Su madre y su padre migraron a la capital en busca de nuevas oportunidades laborales. Tras varios conflictos se enamoraron en una fiesta de Alcohólicos Anónimos. Así de confabuladora es la vida.
Fidencio y María Lidia, sus padres, tuvieron a Denis y a Dali, en ese orden. Dali se lleva cuatro años con su hermano mayor. Nació en 1991 en el hospital Roosevelt, ubicado en la ciudad de Guatemala, y pesó apenas tres libras y cuatro onzas. Lo de ser pequeña jamás se le quitó, pero eso no la ha detenido para nada. Tiene una enorme curiosidad y una gran bondad que la han caracterizado desde niña.
Recuerda que su infancia fue muy diferente a la actual. No había tanto acceso a Internet ni a celulares. Ella jugaba en la calle con sus amigas de la cuadra o miraba caricaturas en el televisor. Su mamá siempre estuvo ocupada con el trabajo de la casa. Fue a través de la Iglesia como la niña consiguió su primera guitarra y tuvo sus primeras clases de música, por lo que está agradecida con la fe de su madre.
Cuando era más joven, empezó a «ver jóvenes con gorras planas, tatuajes de números y letras». Todos le decían que el área de su escuela era peligrosa, y lo era. En su mayoría eran «jóvenes manipulados por señores de 40 años deportados desde el Norte que empezaron a impulsar grupos delictivos y otros que desde siempre han sido malos». Reconoce que Ciudad Peronia es una comunidad de personas de departamentos y de asentamientos de otros lugares que han llegado, al igual que sus padres, en busca de oportunidades. No existe una cultura propia. Es una comunidad sin planificación urbana ni infraestructura para la recreación.
Nunca ha buscado discriminar a nadie por su forma de vestir, hablar o pensar. Entre sus amistades más cercanas había dos amigos que participaban en dichos grupos de gorras planas cerca de su escuela. Uno fue asesinado a balazos, y del otro no sabe si está en la cárcel. Ella siempre les brindó su amistad incondicional.
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Fue gracias a la música como conoció la organización Peronia Adolescente, en la cual participó con su hermano durante mucho tiempo. Encontró oportunidades para su desarrollo, conoció nuevas personas, se acercó más al teatro, a la escultura y a la música. Además, pudo viajar a algunos departamentos de Guatemala y a El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá y Holanda.
Actualmente estudia el Profesorado en Enseñanza Media en Educación Musical y Arte Dramático en la Universidad Popular y trabaja en el Ministerio de Cultura y Deportes como docente artística de la Academia Comunitaria de Teatro de Ciudad Peronia. Ha participado en diferentes obras de teatro y ha facilitado el desarrollo de festivales, obras de teatro y academias artísticas. En un futuro le gustaría graduarse de licenciada en arte, de maestra de teatro, y aprender sobre musicoterapia para realizar proyectos sociales para su comunidad.
Decidió unirse a Jóvenes contra la Violencia en 2018 porque allí encontró paz, amor y herramientas de gestión que le permiten seguir con su labor de prevenir la violencia por medio del arte. La encontrarán siempre en cualquier comunidad de Villa Nueva con las manos manchadas por algún marcador, pintura para la piel o pintura para la pared, compartiendo su energía con niños, jóvenes y adultos. Enseñando el arte que lleva en las venas y para lo cual se prepara en la universidad.
En sus propias palabras: “Trabajo para mi comunidad en prevención de la violencia utilizando el arte como una herramienta para la transformación social. A mí me cambió la vida haber tenido una guitarra en la mano, un pincel para maquillarme el rostro, un escenario para poder expresar mis sentimientos. No dudo que, para muchos niños, el arte también puede contribuir al desarrollo integral de los seres humanos».
¡Sigue adelante, Dali!
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