Es la pregunta que uno se hace cada vez que la cinematografía estadounidense aborda la representación del mundo grecorromano. Y quizá, más aún, la representación gráfica del mundo político y cultural romano.
Buena parte de las series de televisión y de los filmes que hoy abordan la cuestión sobre Roma han tomado como base los textos de Max Gallo. Pero cualquiera que ha tenido algo de formación sabe que a Gallo no se le puede tomar tan en serio en todo lo que aborda. Por ejemplo, es el texto de Gallo sobre Julio César la fuente utilizada para representar al conquistador de las Galias en la serie Roma (original de HBO). Por vía de Gallo se presenta a Julio César como alguien que busca el favor y la compañía de los muchachos. De lo anterior no hay fuentes bibliográficas claras. En las Filípicas de Cicerón queda muy claro que una forma de insultar al oponente es acusándolo de tener un gusto excesivo por los muchachos, con lo cual se puede suponer que cualquiera que ocupara una magistratura importante (particularmente la de cónsul) evitaría dicha práctica. En sus ataques a Marco Antonio y a Julio César, Cicerón y el joven Catón utilizarán el anterior insulto.
Otra deformación consiste en la representación que se hace de la religión romana, mediante la cual se llega a plantear la idea directa de una esfera privada de práctica religiosa frente al culto exigido por la religión cívica. La cinta El gladiador es quizá la que más ha apoyado esta deformación. Dejando en claro que no existe la dicotomía público-privado en la mente romana antigua, no se puede olvidar que lo fantástico de la religión romana pagana era su carácter contractual y sus diferentes niveles de vinculación. Al margen de las deidades que obligan al ciudadano, el romano construirá todo un mundo simbólico de deidades que ordenan y dan sentido a su mundo. Lo explica Georges Dumézil en su texto La religión romana antigua. La mentalidad jurídica del romano y la vocación pragmática de este irán creando nuevas deidades que explican la necesidad de transformar el mundo externo: «En el campo: Reparator o Redarator para la cosecha, Imporcitor para arar grandes surcos, Insitor para la siembra, Obarator para el arado superficial, Subruncinator para la segunda aradura, Messor para el corte del trigo, Convector para el transporte de la cosecha, Conditor para el almacenamiento, Promitor para la extracción del grano».
Dumézil provee otro ejemplo para mostrar la profunda lógica jurídica argumentativa de los romanos representada en su mitología. Los ritos romanos paganos eran increíblemente rigoristas. Explica Dumézil, en cuanto al diálogo entre Júpiter y Numa: «El dios se expresa mal y deja de tal modo la posibilidad a su mortal interlocutor: “¡Corta una cabeza!”. Responde Numa: “Te obedeceré. Cortaré la cabeza de una cebolla cultivada de mi huerto”. Júpiter replica: “Pero yo quiero algo del hombre”, sin precisar que aquello que desea es la cabeza de un hombre. Numa aprovecha esta segunda oportunidad y contesta: “Entonces cortaré unos cabellos”. El dios replica: “¡Pero algo vivo!”. “Entonces le agregaré un pescado”, dice Numa, a lo que Júpiter replica: “Bienvenidas sean estas ofrendas expiatorias a mí, ¡oh mortal! Bien digno de conversar conmigo”».
La verdad es que, frente a lo anterior, el mundo semita monoteísta se ve bastante salvaje.
La imaginación romana, mezclada con la lógica jurídica y el sentido político, dio para la construcción de la primera tríada: Júpiter, Quirino (el dios sabino de la guerra) y Marte. E incluso para una tríada capitolina plebeya: Ceres, Líber y Libera. La ciudad debía tener sus patronos, pero las deidades tienen una conexión profunda respecto al estamento socioeconómico. La vocación jurídica romana desarrolló, además, ritos que regulaban la relación entre Roma y los otros pueblos. Explica Dumézil que el sacerdote fecial que va a territorio extranjero para pedir reparaciones en nombre de los romanos se cubre la cabeza con el filum (un velo de lana), se detiene en la frontera (fines) y exclama: «Audi, Jupiter, audite fines —se precisa el nombre del pueblo—, audita fas. Ego sum publicus nuntius populi romani; iuste pieque legatus venio, uerbisque meis fides sit». Así, el sacerdote toma como testigos de su calidad al dios patrono del lugar donde se encuentra y declara lo que constituye su fundamento, el principio mismo de su misión: la base mística (fas) de todas las relaciones y los contratos humanos, el ius. Fas es un derivado arcaico que significa poner, apoyar, de donde proviene la palabra fetialis: la acción del fecial, la féti (palabra que luego se transforma en fetio, fetionis), que consiste en poner la base mística fas de cada acción del pueblo romano hacia lo externo. Es decir, hacer la guerra o la paz.
Pero nada de esto será representando en la cinematografía de Hollywood. Todo lo que verá son ciudadanos romanos con cabello rubio. Y lo anterior es el mayor insulto.
Más de este autor