Esta línea de autobuses llega hasta Xela, pero nosotras íbamos a Nebaj, así que teníamos que bajarnos en Los Encuentros. El servicio es bastante cómodo, con asientos numerados y reclinables. Cuesta Q65 por dos horas de viaje. El libramiento de Chimaltenango contribuyó a reducir sustancialmente ese tiempo. El trayecto es bastante agradable y hasta incluye una paradita técnica para cambiarle el agua al pajarito.
En Los Encuentros uno tiene dos opciones: tomar camioneta y arriesgar su vida en los ganchos del demonio que hay camino a Chichi o tomar un microbús que sale cada 15 o 20 minutos. En este último el pasaje cuesta Q5. Si usted es buzo, pida ir al frente con el chofer o en la primera fila atrás del chofer. Vale la pena la lloradita o esperar el siguiente microbús si encuentra que el que está saliendo va muy lleno. Su estómago se lo va a agradecer. Los conductores generalmente son señores mayores y van por la ruta con bastante prudencia. Tome en cuenta que el camino tiene muchos túmulos y que esto ayuda a que no puedan echar carrera. Hasta Chichi son unos 30 o 40 minutos. Y prepárese para subir los ganchos porque hay varios que uno quisiera subir mejor en mula.
Al llegar a Chichi pregunte por los microbuses (por nada del mundo tome camioneta) que van a Santa Cruz del Quiché. Normalmente, salen cerca del arco Gucumatz cada 20 minutos. El pasaje le cuesta Q6 y el viaje tarda aproximadamente una media hora hasta Quiché. Nuevamente, pida asientos al frente. El viaje es tranquilo y los choferes bastante experimentados. Hay ganchos feos, pero un cachito menos peligrosos que los de Chichi.
En Santa Cruz vaya a la terminal de buses. Ahí, en medio de un relajo descomunal, puede abordar los microbuses o las camionetas que lo llevarán en dos horas y media hasta Nebaj. El pasaje cuesta Q20 en camioneta y Q25 en micro. Recomiendo este último, aunque el servicio ya no va a ser tan bueno porque normalmente meten gente hasta en los regazos de los que van sentados. Yo, de ingenua, opté por la camioneta y confieso que no es la mejor opción. Mi amiga y yo nos fuimos en el primer asiento del lado derecho del conductor, ese que, según yo, era un asiento para dos, pero que para el resto de los guatemaltecos es para tres cristianos. Además, como éramos dos mujeres en ese asiento, los hombres que se sentaban ahí nos escurrían como si fuéramos limones.
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Este trayecto no fue muy agradable. Los choferes corren como endemoniados por esa ruta, que también tiene curvas y es peligrosa. Ir al frente tiene la desventaja de que uno va viendo todas las animaladas que hace el conductor. Los buses son prehistóricos y uno siente que se van a destartalar en cualquier rato. Además del ruido insufrible del motor, el chofer pone su música preferida a todo volumen. Aquello es como una cacerola de latas y bramidos.
Si sobrevive a todo esto, habrá llegado a Nebaj, la tierra de los ixiles, un pueblo heroico y sufrido que lo cautivará con su generosidad y hospitalidad.
El regreso es bastante parecido y las recomendaciones siguen siendo válidas, solo que en Los Encuentros usted tendrá que tomar camioneta (que siempre será la peor opción) o esperar a que por gracia de Dios pase un microbús que venga de Xela y le pare ahí. Nosotras esperamos unos 10 minutos hasta que pasó un microbús.
Nos cobraron Q25 hasta la capital, pasando por Chimaltenango (no tomó el libramiento) y parando por todo el camino. Aun así el viaje tarda apenas dos horas porque el chofer maneja como energúmeno. La gente va viendo de dónde se agarra para evitar salir volando por una ventana. Como siempre, las mujeres llevamos la peor parte. Los hombres nos empujan, el brocha toma con malicia a las jovencitas para subirlas y a las doñitas las dejan a voluntad del Espíritu Santo. A nadie esperan para que se suba o baje: uno tiene que ir casi en las gradas para hacer la maniobra en un segundo y no importa si lleva carga, un bebé en brazos, o si es un anciano.
Usar transporte público en este país es rudo, lo cual es una verdadera lástima porque desestimula el turismo, deshumaniza y segrega el servicio y hace que solo los más necesitados, los estratos sociales más bajos, lo usen. Los sectores medios (que en muchos países son los principales usuarios del transporte público) buscan opciones privadas para desplazarse. El bus, que en muchos lados es un lugar de encuentro de gentes de diversos estratos sociales, se convierte en un servicio de mala calidad, relegado a los excluidos de siempre.
Como todo en Guatemala, lloran sangre las inequidades y la falta de oportunidades. Un país que vive de espaldas a su gente.
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