Flacky, Kisho, Rolfi y los Nahuales

Atrios de iglesias un tanto olvidadas, calles y parques de la Antigua Guatemala y algunas aldeas cercanas se convierten en los escenarios públicos de las problemáticas que traen desde quince rincones del país.

Nadie mejor que ellos sabe lo difícil que es hacer arte en un país como Guatemala. Un Estado y un desfile de gobiernos a todo nivel, ajenos (con muy pocas excepciones) a la posibilidad de comprender el arte como una voz y un sentir que puede llegar a muchos otros. El arte en general y el teatro en específico son comunicación y todo acto de comunicación abre brecha para el diálogo y por lo tanto para encontrarse en el otro, como dice Úrsula Méndez. Una sociedad que no se preocupa por el arte se niega a escucharse a ella misma e impide la oportunidad de encontrar propuestas creativas a los problemas diarios.

Con el teatro se ha experimentado el abrir la puerta al cambio. Flaky, Kisho y Rolfi, de San Marcos nos cuentan su historia, que se remonta a más de una década. El parque de San Marcos cabecera era un territorio en disputa. Cinco grupos diferentes de jóvenes unidos pero distanciados por gustos musicales, se peleaban por tener el control y no permitir que ninguno de los otros cuatro se instalara. En un momento determinado matan a uno de ellos de forma violenta. Los líderes de los cinco grupos deciden ir juntos al entierro, deciden indignarse en colectivo por una muerte injusta. Días después disponen hacer una tregua. “Firmamos la paz”, dice Kisho, “nos juntamos en el kiosko del parque por el que nos peleábamos y decidimos que ya no valía la pena la confrontación. Habían matado a uno de los nuestros y todos lo sentimos”.

Ese fue el punto de partida para comenzar un proceso de acercamiento entre ellos. Mientras la situación en San Marcos se complicaba con nuevos pandilleros, narcotráfico y secuestros, los jóvenes buscaban espacios en común, convergencias, proyectos que los unieran. Hasta el momento en que la muerte los acercó más. Luz Marina, una compañera de universidad de Flaky, fue asesinada y encontrada mutilada dentro de un costal. Quedarse callado no era opción. ¿Qué pasaría si simulaban matar a alguien en el parque?

Lo hicieron y el saldo fue un hombre diabético muy enojado y todos en la comisaría. Para ellos, el ejercicio había dado resultado. Así el teatro nació en sus vidas, casi como una necesidad espontánea de la justicia y de la voz. El teatro se convirtió en su manera de comunicarse y comenzaron a pensar en un nombre. Se convirtieron  en los “Nahuales de la C.A.L.L.E.”, los protectores de la conciencia. En la práctica comprendieron que la calle es Cultura, Arte, Literatura por la Libre Expresión, e hicieron públicas sus palabras. Desde hace un poco más de dos años que son un grupo unido por el arte, el teatro, la música y las ganas insaciables de transformar. Hoy, su reto es romper los prejuicios entre dos municipios históricamente confrontados, San Pedro y San Marcos.

Estos tres días escuché muchas historias como estas. De alegrías y también de desencantos. Pero todas llenas de perseverancia y valentía. Ante la adversidad, el amor por el teatro. Ante las negativas y la indiferencia de muchos, la pasión por el teatro. Ante la violencia del asesinato en Escuintla, el mismo sábado, de un compañero del grupo de ese municipio, el consuelo del teatro. Al bajar el telón, eso es lo que ganamos todos en esta Muestra Nacional, el ejemplo de una vida comprometida con lo que se cree.