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“Los migrantes no existen en ninguna parte”

“Pero el boom lo detectamos a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC). El flujo de migrantes se incrementa a números considerables. Ahí, justo ahí, es donde empiezan las desapariciones fuertes”.
“La migración refleja la crisis del sistema económico actual: son los excluidos de los excluidos. Son los que no existen”.
[Oswaldo J. Hernández]
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“Los migrantes no existen en ninguna parte”

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Los migrantes son invisibles. Ante la ley de los países de tránsito, como Guatemala, El Salvador, Honduras y México, muchos de los migrantes apenas existen. Son vulnerables, invisibles para las autoridades, y presa fácil de abusos e injusticias. En esta entrevista, la abogada e investigadora mexicana, dedicada a temas sobre migración, habla de los cambios, las causas, los flujos de personas, los desaparecidos; y de lo poco que hacen los Estados.

Ha dedicado gran parte de su carrera a la defensa de los migrantes en su trayecto hacia Estados Unidos. Una ocupación que hasta 2011, en México, era vista como un delito. Muchas de sus investigaciones, no obstante, han servido para que el Estado mexicano, a través de la presión de la sociedad civil, fuera obligado a reenfocar parte de su política migratoria hacia Centroamérica, logrando una ley que reconoce los derechos fundamentales de las personas en tránsito y obliga a proteger a los que defienden a los migrantes en el territorio mexicano    Robles coordina proyectos de investigación y denuncia en torno a los nuevos fenómenos migratorios de la región, y trabaja en la elaboración de una amplia base de datos sobre migrantes desaparecidos como coordinadora de incidencia del Servicio Jesuita para Migrantes (SJM) en México.

Su función, dice, es el desarrollo de una estrategia de búsqueda de migrantes desaparecidos en los países del llamado Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) y de México. “Ante la ausencia del Estado, de los Estados en general, la sociedad civil es uno de los factores más importantes para que el tema de los desaparecidos sea tomado en cuenta”, dice. En tanto los migrantes se mantienen invisibles para los gobiernos de los países en tránsito, Robles ha intentado verlos como sujetos de derecho y darles un nombre, una identidad, a partir de su trabajo y análisis en torno a estaciones migratorias, centros penitenciarios, servicios médico forenses, hospitales y albergues.

¿Por qué hasta ahora los Estados se están preocupando por el tema de los migrantes desaparecidos?

Creo que tiene que ver con la denuncia que empezaron a realizar las madres. Porque las madres antes no llegaban a México a preguntar por sus desaparecidos. Es más, hace algunos años no sabían ni qué hacer. A  dónde acudir. Con quién hablar. En sus países de origen como Honduras, Guatemala, El Salvador o Nicaragua, iban a decir ante las autoridades locales que no encontraban a sus hijos, pero no les hacían ni caso porque la respuesta era que “bueno, pero no se perdieron acá”. Ellas respondían que se habían perdido en México o en Estados Unidos, y las autoridades les decían: “No es nuestra competencia: búscalos allá”. Es por ello que se empiezan a organizar los familiares de los migrantes desaparecidos desde hace una década. Primero en Honduras, con el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Progreso (Cofamipro); luego en El Salvador, con el Comité de Familiares Migrantes Desaparecidos y Fallecidos de El Salvador (Cofamides). Ahí se empiezan a crear las bases de datos de familiares desaparecidos por primera vez. En México, el Servicio Jesuita para Migrantes (SJM), por aquella época creó una página para tener un espacio donde las madres organizadas pudieran generar datos de sus desaparecidos en México. Empieza así, pero la búsqueda es más reciente. No sólo basta con la base de datos, hay que hacer trabajo de campo para encontrarlos. Hay que recorrer estaciones migratorias, cárceles, hospitales (de Guatemala, El Salvador, Honduras y México)… Luego del inicio de la búsqueda como tal surge el movimiento mesoamericano y crean las caravanas de búsqueda. Los recorridos empiezan en México, a través de organizaciones coordinadas por la red Verdad y Justicia. Además, sobre todo por el tema de las búsquedas, se incluye al equipo argentino forense para tomar muestras de ADN. A partir de la masacre de los 72 migrantes en Tamaulipas, y de los 49 asesinados en Cadereytas, las denuncias y las búsquedas se organizan mejor, se hace presión a los Estados. La búsqueda, desde entonces, se ha dividido en dos dinámicas. La búsqueda en vida y la búsqueda de restos. Los Estados simplemente no pudieron seguir obviando el tema de los migrantes desaparecidos. Pero apenas empiezan.

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¿Los esfuerzos para ayudar a los migrantes se criminalizaban antes de 2011?

Sí. Antes no se podía hacer tan visible el tema. Ayudar al migrante era visto como un delito, un tema de trata o tráfico de personas. No era tan fácil intentar ayudar. Pero no sólo la ayuda, sino que la migración, como tal, era vista como un delito y no como una falta administrativa, como se ha logrado que se vea hoy en día en México. Eso se logra con la creación de la ley de migración en México. Además se reconoce la figura del defensor de derechos humanos en el tema migrante. Se habla también de la responsabilidad de los albergues en el tema. Pero fundamentalmente de los derechos que tienen los migrantes. Desde antes de la ley tenían derechos, claro, pero los funcionarios públicos necesitaban de un papel que validara estos derechos fundamentales, de lo contrario no los aplicaban.

¿Hubo persecución de los defensores de Derechos Humanos de los Migrantes?

Tanto como una persecución de forma sistemática no. Pero todo tipo de ayuda que se brindaba a los migrantes se realizaba de manera subterránea, casi clandestina. Nadie se atrevía a salir hablando de manera pública sobre el tema. No se visibilizaba. Los únicos que tenían perfil alto antes de 2011, era Sin Fronteras, y el Centro por los Derechos Humanos Fray Matías de Córdoba. Pero hubo amenazas, como el caso de Fabian Bennet de Sin Fronteras. Muchos de los que ayudaban a migrantes debían bajar el perfil porque de lo contrario se tornaba peligroso. Después de la masacre de Tamaulipas todo cambia, porque se da un fuerte cuestionamiento internacional a México. Ya no sólo éramos unos cuantos tratando de abordar el tema. Y aunque la ley de migración se venía impulsando desde tiempo atrás, no había voluntad política. La voluntad política se impuso a partir de los asesinados. Hasta que ocurre algo horrible, los políticos reaccionan.

¿El Estado mexicano entró en negación a partir de los señalamientos?

Sí, primero diciendo que no era responsable. Que había sido el crimen organizado. Pero, vamos, que un Estado diga eso…

¿Qué tuvo que hacer la sociedad civil para que el Estado reaccionara?

Pues el tema lo toma la fundación por el Estado Democrático de Derecho y el equipo de antropología forense argentino. Se quería  incidir mediante el litigio. Y la antropología forense daría respaldo a partir de la identificación de restos para respaldar lo legal. El problema se dio en que nadie desde el Gobierno sabía muy bien cómo empezar con los migrantes desaparecidos y asesinados. Comienza la identificación de restos con muchas equivocaciones. Hubo repatriaciones de restos en que en lugar del cuerpo, los ataúdes contenían arena o huesos de animales. O hubo casos en donde se equivocaban de cuerpos, en lugar de hombre enviaban el cadáver de una mujer. Eso vuelve todavía más incandescente los reflectores hacía el Estado mexicano. Pero el punto de no retorno llega con la visita del relator sobre los derechos de los migrantes de la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH), que apenas presentó su informe en 2014. Uno de los temas principales para llamar la atención al Estado mexicano es la desaparición de los migrantes, la tortura, la persecución a los defensores de las personas en tránsito. Y a ello, viene una hecatombe de reclamos en todos los informes de las otras relatorías de la CIDH, como el de comité de tortura, el comité contra la desaparición forzada, y el de ejecuciones extrajudiciales, todos, por separado, hacen recomendaciones a México por el tema de migrante. Los desaparecidos empiezan a preocupar un poco a los gobernantes.

¿Entre tantos señalamientos, México no reacciona negativamente en contra los Estados Centroamericanos?

Sí, en algún momento dijo que eran los responsables de las masacres. Luego cambió el discurso y señaló que había corresponsabilidades. Que eran ambas partes las implicadas. También los Estados centroamericanos estaban muy cómodos con esa postura de “bueno, es en México. Es el culpable”. Cuando estos Estados también tienen parte de la culpa.

¿Cuál era la política de México sobre el tema de migración antes de las masacres?

No había una política como tal. México por mucho tiempo fue visto como “el buena onda”. Tenía buenas relaciones con toda Latinoamérica y Centroamérica, e incluso con los refugiados de la guerra civil española antes de los años 50. México recibía a todo el mundo. En distintas etapas recibió gente. Primero a los refugiados de España. Luego a los refugiados de Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, todos los que tuvieran gobiernos dictatoriales. Esa era la postura: recibir a todos aquellos perseguidos o excluidos por su posición política. También los pensadores rusos se refugiaron en México. Era un gran búnker para intelectuales y los críticos de los sistemas. Además recibía a los refugiados de Centroamérica que huían de la guerra y los conflictos armados de estos países. No había tanta presencia centroamericana  entonces. La migración centroamericana por temas económicos empieza a principios de los años 90. Pero el boom lo detectamos a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC). El flujo de migrantes se incrementa a números considerables. Ahí, justo ahí, es donde empiezan las desapariciones fuertes. La base de datos del SJM empieza en 2007, justo cuando nos damos cuenta de que en realidad es un problema. Eso comienza ahí. Y no había una política migratoria de México hacia los centroamericanos. La política hasta entonces era México-Estados Unidos, por un tema lógico a causa de la cantidad de mexicanos en Estados Unidos. Nuestro problema eran los mexicanos en el exterior, no los centroamericanos en México.

¿Por qué el Tratado de Libre Comercio provoca más migración?

Yo lo contrapongo a lo que ocurrió en México: un retiro de inversión fuerte al campo. Lo que hubo, en cambio, fue una amplia inversión en maquilas. La gente del campo empieza a abandonar sus tierras y se va a los lugares donde está produciéndose la industrialización. Era muy prometedor el sueño de las maquilas, pero siempre hay trampa y al mismo tiempo se dio el fenómeno de las empresas golondrinas que cambian de nombre, se desplazan, cierran y se van una vez que los trabajadores empiezan a reclamar derechos laborales. La gente, ante este panorama, empieza a irse. En Centroamérica ocurre casi al mismo tiempo. Antes del TLC no había un modelo industrializador tan fuertemente establecido. Los países de la región tenían un perfil agrícola, pesquero, artesanal, no tan industrializado.. Pero con el TLC eso se sacude y se cambia por completo el factor de oportunidades. Si te vienen con que el campo no es lo de hoy sino la industria, pues hay que migrar. Además la principal migración que identificamos a partir de ese momento, tras la firma del TLC, era el de los padres de familia, para sostener a sus hijos desde afuera. El segundo flujo, unos años más tarde, y que se vuelve masivo, es el de los jóvenes, en busca de un reencuentro familiar. Y al mismo tiempo cambió Centroamérica. El panorama ya no era un contexto de guerra de guerrillas, sino que a partir de que muchos migrantes que no lograron cumplir con el sueño americano, se da el fenómeno de las maras. Y todo eso se convirtió en un caldo de cultivo para la migración económica y la migración por inseguridad y violencia.

Pero México también se reconfiguró internamente, declaró la guerra al crimen organizado, y el daño colateral han sido los migrantes.

En efecto. Los migrantes mexicanos, durante los años 80, se iban debido a la pobreza. Luego, en años recientes, hubo una transición, como la que ocurrió en Centroamérica, para huir de la violencia. Durante el sexenio de (Felipe) Calderón se declara la guerra al narcotráfico y con ello se da el tema del control territorial por parte de grupos de delincuencia organizada. El dominio de un espacio determinado es una pugna constante entre el narcotráfico, paramilitares, grupos que trafican con personas, con otros que se dedican a la venta de órganos, con otros que se mueven en el negocio de las armas. El territorio está invadido por todos estos grupos. Legitimarlos con la declaración de una guerra los obliga a organizarse en defensa de su territorio. Pero los muertos para justificar cierto éxito de la guerra por parte del Estado empiezan a ser civiles, sobre todo migrantes, que nosotros los vemos como “falsos positivos”, y que las autoridades reportaban como bajas de las estructuras criminales.  Las rutas, en este panorama, convergen. Todas, ni una se queda fuera: el tráfico de drogas y los migrantes, entran y pasan por los mismos puntos. Antes, a los migrantes los dejaban pasar, se hacían de la vista gorda, pero entonces entendieron que podían ser un negocio. Te reditúa no sólo con secuestro, sino también para mano de obra barata, o para fabricación de drogas sintéticas. Pero todo en función de mantener el control territorial. Es lo que deja la guerra declarada contra el narcotráfico.

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Sin embargo, a pesar de estas reconfiguraciones, los Estados aún no tienen cifras de migrantes desaparecidos, asesinados, secuestrados. ¿A qué se debe que no manejen estadísticas de este tema?

La falta de datos tiene que ver con la falta de denuncia. Muchas personas que pierden a alguien en México piensan que no tienen derecho a pedir nada. Otro es el tema del miedo. Las familias no denuncian porque piensan que si lo hacen los van a matar. La sociedad civil también, al igual que los Estados, nunca tendrán cifras exactas del fenómeno de los migrantes desaparecidos en ruta. La razón es porque hay un miedo real, latente, de interponer una denuncia. Además de la pobreza, los traslados, la educación, todo eso, influye en la falta de denuncia. En México, no se veía el problema de las desapariciones de migrantes como propio, sino como un problema de Centroamérica. Pero tras las denuncias, y esto es lo más importante, comienza a hacer propio el tema a partir de la justicia transnacional.    En Centroamérica, lo grave, es que no se lleva el registro de quiénes están saliendo. Porque ya casi nadie quiere decir que sus familiares están en Estados Unidos por miedo a que la información sea vendida y sean extorsionados. Sólo las deportaciones pueden dar un número, una idea de cuántos están saliendo. Y con eso los Estados pretendían hacer políticas públicas. Pero en esas cifras de deportaciones no están todos los que salen. No sabemos cuántos hay. Las denuncias son importantes porque , primero, generan un registro para iniciar búsquedas de desaparecidos. Y segundo, obliga a investigar, sobre todo a los Estados. Y tercero: alguien debe asumir responsabilidades.

¿Cómo ve Estados Unidos el fenómeno de desaparecidos?

Le incumbe en tanto los que llegan allá. El problema es que la política migratoria de Estados Unidos es algo que afecta a México y Centroamérica. Ser migrante allá es un crimen, y todos se vuelven ilegales. La migración centroamericana no era un problema para Estados Unidos porque apenas era comparable con la mexicana. Lo curioso es que hasta hace muy poco lo vieron como problema, con la llegada de los niños menores no acompañados.

¿Estados Unidos crea fenómenos como los niños migrantes para obligar a los Estados a aceptar algunas condiciones?

No pueden decir que no ocurría, eso es claro. Desde hace más de cinco años, como sociedad civil, ya habíamos documentado el tema de desaparecidos. Desde hace tres años, abordamos el tema de los niños no acompañados. Y claro, entre uno y otro, existe un pretexto puntual que le sirve a Estados Unidos para intervenir regionalmente. A México le impone que tome decisiones sobre su frontera sur y se crea, en efecto, el programa Frontera Sur. Con los niños no acompañados, entre abril y junio de 2014, se da paso en agosto a las redadas masivas entendidas dentro del nuevo plan mexicano y su tratamiento de la frontera con Guatemala. El Ejército, la policía federal y las estatales, empiezan una cacería de migrantes, acompañados por el Instituto Nacional de Migración. México, hay que entenderlo, ha corrido y ampliado sus fronteras en miles de kilómetros luego de la imposición de Estados Unidos. Los operativos empiezan en el istmo de Tehuantepec, en Oaxaca. Y la frontera norte empieza en Jalisco. Muchos migrantes se están quedando en el centro, atascados.

¿No es una contradicción entre la nueva ley de migración y la nueva política migratoria de México con estos corrimientos de frontera?

Demasiado contradictorio. Con Enrique Peña Nieto se creó un plan estratégico sobre migración para atender el tema de centroamericanos en México. Se socializó con sociedad civil, se contemplaron formas de protección para migrantes, y dijimos: “hay líneas para construir una política pública para el tema migratorio…”. Pero con la presión de Estados Unidos, en 2014, todo cambia, y todo se movió hacía otros intereses de Seguridad Nacional. Era la primera vez que se construía una política de este tipo y quedó borrada por un nuevo plan pedido por Estados Unidos. Las contradicciones en que tienen a los migrantes son aberrantes.

¿En cuanto al tema de refugio, la lógica mexicana de “buena onda” ha cambiado?

Sí. El perfil de refugio ha cambiado en tanto que ahora ya no se atiende el tema de migración por temas políticos sino por inseguridad, violencia y pobreza. México ya no es el país de los asilos políticos. Favorecer las solicitudes de refugio, sin embargo, se han cerrado cada vez más. Si somos francos, México se está convirtiendo en una opción de destino. Por la ruta, la cercanía, el idioma... Es más fácil pedir refugio en México que llegar hasta Estados Unidos y que lo denieguen. Las autoridades aún no se dan cuenta de que esto sucede frente a sus narices.

¿Es posible insertar a los migrantes en estas sociedades tan complejas y con complicación para dar lo mínimo a sus propios habitantes?

Pienso que sí pueden ser insertados. Pero el problema real es la situación de cada estado de destino. Son demasiados retos los que se están juntando para todos los países expulsores, de tránsito y de destino. Hay algo más de fondo sobre lo que ocurre en nuestros países. Ni siquiera en nuestros países estamos siendo vistos como sujetos de derechos. El desempleo, la falta de acceso a la salud, la informalidad, la educación. Yo pienso que no es malo que se queden. Pero la cuestión está en cómo serán tratados en los otros países cuando incluso ahí no se respeta a los mismos ciudadanos. La migración refleja la crisis del sistema económico actual: son los excluidos de los excluidos. Son los que no existen. Los migrantes no existen en ninguna parte ni en el país de origen ni en la ruta ni en el lugar de destino. No pueden existir de forma legal y los deportan. Están condenados a ser invisibles, a ser vulnerados, a ser explotados. Es la parte triste del modelo económico que nadie toma en cuenta. Y la incapacidad de revertirlo, al menos en este momento, es grande. Apenas las autoridades están abriendo los ojos. Pero no es suficiente. 

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