La deontología ciudadana

Fernando Savater la define como lo que le corresponde a cada quien, las responsabilidades morales de cada persona. La deontología es conocida también bajo el nombre de "teoría del deber". En cualquier caso, se trata de hacer lo propio y hacerlo con ética.

A los políticos les mandamos a mandar, dice Savater. Los ciudadanos les entregamos el poder de dirigir y ellos tienen la responsabilidad ética de ejercer ese poder con diligencia, competencia y transparencia.

En nuestro caso, el pasado 6 de noviembre, el pueblo guatemalteco le entregó ese poder al señor Otto Pérez. A él se le confió la responsabilidad de mandar, y tendrá que hacerlo con eficacia, eficiencia, transparencia y respetando el marco legal establecido. Solo en este contexto se le debe de juzgar y medir. Que sea buena o mala persona, un buen padre o esposo, o si es caritativo y amoroso, nos debe tener sin cuidado. Sus actos los evaluaremos únicamente contra su deber.

En relación a lo que le corresponde hacer como máximo dignatario del Estado, este pueblo, le entregó el poder necesario para que combata la inseguridad, el narcotráfico y la corrupción; para que continúe con los programas sociales y los expanda; para que mejore la infraestructura vial; para que propicie la creación de riqueza en este territorio; para que reduzca la pobreza y la desigualdad; etc. Pero ojo, que el pueblo no se está sacando estas peticiones de la bolsa, no es la lista para Santa Claus, es únicamente lo que el mismo señor Pérez se comprometió a hacer durante la campaña.

Hasta aquí, la deontología del mandatario y sus colaboradores. Ahora esculquemos un poco más para saber cuál es nuestra responsabilidad ética como ciudadanos, la deontología ciudadana. Comencemos por la responsabilidad que nos corresponde de ser políticos. Sí, esa palabra que causa náusea en algunos, solo de oírla, porque la confunden con politiquería, pero en realidad es de gran significado. Nuevamente, traigo a colación una reflexión de Fernando Savater. Nos dice el maestro que la palabra “idiota” viene del griego idiotez, que se utilizaba para referirse a las personas que no se meten en política, a quienes que solo les preocupaba su propio bienestar.

Por tanto, me queda claro, que nuestra primera tarea es dejar de ser idiotas y convertirnos en verdaderos políticos, preocupados de nuestro país. Cada uno desde las distintas trincheras, en el barrio, en la asociación de vecinos, en el trabajo, en las aulas, en los medios de comunicación, etc., debemos discutir y analizar el acontecer nacional y mundial; decidir qué país queremos y buscar acciones concretas para construirlo. Uno excluyente o uno donde todos tengan igualdad de oportunidades. Uno donde pocos tienen muchísimo y muchos tienen poquísimo, como dijo Martín Rodríguez, o uno donde la riqueza se distribuya entre todos. Uno con ciudadanos de segunda categoría o uno donde todos seamos ciudadanos con iguales derechos.

Yo no sé usted, pero esta vez, no voy a ser idiota.