Por lo tanto, hay una multiplicidad de formas en la comprensión de un mismo fenómeno. Basta un ejemplo: Si Usted hace una lectura conservadora del origen de la Carta Magna Británica del 1215, entonces querrá encontrar allí un referente de fuente histórica en la cual el poder del monarca se limita para proteger los derechos individuales. Esta sería la interpretación por ejemplo, de diversos autores provenientes de los tanques de pensamiento libertario. Otra lectura más profunda, (por ejemplo, el neomarxismo de Ellen Meiksins Wood) demuestra que dicha experiencia histórica (y todo el liberalismo cual movimiento) es la adquisición de privilegios por parte de los dueños de propiedad (nobles) frente al monarca; no habiendo aquí espacio para el interés de los comunes. Hay, entonces, un problema de ideologización y un problema sobre que autor o fuente nos permite acceder al conocimiento de la realidad.
Pero el problema de las fuentes afecta también –y mucho– temáticas tan mediáticas como la relacionada con el narcotráfico y los grupos criminales.
Recientemente varios diarios centroamericanos reprodujeron en sus editoriales, la opinión de la consultora de seguridad Stratford en relación al tamaño de las organizaciones criminales. La consultora Stratford ha publicado informes polémicos: Afirma que el 12% y no el 90% de las armas que usan los cárteles son de origen estadounidense; han afirmado que los Zetas son el cártel más grande de México y el más violento (¿el Cártel de Sinaloa sería menos violento?) y que los Zetas superan en número de Estados de la República Mexicana capturados frente a grupos rivales.
¿Cuál es el criterio de veracidad de estos informes?
Si son creídos a ciencia cierta, entonces exculpamos a EEUU por la violencia en terreno mexicano. Si son creídos con ojos cerrados entonces militarizar el conflicto es la solución correcta pues, son los Zetas (como cártel integral) la mayor amenaza.
Otro caso reciente en esta línea es la afirmación de la consultora McCaffrey y Asociados en el reciente seminario impartido el 12 de enero a productores y ejecutivos de la NBC en cuanto al posible retorno del PRI en México con la posibilidad de un pacto entre el Estado y los siete cárteles del narcotráfico mexicano.
Poca credibilidad tienen los estudios realizados por Universidades Autónomas en el Norte de México frente las consultoras estadounidenses.
Pero para todo hay respuestas alternas.
Los Zetas son violentos, pero si el método zeta es decapitar, el método sinaloense es diluir en ácido (recodemos al Teo, lugarteniente dentro de la organización del Ismael Zambada y las acciones del subordinado Santiago Meza López alias El Pozolero).
Los Zetas son una estructura operativa paramilitar, pero el Cártel de Sinaloa tiene por lo menos cuatro brazos armados conocidos (los más populares son el grupo Gente Nueva y los Mayitos). Si bien los Zetas usan la violencia también han sabido corromper autoridades al igual que otros Cárteles (como quedó demostrado con las averiguaciones sobre las licencias ilegales otorgadas a Casinos en Nuevo León). Concretamente ya no hay siete cárteles sino 28 organizaciones que se han desprendido de los cárteles originales, producto de una política que los atomizó decapitando sus liderazgos históricos. Hoy, células de delincuentes pueden servirle de mano de obra a un cártel sin necesariamente ser parte de él: Pandillas como Los Aztecas sirven al Cártel de Juárez; los Zetas han aprendido a utilizar elementos de las policías locales para cometer delitos sin hacerlos miembros. A ciencia cierta, muchos delitos atribuidos a los Zetas podrían ser cometidos por las estructuras aliadas de los Beltrán-Leyva luego de la fragmentación con Sinaloa o, al grupo que generó el cisma en la Familia Michoacana. Mucha de la violencia que sucede en el Estado de México, atribuida a los Zetas, mediáticamente podrían ser producto de bandas independientes de sujetos que en algún momento fueron parte del Cártel Beltrán-Leyva: Gente como la de Eduardo Villaeral alias La Barbie u Oscar García Montoya, líder del grupo la Mano con ojos.
Aferrarse a una procedencia única de información para entender la realidad es un error. En el pasado, EEUU ha minimizado otras realidades: Lo hizo en Vietnam y con el Irak post Hussein.
Habría que aprender a no pedirle permiso a EEUU para pensar al momento de hacer política pública.
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