Álvaro Conrado (Alvarito: así lo llamaban sus amigos) cumplió 15 años el 8 de abril de 2018. El 19 de abril vio por televisión a unos jóvenes universitarios que protestaban en contra de las reformas al seguro social nicaragüense y decidió apoyarlos. Dichas reformas afectaban a los trabajadores, que debían pagar más por sus cotizaciones, y a los pensionados, a quienes les recetaban una reducción de sus ingresos.
Tomó el dinero que recibió como regalo de cumpleaños y el 20 de abril se sumó a las marchas. Un asesino vestido de oficial decidió que Alvarito representaba un peligro mayor, así que apretó el gatillo y lo hirió de gravedad. Sus amigos lo llevaron a un hospital aproximadamente a las 11 de la mañana, pero no lo recibieron. Lo llevaron a otro hospital. Ya era demasiado tarde. Alvarito murió desangrado a las cuatro y cuarto de la tarde. ¿Su crimen? Participar junto con cientos de nicaragüenses en las protestas que mostraban el descontento de una parte de la sociedad en contra de las decisiones del presidente Daniel Ortega por una serie reformas al seguro social de Nicaragua.
¿Quién lo mató? Lo mató el oficial que disparó su arma con precisión sanguinaria. Lo mató el Gobierno encubridor, que declaró objetivo de guerra a todo aquel que intentara cuestionar las decisiones dictatoriales. Lo dejó morir el médico que, atendiendo indicaciones directas, le negó el ingreso al hospital por el simple hecho de ser del grupo que manifestaba.
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Al escribir acerca de Alvarito me vienen imágenes de las recientes protestas en Chile, Ecuador y otros países de la región y siento escalofríos porque imagino cuántos Alvaritos están en la calle ahora mismo expuestos a perder la vida. Me da tristeza por los padres y hermanos, a quienes, además de provocarles luto, les han destrozado la vida familiar por la represión desproporcionada y descontrolada de la fuerza armada, cuyo mandato es mantener el orden público, no así matar a civiles como si de una guerra se tratara.
Alvarito era deportista, músico y apasionado de los idiomas. Era un niño normal que se mantenía informado de lo que sucedía en su país. Por eso sus amigos le decían que debía estudiar para ser abogado: porque siempre opinaba y defendía sus ideas. Dicen que preguntaba mucho y que, al enterarse del porqué de las protestas, del incremento de los impuestos y de la precaria situación de los pensionados, escribió un mensaje dirigido a sus amigos que se sumaría a las marchas por amor a «su Nicaragua».
Al momento de recibir el disparo que lo hirió de gravedad, Alvarito les dijo a los compañeros que le prestaban auxilio: «Me duele respirar». Hoy, amigos y amigas de Plaza Pública, recordemos a Alvarito cantando con el artista nicaragüense Carlos Mejía Godoy, quien en la canción Soy Alvarito Conrado escribe lo siguiente:
Soy Alvarito Conrado.
Mi sangre no ha sido en vano.
Viene un futuro mejor.
No me den jamás por muerto.
Estoy vivo y resurrecto
en cada rayo de sol.
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