Una historia contada por la “subalternidad” diría Emmanuel, un amigo nicaragüense que nos acompañó a verla. Fue un relato que presentaba el conflicto salvadoreño desde personas involucradas desde la base del movimiento, no expertos fríos y analistas distantes.
“El cielo abierto” es también un compendio vivo del sufrimiento de una población que padece las injusticias estructurales de un sistema político y económico desde hace tantas centenas de años. Es también el abrir las llagas, que no terminan nunca de cicatrizar, de lo que se vivió en el conflicto armado en El Salvador. De las violaciones sexuales, de las torturas crueles, de las desapariciones, de los reproches que algunos se hacen a sí mismos, pero también es la historia de resistencia y convicción en una lucha.
Al presentarla en Guatemala, era imposible no pensar en nuestra historia. El nombre de Monseñor Gerardi era como un murmullo que escuchábamos muchos de nosotros mientras mirábamos las imágenes de las homilías en El Salvador, las fotos que guardan aquellos que lo conocieron personalmente, los recuerdos de las mujeres y los hombres del campo que ponían a cierta hora el radio transistor para escuchar las palabras de su pastor. Al final de cuentas, una historia de terror compartida entre Guatemala y El Salvador.
El día anterior discutíamos con Emmanuel el texto de la nicaragüense Ileana Rodríguez, “Operación Pájaro: Expediente 27,1998. Obispo Gerardi: Enemigo del Estado; marcado para ser eliminado”. Es un trabajo sobre la crónica periodística de Francisco Goldman, “Material Humano” de Rodrigo Rey Rosa y “Insensatez” de Castellanos Moya. Durante la proyección del documental, dos ideas me daban vueltas en la cabeza.
Ileana Rodríguez plantea que la sociedad guatemalteca es una sociedad que vive entre lo sicótico y lo perverso (es decir como el “rehusar acatar la ley y abandonarse al placer”, una forma como lo entiende Freud) de una historia que es la continuación adaptada de la violencia que se vivió en el conflicto armado. El “perverso” imagina una ley y vive una ley imaginada por él mismo que le produce placer. No es difícil entender, desde este reflector, el conflicto en el Polochic.
La segunda idea que quisiera rescatar del texto de Ileana Rodríguez es el resultado de lo que ella llama “los estados criminales”, es decir los estados perversos en donde impera la sin razón. El miedo y el trauma son herencia del estado criminal. Una sociedad miedosa que necesita de la verdad y la justicia (pero que no sabe muy bien qué significa) y es agresiva por la frustración de su situación. Siempre, entonces, volvemos al lugar lastimado del trauma.
La brutalidad sin límites con la que fueron asesinados Gerardi y Romero más parece, dice Rodríguez, una historia de terror que un hecho real. Ellos dos, fueron dos de los miles de pájaros que nos mostraron que el cielo está abierto para todos. Es decir, que bajo el cielo que estamos, la sociedad no debe estar sumida ni en el miedo ni en la frustración que vivimos hoy por hoy. Que nos recuerdan que ante todo está el valor de la vida que no puede ser negado ni por el placer, ni el dinero, ni la crueldad.
Más de este autor