¿Qué respondería si alguien le dijera que aplicándose un gas puede curarle dolores crónicos sin más tratamiento? ¿Aceptaría que le inyectaran una mezcla de aminoácidos y metales para arreglarle las arterias y sacarle las toxinas? Todo parece un chiste y da risa, hasta que deja de serlo. Las canciones hacen gracia, pero el famoso rapto, el maltrato de niños “malditos” para alejar la mala suerte, el encogimiento de los genitales, la ozonoterapia y la quelación son cosas que la gente se ha tomado muy en serio.
Ya hablé de las dificultades y la necesidad de la divulgación científica. Debo insistir. Una alfabetización científica básica evitaría a las personas caer en estos engaños. Saber que no hemos tenido contacto alguno con una civilización extraterrestre y lo que se requiere para establecerlo nos haría sospechar de las extrañas historias sobre extraterrestres. Algo de física basta para saber que los rayos no lanzan maldiciones. Un poco de criterio y observación seria habrían evitado las histerias masivas por encogimiento de los genitales y la subsecuente ulceración de los penes de un montón de niños tratando de revertirlo. Algo de química y biología le harían dudar de tratamientos como la quelación para problemas cardiacos, la ozonoterapia y demás parentela. En todos los casos, un poco de escepticismo habría hecho el trabajo.
Por otro lado, pensar que el problema se reduce a que las personas no saben es pecar de ingenuos y simplistas. En la era de la información, la gente sabe cosas: sabe lo que lee, lo que se discute, lo que encuentra en internet, en los medios de comunicación, en los libros. Estamos equivocados si creemos que la gente no está informada. Lo que ocurre es que está mal informada. Estamos saturados de datos falsos con los que construimos ideas equivocadas, y carecemos del criterio para darnos cuenta. La cobertura mediática de los grandes engaños, las grandes promesas, horóscopos, vendedores de tratamientos mágicos, adivinos, etc., es impresionante. La cobertura de las ciencias, no tanto. De esa cuenta, estamos dispuestos a salpicar de dudas el diagnóstico de un médico especializado y el tratamiento –probado y aprobado– que propone, pero no estamos dispuestos a cuestionar al charlatán que cobra una fortuna por pasarnos un mouse por la panza, cual máquina de ultrasonido, diagnostica un mal del riñón, nos mete en agua con sales que se ensucia al rato, y nos informa que la negrura de nuestro mal ha sido extraída y que estamos curados –sí señores, recién me enteré que tal curandero existe en la Ciudad de Guatemala.
¿Es más fácil creer en científicos malintencionados que en charlatanes malintencionados? ¿Por qué? Mucha gente ha estudiado por qué los humanos tenemos la inclinación a creer cosas raras o absurdas. Sea cual sea la razón, ayudaríamos a remediarlo si hacemos la ciencia más accesible al público. Rápidamente aparecen estas noticias virales acerca de hallazgos extraterrestres y engaños parecidos, pero la noticia en la cual fueron desmentidos apenas se divulga. Cedimos el espacio y rendimos el cerebro a los embaucadores, para que lo estudien los extraterrestres o se lo coman los zombies.
El problema explota cuando decisiones fundamentales como los tratamientos médicos o la gestión del agua y los recursos naturales, se toman con bases pobres. O se desinforma al público, confiando en su pobre criterio.
Las personas que no tienen interés en la información científica no van a buscarla por iniciativa propia. Sin embargo, dependen de los productos del avance científico y están expuestos a los engaños de la pseudociencia y de individuos que sacan provecho de la ignorancia ajena con fines abyectos. Leen noticias, miran televisión, navegan por la red, y lo que encuentran son muchos programas como Alienígenas Ancestrales y Extranormal contra muy pocos programas serios de ciencia. Encuentran sus noticias de ciencia en fuentes como Yahoo! Noticias, a las que todavía les falta mucho trabajo de edición y cuidado para decir las cosas como son, sin errar en la comunicación. Y rematamos con el uso epidémico de titulares “atractivos” pero equivocados cuando se trata temas científicos.
Tenemos hambre de conocimiento y consumimos la información que encontramos. Luego la usamos para tomar decisiones. Como están las cosas, el extraterrestre es el escepticismo, el pensamiento crítico, porque en este planeta cuesta encontrarlos. Y encontrarán su camino de vuelta a casa, por los subterráneos de la inteligencia. Necesitamos hacer visible la ciencia que, en realidad, es aún más excitante que las farsas que habitualmente nos tragamos, y hacer nuestro su método, como elemento fundamental para la formación del criterio.
*Subterranean Homesick Alien, canción de la banda Radiohead, del álbum OK Computer (1997).
Más de este autor