La evolución de los partidos políticos y el desarrollo del sistema político responden y se adaptan según la exigencia de la sociedad. Lo que conocemos actualmente como partido político inicialmente tuvo la denominación de secta. Este término peyorativo comenzó a sustituirse cuando se identificaba que no necesariamente era un mal y que no forzosamente perturbaba el bonum commune (bien común).
En Guatemala, una gran cantidad de organizaciones partidarias que actualmente compiten por ocupar la mayor cantidad de puestos públicos en este proceso electoral fácilmente caen en la categoría de sectas, pues sí atentan contra el bonum commune. La independencia en el accionar de las organizaciones partidarias nunca fue una realidad. Las estructuras político-económicas de corrupción jamás lo permitieron. Entre estas estructuras se encuentran el narcotráfico, empresarios y militares.
Los partidos políticos son las instituciones mediante las cuales se canalizan las demandas ciudadanas. El accionar de los actores antes mencionados ha provocado el fracaso de las organizaciones partidarias en términos de representatividad y legitimidad.
La instrumentalización de los partidos políticos, y en consecuencia la del Estado, impide el ejercicio pleno de los derechos políticos de los guatemaltecos y atenta contra los principios democráticos de un sistema político sano.
Sartori [1] afirma que la libertad política —esto es, el ciudadano libre— existe en tanto se creen las condiciones que permitan a este poder menor resistir al superior, que de otra forma aplastaría a aquel (o al menos podría llegar a hacerlo). El fracaso de los partidos políticos, las decisiones constantemente herradas del actual gobierno y las resoluciones tendenciosas de los órganos de justicia constituyen elementos antidemocráticos que coartan las libertades políticas de los ciudadanos.
Una vez más tenemos en nuestras manos el destino del país. Con nuestro voto legitimamos a quienes ejercerán el poder político en los distintos espacios que conforman el aparato estatal. Es menester hacer la acotación de que la democracia dentro de un sistema político no se concreta en las urnas. Va más allá. Implica la formación de una sólida cultura política que permita el ejercicio pleno de los derechos políticos de los ciudadanos.
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Desafortunadamente, existe una gran cantidad de ciudadanos guatemaltecos que no tienen memoria histórica. Además, la poca o nula capacidad crítica para discernir entre aquellos partidos que únicamente se constituyeron para servirse de lo público y los pocos cuyo objetivo genuino es un país más próspero es una alarma que permite vislumbrar un déjà vu político.
En Guatemala, el ciudadano libre no existe, no ha existido y no existirá en la medida en que el ejercicio pleno de sus derechos políticos sea vedado. La libertad política se alcanza exigiéndoles trasparencia a las organizaciones partidarias, a los órganos de justicia y a muchas otras instituciones públicas, pero también debe existir una autoexigencia ciudadana de dejar a un lado la apatía y la idea errónea de que hacer política es malo.
Al igual que cualquier guatemalteco consciente, sueño con políticas públicas que garanticen una sociedad más justa, menos desigual.
Un sistema económico y político que garantice el bienestar social sobre el individual es posible. Es nuestra obligación asumir la responsabilidad de luchar por un Estado que nos garantice educación, salud y seguridad pública de calidad, así como empleo con salarios dignos, etc.
El llamado es a reflexionar para tomar conciencia de lo imperativo que debe ser la racionalidad al momento de emitir el voto, ya que este respalda con la garantía de legitimidad a quienes ocuparán los más altos puestos públicos, de donde emanan las decisiones políticas de país que nos afectan a todos.
Finalmente, recordemos que, aunque no queramos meternos en política, esta se mete con nosotros. Es hora de involucrarnos. La democracia no existe. Se construye. Una vida digna es una construcción social colectiva.
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[1] Sartori, G. (1988). Teoría de la democracia. Madrid: Alianza Editorial, S. A.
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