Gobernando con la desconfianza

En medio del burumbún, llegó la PNC a tratar de poner orden y permitir que el tráfico volviera a su normalidad. Los agentes nos solicitaron las licencias y DPI. Yo como tica confiada de la autoridad, busqué rápidamente mis documentos. Iba a entregárselos al oficial cuando en eso, una amiga me detiene la mano y me indica que no lo haga. Ella, al igual que mi contraparte en el accidente, se niegan a entregar documentos a los policías. Incluso, alegan con ellos y les informan que los de la aseguradora están ya en camino y que ellos resolverán todo.

Confieso que yo parecía pollito en partido de tenis, viendo cómo se pasaban la pelota. Pero lo que más me sorprendió fue ver que la única coincidencia entre mi amiga/defensora y los demandantes era, que a la policía no se le entrega nada, porque “ellos no son de fiar”.

Desde ese día, me quedó claro que la desconfianza es por excelencia, el santo y seña de cualquier chapín. Símbolo de la identidad nacional, más presente que la tortilla y el “va pues…”

Puede que esta actitud paranoide tenga sus fundamentos en hechos reales o en la simple imaginación, o en una mezcla de ambos, convirtiéndose en una especie de realismo mágico, o como dice Vargas Llosa, en la verdad de las mentiras.

Así es como se vive y se interpreta el día a día en el trabajo, en el hogar, en el colegio y por supuesto en la vida nacional. La política y los políticos también son juzgados desde esta misma óptica de la desconfianza.

Por ejemplo, Álvaro Colom tuvo que gobernar con la desconfianza de los medios de comunicación y de las élites de este país, que asimilándolo a un Hugo Chávez, esperaban alertas cualquier movimiento hacia el populismo o hacia la “izquierda”. Nada más alejado de la realidad y sin embargo, allí estaba “el cuco”.

Ahora le toca el turno a Otto Pérez quien arrastra consigo el pecado original de ser militar y haber sido parte activa en el conflicto armado. Esta marca, más a la vista que la de Harry Potter, hace que muchos ciudadanos tengamos desconfianza y estemos alertas esperando el error, la falla, la falsedad, el truco. Todo lo que haga será juzgado en este contexto. Solo el tiempo nos dirá qué tan reales eran nuestros miedos.

Por lo pronto, a él le toca gobernar sabiendo que una parte de la población desconfía de su gestión. Mientras que a nosotros, los ciudadanos nos corresponde analizar los hechos en frío. Apoyar los aciertos o levantar las voces cuando corresponda hacer una denuncia.

El equilibrio es difícil porque el juicio intuitivo es accionado por el temor, el dolor y el odio. Sin embargo, debemos apoyarnos más en la razón y el conocimiento porque son el antídoto más efectivo contra la desconfianza.