En un amplio salón del hotel Conquistador, se congregaron técnicos, cooperantes y aspirantes a dirigir la alcaldía de distintos municipios del territorio nacional. Era un grupo grande de dirigentes de distintas tendencias políticas que se unía en ese espacio, para discutir una realidad que afecta a todas sus comunidades.
Yo estuve sentada al lado del candidato del FRG para la alcaldía de Chichicastenango, Quiché. Un señor bien informado y sencillo, que con gran interés anotaba todo lo ...
En un amplio salón del hotel Conquistador, se congregaron técnicos, cooperantes y aspirantes a dirigir la alcaldía de distintos municipios del territorio nacional. Era un grupo grande de dirigentes de distintas tendencias políticas que se unía en ese espacio, para discutir una realidad que afecta a todas sus comunidades.
Yo estuve sentada al lado del candidato del FRG para la alcaldía de Chichicastenango, Quiché. Un señor bien informado y sencillo, que con gran interés anotaba todo lo que allí se decía. Él no era el único, me pareció que la mayoría estaban realmente preocupados del flagelo de la desnutrición en sus localidades. Lo cual me hizo reflexionar que, a lo mejor, no todo está podrido en este país y que quizás hay algunos dirigentes locales con intereses más allá de los suyos, y dispuestos a trabajar codo a codo para combatir esa vergüenza nacional.
La charla central estuvo a cargo de Fernando Mönckeberg Barros, un médico chileno. Fue el promotor en la década de los 50 de la Estrategia para la eliminación de la desnutrición en su país. El doctor, con paciencia, nos hizo un recorrido en cifras de los últimos 60 años de la historia chilena. Yo solo voy a escoger dos indicadores: el ingreso per cápita de Chile pasó de US$300 en 1951 a US$15 mil en la actualidad, y la desnutrición crónica se redujo significativamente de 70% del total de niños menores de 5 años a tan solo 0,5% en el presente.
No hay magia ni mucha ciencia en ese logro. Su argumento es contundente: no es posible el desarrollo económico si un porcentaje de la población está siendo dañada en los primeros cinco años de vida. Porque la desnutrición crónica no permite que el niño desarrolle su potencial genético, y ésta será la razón por la cual en el futuro, ese adulto no se incorpore a la sociedad con todo su potencial. Por tanto, al no atender la desnutrición, no solo estamos sacrificando a los niños, lo cual es éticamente inaceptable, sino que también sacrificamos a la sociedad de la que somos parte. Por nuestra miopía, estamos desperdiciando capital humano capaz de levantar cualquier economía.
Lo más increíble es que para darle esa oportunidad a los niños y dársela a esta sociedad no se necesita una gran inversión de capital, ni siquiera es necesario aumentar los impuestos (el cuco de los empresarios), basta con tener un liderazgo visionario y capaz de colocar como prioridad el tema en la agenda política y convertir la reducción de la desnutrición en una política de Estado.
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