Debemos profundizar un poco más en la noción de comunistarismo que hemos manejado, tomando como referencia la conceptualización de Mouffé en su propuesta denominada democracia radical. En efecto, se trata de un problema del tipo de ´contrato´ que la comunidad pueda establecer, y dicho nivel de ´profundidad´ es el aspecto que nos obliga a utilizar las categorías ´micro-macro´ en relación a la profundidad, formalidad y origen de los mecanismos contractuales.
No se trata solamente de preguntarse, como lo hizo Gramsci, sobre ¿Cómo teorizar sobre estructuras políticas de poder capitalista que no existían en la Rusia Zarista? No se trata únicamente de generar una demarcación entre el ´marxismo del este´ y ´el marxismo occidental´ con interés en teoría política y el marxismo ortodoxo de método (esfuerzo que muy bien hace Perry Anderson). Es que se trata de plantear ´el cómo´, el ´por dónde´; el ´Qué hacer´ de Lenin pero sin la receta soviética comunista. ¿De qué estamos hablando? Hablamos de plantear formas alternas de organización política que puedan profundizar mecanismos de la democracia liberal, sobre todo en contextos donde ésta última se ha visto descalabrada. Estamos hablando de momentos ´límite´, donde la destrucción del marco civilizatorio tradicional se avisora como inevitable.
Citar aquí a Stefan Zweig es obligatorio, en particular con aquello que Zweig llamaba: ´la época de la seguridad´. La Europa de las entreguerras, ésa que de a poco se derrumbó ante la llegada del fascismo, fue la Europa de Beethoven y Kafka, de Mahler, de Wittgenstein y Lukács, la de Hermann Broch, la de Jospeh Roth y la de Freud. Esa Europa que conoció y leyó a Thomas Mann hasta Hofmannstahl, pasando por Ravel, Romain Rolland, H. G. Wells, Richard Strauss, Toscanini, Jakob Wassermann, Bela Bartók, James Joyce, Alban Berg, Paul Valéry, Franz Werfel, André Gide y Roger Martin du Gard… pues esa Europa que floreció con los mecanismos políticos ´burgueses´ se haría cenizas. Se lo comenta muy bien Zweig a su amigo Alfredo Cahn en una carta fechada muy cerca del día en que Zweig se suicidara. Decía Zweig, con respecto a la nube del nazismo que “La mentira extiende descaradamente sus alas y la verdad ha sido proscripta; las cloacas están abiertas y los hombres respiran su pestilencia como un perfume”.
Y los mecanismos políticos de representación poco pudieron hacer. Pues como lo reconoce León Blum en un artículo publicado en el periódico L’Humanité: … ´los comunistas no hicieron alianza con los socialdemócratas para detener a los nazis en el Bundestag dado que Moscú no lo permitió’ Y los socialdemócratas, afirmaba Zweig, ´aunque odiaban a los nazis en realidad, poco hicieron para evitar el ascenso al poder de estos pues esperaban que eliminaran al partido comunista’.
Entonces, frente a un marco civilizatorio europeo que se hacía añicos cada dos décadas, la judería europea que emigró a la Palestina del mando británico debió buscar formas organizativas ´para empezar de cero´. Y la judería europea que arribó posterior a 1945 y conformó el moderno Estado de Israel, mantuvo la misma forma organizativa (hasta muy bien entrada la década de los años setenta) de comunidades agrícolas, sin la existencia de propiedad privada, sin jerarquía alguna, con una división de trabajo que no distinguía entre los sexos y con un contexto de participación ´democrática´ (radical) directa.
¿Por qué? Porque como la afirma Avineri, ´Había que borrar los residuos de sociedad estamental´, pero además agrega, si en algún momento se tomaría el modelo político propio de la tradición europea occidental de los últimos 50 años (el de las libertades políticas, discusión, representación, asambleas y partidos políticos) su anclaje y su fuente vital estaría para siempre, en la comunidad más básica y menos, al servicio de los estamentos´.[1]
¿Significaría esto entonces que es necesario un período de aprendizaje en particular, −si cómo tanto lo hemos dicho− estamos frente a una sociedad de estamentos o del tipo ´Viejo Régimen´? Es una pregunta que no me atrevo aquí a responder.
Pero, el reconocimiento de Roma y Jerusalén implica, para toda vertiente filosófica, tomar en cuenta que ´de los pobres y los débiles no nos podemos olvidar (Jerusalén) y que todos, (en particular en el contexto de democracias de élites), todos estamos obligados a jugar bajo las mismas reglas (Roma). Olvidar estas dos categorías, particularmente cuando los mecanismos democráticos y las libertades políticas son aceptadas, tiene implicaciones graves.
¿Qué termina siendo una democracia-liberal-republicana si se construye bajo residuos estamentales? Pues la forma de eliminar la idea central de lo público y el interés comunitario como la raíz de todo entramado institucional. ¿Es por ello que los partidos políticos no vinculan y se hacen clubes privados? ¿Es por ello que los poderes políticos se personalizan? ¿Es por ello que los movimientos de sociedad civil no organizada responden sólo al tema fiscal?[2] ¿Es por ello que no existe en nuestro contexto la obligatoriedad del ´bien cívico máximo´? ¿Es por ello que el sistema tiende a privatizar las ganancias pero colectivizar las pérdidas? ¿Es por ello que en nuestro contexto ni derechas ni izquierdas son institucionales (en su mayoría)?
Es posible. Muy posible.
[1] Esta cita, igual que la anterior provienen del texto The Social and Political Thought of Karl Marx, escrito por Shlomo Avineri. Avineri es profesor de Ciencias Política de la Universidad Hebrea de Jerusalem.
[2] Cuestión interesante en el espectro político local. Si los impuestos no se suben, pues a nadie le importa la transparencia pero si los tocan entonces, el tema del ´buen uso´ ¿Es sí ahora importante?
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