Pero las mochilas son solo parte de la parafernalia electoral, elemento más que secundario en el proceso de búsqueda de la calidad educativa. Con mochilas o sin mochilas, los niños seguirán sentados en ladrillos, sin condiciones de higiene en las escuelas; y los docentes, sin los más mínimos recursos didácticos.
Las mochilas electorales se comprarán con recursos de la Dirección General de Educación Física (Digef), donde siempre hay recursos porque los constitucionales dispusieron que, si bien somos un país de pobres, debemos gastar en artículos deportivos en tiempos electorales. Desde allí se comprará todo el material electoral (perdón, escolar) que candidatos a diputados y alcaldes del partido oficial podrán entregar a escolares, en eventos en los que imitarán las sonrisas matrimoniales del general presidente.
Pero de los problemas de fondo del sistema escolar, como el decrecimiento de la cobertura en el nivel primario, no hemos sabido absolutamente nada. Tampoco de diagnósticos. Mucho menos de propuestas serias y efectivas que permitan recuperar el nivel alcanzado en los años 2009 y 2010.
Varias pueden ser las razones que nos han llevado a esta situación. Y, estando a las puertas de un nuevo proceso electoral, sería maravilloso escuchar a los distintos candidatos hacer propuestas coherentes y basadas en datos confiables. La primera razón, esgrimida sotto voce por las autoridades ministeriales, es que las proyecciones estadísticas basadas en el último censo de población (2002) ya no son útiles, siendo, por lo tanto, la cobertura neta mucho menor que la expresada en los datos oficiales.
Otros llegan a afirmar que la cobertura es mayor que la expresada en los datos oficiales porque la población ya no aumenta como antes, pero que el régimen ha decidido no confirmar tal supuesto con un nuevo censo porque, si bien tendríamos mejores indicadores de cobertura, todo lo cacareado en seguridad y salud se vendría al piso, pues tendríamos más crímenes, muertes infantiles y desnutrición por millares de habitantes. Este supuesto es difícil de aceptar, pues en la última década no hemos tenido políticas de salud y de educación reproductiva que puedan llevar a creer que el crecimiento poblacional está reduciéndose.
Todo hace suponer que la población ha crecido más aceleradamente de lo estimado, por lo que los niños nacidos entre 2002 y 2007 son muchos más que los que estadísticamente se suponían, con lo que a nivel primario tendríamos fuera de las aulas a muchos más niños de los que se supone.
Y aquí entra lo fundamental: ¿qué políticas públicas se han anunciado para atender aceleradamente a ese enorme contingente de niños que no están asistiendo a la escuela? Ninguna. Las escuelas no han visto incrementado su número de aulas y, sin información confiable, tampoco se ha informado sobre contratación de maestros para las regiones donde supuestamente estarían haciendo falta para ampliar la cobertura. Los programas sociales, por su parte, han sido desvinculados de la corresponsabilidad de asistencia a la escuela de los niños, de manera que se ha priorizado la afiliación al partido oficial.
Pero, al no existir una efectiva voluntad política para ampliar la cobertura y atender con seriedad el futuro del país, la existencia de datos confiables es lo que menos les preocupa al actual gobernante y a sus ministros.
Y como la educación no proporciona votos a las franquicias electorales, tendremos que esperar a que vengan nuevos tiempos para que los niños que el sistema escolar anualmente rechaza puedan ser atendidos.
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