los funcionarios frente a los pobres, ya sea porque encubre la verdad a los ciudadanos, ya sea porque se encuentra en una guerra contra el narcotráfico. Un Estado –no sólo un gobierno– débil, que tiene la tendencia a esconder su debilidad con golpes violentos, como sucedió en la cumbre de Alaska, más si el gobierno es azuzado por sectores sociales conservadores y racistas que quieren encubrir la responsabilidad social que tienen a través de la exaltación del estado de derecho y del castigo a quien transgrede la ley. Para ellos la gente que protesta y toma las carreteras como medida de presión son turbas enloquecidas, sedientas de linchar a los soldados, delincuentes radicales, líderes que no han superado el síndrome del conflicto interno armado. Proclaman mucho la necesidad de resolver las cosas por medio del diálogo, pero ¿qué diálogo? El que es sólo una táctica dilatoria y distractora que no resuelve sus problemas, porque los hacen dialogar con los dados cargados y en el diálogo nunca están presentes los verdaderos responsables de los problemas y de las crisis.

Un sexto factor es la creciente legitimación de la resistencia, por encima de lo que digan las leyes, ya que el estado de derecho, como decimos arriba, no es para todos. La admiración, incluso en los círculos académicos, de lo que en inglés se llama agency (carácter activo de los sujetos), término difícil de traducir, el rechazo a la conceptualización de los oprimidos y reprimidos (masacres) como víctimas pasivas, la desconfianza, por eso, incluso a la palabra “mártires”, el enaltecimiento de la lucha de los civiles frente a los guerrilleros... Hay una apreciación que saca del foco de la atención a la ley para centrarla en la justicia y levanta la causa de la resistencia de los pueblos, si no usando el símil de David que mencioné arriba, sí el de Jun Junajpú derribando al Guacamayo soberbio con un cerbatanazo en la quijada. La población de Totonicapán ve a los masacrados como héroes que ofrendaron su vida por el bien del pueblo, aunque tal vez murieron con una piedra en la mano, atravesado su pecho por una bala... Eso nadie se lo puede sacar de su sentimiento. No se ve si estaban delinquiendo por obstruir el paso a los vehículos. Se estaban defendiendo contra el ejército y aunque este mató, ellos ganaron la batalla porque los hicieron retroceder. No creo yo que con ello supriman la compasión por la muchacha soldado que fue herida en la boca. De fondo está, creo, la sensación de que “no tenemos derecho al Derecho”, como escribió un columnista. No se niega el valor de la ley, pero por encima de la ley está la justicia. Idea peligrosa, porque cualquiera puede proclamarse intérprete fiel de ella y al luchar por la causa propia se puede pisotear el derecho de los demás, pero que, sin embargo, nos orienta a buscar el fondo de las cosas.

Séptimo y último, está todo el mundo del crimen organizado y del narcotráfico, ya mencionados, que debilita al Estado en cuanto pretende ser como un Estado, ya sea enfrentándose a él, ya sea penetrándolo desde adentro o las dos cosas a la vez, con el peligro de que las fuerzas de seguridad confundan voluntaria o intencionadamente a la resistencia legítima con esas otras manifestaciones de la violencia organizada.

 

Ricardo Falla es antropólogo y sacerdote jesuita. Le ha dedicado varios libros a la descripción y el análisis de las masacres del conflicto armado de Guatemala.

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