¿Por qué hay olas en Guatemala?

Quien lee la Plaza hoy por hoy se encuentra con problemáticas que pocas veces ocupan un lugar en los periódicos tradicionales, y se entera de aquello que tal vez no se quiere decir en las páginas de otros medios escritos.  

A otros, yo incluida, se nos invitó a ser parte de las filas de este periódico, o más bien de la columna superior derecha de la página virtual que todos los días da algo nuevo, para alegría de muchos. Aunque la inexperiencia era todo lo que en lo personal tenía, las palabras de Juan Manuel Arce (el columnista que seguimos leyendo con fecha actual), era algo que quería mantener claro mientras esta columna tuviera vida. “Qué solo se queda el individuo (el o la columnista) con su dignidad, con su opinión y con su desinterés”, decía en su Diario de un escribiente, mientras razonaba cómo era que en Guatemala las columnas eran o un derroche de elogios o silencios cómplices. En nuestro país, los periódicos no han sido espacios abiertos en los que se pueda decir todo lo que se piensa, sobre todo si eso va en contra de lo que se esperaría leer en un periódico tal. Pocos y muy valiosos son los columnistas que nos muestran día a día, con su ejemplo,  cómo compartir una opinión, abrir un debate serio, ir a la raíz de los problemas que tenemos como sociedad y como Estado, y que nos animan a otros que comenzamos a no dejar de ser quién se es.

La pregunta que me hace Raúl Maas, un investigador del Instituto de Ambiente y Recursos Naturales de la URL de quien he aprendido mucho y sobre todo cómo reírme bastante y sin excepción, me hace pensar en la necesidad de nunca perder de vista, a la hora de escribir, el porqué de hacerlo. “¿Por qué hay olas en Guatemala? ¿Por qué las coyunturas políticas existen? ¿Qué es lo que permiten que salgan como las olas?” me cuestiona después de haberme contado cómo era la vida en la Escuela Nacional de Agricultura y en la Facultad de Agronomía en la San Carlos en los años ochenta.  

Respondo que las olas existen, al igual que las noticias y las coyunturas, porque hay personas que permiten que se publique a diario a costa de ellas, hay muertes que se convierten en hechos salpicados de estadísticas frías, niños y sus padres con hambre que se vuelven reportajes lejanos. Hay sufrimiento y hay injusticia, pero también hay una política que pocas veces responde a las necesidades reales de la sociedad. Al final siempre se trata de la humanidad y de cómo construir una vida opuesta a la que estamos viviendo hoy. 

Feliz primer año a Plaza Pública y a todo el equipo que hace, desde lo cotidiano, un periodismo diferente. Que nunca se olvide que al final es la persona humana, nuestra sociedad y su historia la que se quiere transformar.