El cerebro se convierte entonces en un lugar fantástico y en ebullición, que aloja cientos, miles, millones de pensamientos de distinto color. El otro día, en el metro del Distrito Federal, vimos esos carteles que separan los vagones a los que solo pueden subir mujeres y niños. La medida, adoptada por el Gobierno debido a la constante y molesta aparición de manos largas robando carteras y dignidad, no funciona.
No funciona porque no se respeta. Es decir, en una estación sí existe la se...
El cerebro se convierte entonces en un lugar fantástico y en ebullición, que aloja cientos, miles, millones de pensamientos de distinto color. El otro día, en el metro del Distrito Federal, vimos esos carteles que separan los vagones a los que solo pueden subir mujeres y niños. La medida, adoptada por el Gobierno debido a la constante y molesta aparición de manos largas robando carteras y dignidad, no funciona.
No funciona porque no se respeta. Es decir, en una estación sí existe la separación vigilada, además, por un policía, pero en la siguiente, el cartel y el policía desaparecen. Y con ello se esfuma la tranquilidad para poder moverse sin sentir el aliento del degenerado de turno en la nuca. Pobres mujeres, niñas y niños. Siguen sufriendo el manoseo del amo y señor de la masculinidad. El hombre. Por supuesto, no todos son así de irrespetuosos.
Y de la medida insulsa del metro mexicano, pasamos al machismo generalizado que traspasa fronteras. (El cerebro ha relacionado ipso facto el tema del machismo con los abusos cometidos en el medio de transporte subterráneo. Casual y causal).
Nos contaba el otro día una colega salvadoreña del gremio periodístico que trabaja en la capital mexicana que una vez, cuando iba en el taxi con su hermano y su cuñada (ambos de visita) y comenzó a indicar la dirección, el conductor le espetó que por qué le daba indicaciones ella si ya iba un hombre (el hermano) sentado a su lado. El taxista no pensó que la única que conocía las señas de su propia casa era ella, claro. Pensó sólo en su calidad de mujer. Mujer objeto-florero-ente no profesional. Y ¿quién se cree que es una mujer para dar órdenes, siquiera hablar o dirigir a un macho cabrío que conduce un taxi? Un holograma, lo menos.
Esta inmensa ciudad da para elaborar una tesis al respecto. Su vecina, Guatemala, también se presta para el estudio académico y social. Dicen que las semillas del machismo germinan en casa. Que empieza a perpetuarse desde que las madres instruyen a sus hijos varones en eso que llaman “amor de madre”: -Tú, hijo mío, nunca te fíes de ninguna mujer excepto de tu madre y, a lo sumo, de tu señora esposa, que se convertirá algún día en la madre de tus hijos e hijas y le dirá lo mismo a los que nacieron como Adán-.
Por eso, hoy, más que felicitar a las mujeres por los avances alcanzados desde que se instaurase el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en Copenhague 1910; más que hacer un trabajo de hemeroteca que recuerde las cifras de la violencia machista; más que lamentarse por la desigualdad de género reinante o por el escaso número de mujeres en puesto directivos, queremos desde aquí aplaudir a todos aquellos hombres, varones, personas del sexo masculino, machos o señores, que han utilizado su creatividad para confeccionar originales anillos con las cápsulas prensadas de la Nespresso y obsequiárselas a sus amadas madres en un día tan señalado.
PD: Las mujeres de Latinoamérica continúan sometidas al maltrato, la sumisión, la desigualdad y el patriarcado. El País, 2006.
Más de este autor