Su peso e influencia académica han sido determinantes. Tal y como se ha querido plantear en estas entregas, no hay eje de la literatura clásica, de la filosofía, de la economía y de la filosofía política que no haya sido revisado y re-interpretado magistralmente por Derrida.
Así entonces, decíamos en la anterior entrega, haríamos referencia al seminario titulado La bestia y el soberano.
Puesto que Derrida redactó la gran mayoría de sus materiales docentes, resultó luego posible reconstruir las distintas Sesiones de clase (Lectures en el contexto anglosajón). La primera serie publicada fue precisamente La bestia y el soberano.
¿Quién es la bestia y quién es el soberano?
Derrida iniciará su disertación mostrando la muy complicada traducción de los conceptos bestia y animal. Estamos hablando de la dificultad de traducir el término bêtisse, algo que resulta muy propio del hombre, pero no del animal ni de la bête. Esa misma complicación en la traducción, argumenta Derrida, se encuentra en la oposición animal-hombre, puntualmente en la denominación de la vida como bios y zôê. Derrida no deja de tener entre ceja y ceja a Foucault y a Agamben. No se trata de oposiciones conceptuales basadas en traducciones muy estiradas, sino en un problema de metonimia. Hay una contigüidad metonímica entre los conceptos de la bestia, Dios y el soberano. Y en esta relación que da y pone nuevos nombres se encuentra la dinámica de la figura humana y la política del soberano.
¿Quién es la bestia y quién es el soberano? ¿Son la misma cosa?
Inicialmente Derrida piensa en términos de la teoría política contractualista. Aquí la figura permanente del lobo es clave. Por un lado, es obvia la necesidad de que un soberano proteja a la comunidad de la amenaza que generan las bestias salvajes. Pero al mismo tiempo esa garantía de paz por tener a la bestia violenta hace que Derrida concluya reconociendo que el soberano, la bestia y el criminal comparten el estar encima de la ley. Incluso, el mismo Dios hebreo de la antigüedad tiene ese rasgo. El que hace pacto eterno con Abraham, el que se presenta como el amante que desea a su amada (Cantar de los cantares) también se muestra como bestia. En el diálogo con Job, la forma de mostrar la autoridad divina es el famoso uso del siguiente argumento: "¿Acaso pusiste tú al Leviatán en lo profundo del mar?". Solo una bestia más monstruosa que el Leviatán puede dominar al mismo Leviatán.
Pero el segundo volumen de este seminario es en donde queremos hacer el énfasis del artículo. Derrida notará un elemento clave para pensar el soberano: la soledad o la privación como condición de posibilidad para pensar lo que es soberano. El soberano sufre una depresión o aburrimiento crónico, un estado que no es pasajero debido a su alejamiento y a la superioridad que le caracteriza. En francés esto se denomina ennui.
¿Qué figura en la literatura occidental y no occidental ha monopolizado estas características que recién he mencionado? Esta es la pregunta que realizan algunos académicos serios, entre ellos Dragan Kujundzic de la Universidad de Miami, Michael DuPlessis de la Universidad de California del Sur y Mark Neocleous de la Universidad de Brunel en el Reino Unido. Los tres académicos han investigado a fondo el impacto histórico y contemporáneo de la figura del vampiro, pero los tres académicos parten del uso de un argumento derridiano.
¿Hay en esta figura de la literatura una aporía? Precisamente en el texto Aporías Derrida escribe: "No todos los hombres mueren igual, por así decirlo. No han muerto en todo tiempo de la misma manera. Aquí no se trata solo de singularidades, sino ya de comunidades. ¿Hay que recordar todavía que hay culturas de la muerte? ¿Y que de una cultura a otra, en el pasar las fronteras, la muerte cambia de rostro, de sentido, de lengua e incluso de cuerpo?".
Pero ¿qué pasa con una simbolización lingüística que niega la posibilidad de la muerte?
Si algo ha fascinado a los mortales es el relato que presenta el regalo de la inmortalidad. Y esto no es poca cosa porque, como reconoce Derrida, el acto del regalo, además de no ser exclusivamente un acto económico (puede citarse aquí a Marcel Mauss), es también la representación de la imposibilidad. Pero imposibilidad no es para Derrida lo opuesto a lo posible. Lo im-posible es que ciertas posibilidades caigan fuera del horizonte de lo que puede ser posible.
Otra vez, por ello, lo interesante de la enorme referencia desde el siglo XIX hasta el actual en relación con la temática del vampiro desde la novela, pasando por la academia seria (recuérdese aquí el uso de la metáfora del vampiro en El capital, de Marx), hasta los esfuerzos más posmodernos, por ejemplo el texto escrito por el mismo Derrida Los espectros de Marx. Ni que decir de la cinematografía actual.
Todo ello lo abordaremos en la siguiente pieza.
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