Resguardar la cosmovisión y la cultura diversa y legítima y reproducirlas a través de la memoria histórica fue la siguiente superación del racismo. Mantener estructuras sociales y de autoridad, prácticas y saberes fue lo que vino después. La movilidad de ciertos estratos indígenas en lo económico y social, incluyendo procesos de acumulación y de apertura de espacios en la sociedad monocultural, ha sido otro nivel superado. Falta aún insertarse en el ejercicio del poder y superar la desigualdad política.
De ahí el odio racista contra Thelma Cabrera y otras propuestas electorales surgidas desde los pueblos, aunque en diferentes partidos. Contra ellos hacen causa común no los verdaderos afectados por la autodeterminación de los pueblos, los miembros de la oligarquía, sino los clasemedieros de los estratos de servidumbre del sistema colonial. Algunos medios de comunicación ignoran a Cabrera y no la toman en cuenta. Otros, como algunos faferos de una radio capitalina, descargan su resentimiento y mediocridad sobre ella, pues dentro de su fantasía de superioridad la consideran inferior, temerosos de su real superioridad.
Las redes sociales se saturan de ataques, descalificaciones y señalamientos a priori, con los cuales niegan el derecho de ella a participar y la libertad de los ciudadanos de elegir libremente y sin prejuicios. Los ataques ya no son tan anónimos. El racismo envalentona a quienes lo padecen. Se vuelven irracionales, descarados y violentos. ¿Por qué?
Escribe Mario Roberto Morales mencionando a Hermann Hesse y a Nietzsche: «“Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros” […] Quien odia a otra persona se odia a sí mismo a través de ella. Y esto le gusta. Se regocija en ello. Porque está enfermo. No se odia al que se menosprecia. Solo se odia al igual o al superior». Apunta también que, «mientras [el racista, agrego yo] no dé este paso fundamental —admitir quién es realmente y usar esta admisión como cimiento para construirse con solidez y sin fantasía—, continuará formando destacada parte de la mediocridad que tanto aborrece y que le endilga a la persona odiada». Así de fatal y cruel es el odio racista.
Pero ¿qué hay dentro de nosotros que odiamos/negamos y proyectamos hacia afuera?
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Un estudio realizado en Brasil por Gustavo Tavares dice del ADN mitocondrial: «Este es el resguardo de información genética vía materna. El ADN estudiado contiene la estructura y la demografía de los linajes de los nativos americanos presentes en las poblaciones indígenas actuales y en los mestizos. Los genes son esos diminutos reservorios de información menos mentirosos que los cronistas hispanos».
Una de las conclusiones del estudio señala: «Existe una diversidad genética más alta de ADN mitocondrial de americanos nativos en la población mestizada que en la población indígena. En ellos hay más variedad genética indígena que en los propios indígenas actuales […] La población mestiza representa un importante reservorio genético de los linajes americanos nativos, muchos de los cuales están extintos en las poblaciones indígenas contemporáneas».
La razón de que los mestizos lleven en su cacashte mayor diversidad indígena es que ellos fueron sometidos al etnocidio, en tanto los pueblos originarios han sido víctimas de genocidio. La existencia de la variedad genética (sabia la naturaleza) se debe a que la población nativa fue casi exterminada, mientras que la mestiza, al aliarse socialmente al colonizador, sobrevivió en mayor cantidad.
Concluye el estudio: «Desde el punto de vista cultural el mestizaje fue una catástrofe, pero desde el punto de vista genético fue un tesoro. Estamos viendo, en un sector de la población que no se identifica como indígena, la conservación de una diversidad genética importante que nos da la ventana para estudiar fenómenos demográficos en el pasado, diversidad que por desgracia los propios grupos indígenas han perdido debido a los procesos brutales por los que han pasado».
Entonces, el problema del racismo es que hay una gran cantidad de gente que tiene ancestros indígenas y a la cual esto le duele, por lo que está lejos de identificarse con ellos. Eso fue un etnocidio con éxito total. En ese sentido, el problema de Guatemala reside en el racista, que debe encontrarse a sí mismo para superar su odio a sus raíces. Y los originarios, como Thelma Cabrera y otros, deben seguir reivindicando derechos colectivos para disminuir el tramo de desigualdad política y ejercer también el poder.
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