La dimensión humana del trabajo

Desde la crítica marxista, que quisiera tomar como punto de partida para esta reflexión, la fuerza de trabajo es en muchos casos, los más, lo único que tenemos para vender, para sobrevivir. Todos vivimos en un sistema de producción capitalista en donde el trabajo se ha convertido en un factor y costo de producción. El objeto que resulta de nuestro trabajo no nos pertenece nunca, porque es lo que hará rico a otro, los menos. Por otro lado, Marx decía que nunca el salario va a ser equivalente al tiempo que empleamos en trabajar: nada puede pagar el tiempo de la vida de una persona.

Al vender nuestro trabajo, vendemos nuestra fuerza vital, nuestro tiempo de vida. El salario mínimo vendría a ser, en la concepción capitalista, solamente lo que permite el mantenimiento mínimo de hombres y mujeres en quienes descansa la producción esencial y  primaria de una empresa, sin el trabajo humano no hay capital que haga ganancias, ni máquinas que se inventen y que se manejen solas.

La otra gran concepción en la que nos movemos es en la de entender el trabajo como dignificante del hombre y de la mujer. Eso viene directo del catolicismo para realidades tan difíciles como la guatemalteca y en donde existen ideologías de la opresión y de la explotación en donde sacar un texto de contexto es un excelente negocio. El catolicismo ha sido cómplice muchas veces de las clases privilegiadas, no explicando el humanismo en el que muchos creemos y que se ha convertido en diversos casos en el corazón de luchas justas. Ha tomado frases lapidarias como “el que no trabaja que no coma” para dar razón a la explotación de miles de guatemaltecos a los que se les ha tildado de haraganes. Se les ha dicho que el trabajo que hace ricos a otros y mantiene pobres a muchos es aquel que dignifica. Creo que el mensaje es otro.

Yo no creo que el trabajo deba verse solamente desde la crítica marxista, o desde la   mal-creencia cristiana. Creo que hemos perdido la dimensión humana del trabajo, y me gustaría retomar a Marx y al cristianismo para pensarlo desde otra posición. Marx diría que el trabajo debe ser, en una sociedad diferente, un trabajo que sume a la cooperación entre hombres y mujeres, entre países, entre sociedades. El trabajo debería ser entendido como el vehículo o el medio para ser libres y no al contrario. En esa cooperación que nos hace ver al otro no como un trabajador, ni como un obrero, ni como el subordinado, sino más bien como un igual, un “otro como yo”, se dignifica el trabajo de todos.

La dignidad en el trabajo se encuentra en la cooperación, que es la relación de mí misma con los demás, pero también en la plenitud que pueda encontrar yo individuo, al hacer lo que me gusta y que sé que colabora a vivir en sociedad, a vivir mejor en sociedad. Una sociedad que no comparte una visión del trabajo como dimensión humana de libertad, de dignidad, de plenitud, es una sociedad explotada que seguirá planteando ganancia, productividad, destajo, competencia como grandes valores nacionales del desarrollo.