Sobre todo porque ejercitarse con una pelota en un deporte en equipo parece ser una de las formas más sanas de aprendizaje de varias habilidades y destrezas no solo físicas, sino también emocionales, sociales, culturales y, por qué no reconocerlo, intelectuales.
Esto último me pasó precisamente cuando hace poco observé cómo Cristiano Ronaldo acertó un tiro libre a una distancia considerable. Pocas veces lo había visto jugar antes, pues confieso que su actitud arrogante no me entusiasma, así que verlo meter un gol bajo la presión de tener el tiempo en contra y a su equipo perdiendo el partido, además de ser él mismo el centro de atención, me hizo reconocer dos cuestiones. Una, que, cuando se tiene la capacidad de concentración, se conocen las habilidades personales y se tiene el entrenamiento suficiente, fallar es casi imposible. Otra, que un grupo, cuando pone en primer lugar el amor por su país, se olvida del deseo de querer destacar de manera individual y trabaja unido para lograr el mejor resultado. Este futbolista y su equipo parecen haberlo entendido y apuestan por ello. Hasta el momento les ha funcionado.
Pero me pregunto qué pasa con los jugadores una vez que acaba el Mundial o cualquier otro campeonato, qué pasa con ellos cuando por la edad u otra circunstancia ya no pueden jugar. Me viene entonces la imagen de un Maradona desaliñado, comiéndose las uñas cuando ve perder a su equipo, sentado entre el público, y su físico poco recuerda al de un jugador de futbol (comparado con Las diez razones por las cuales las mujeres deberíamos ver este campeonato, que andan circulando por las redes y que consisten en las fotografías de sus equivalentes en futbolistas de este Mundial dotados de cuerpos bien trabajados en el gimnasio y sin duda bajo el clic de un buen Photoshop —es decir, los hombres ya no solo como sujetos, sino también como objetos del deseo: estas cosas del mercado que constituyen un tema que no compete hoy—).
Y me pregunto más aún qué pasa por la mente del resto de los guatemaltecos y las guatemaltecas cuyas vidas transcurren solo entre el trabajo, las redes, algunas reuniones sociales y entre Mundiales de futbol, copas europeas, copas americanas, copas intercontinentales, ligas entre equipos y las fallidas esperanzas de la selección nacional, que decepciona al parecer ad infinitum.
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No lo sé y tampoco quiero hacer falsas generalizaciones y especulaciones.
Solo imagino que, de pronto —y esto lo digo más bien como una ocurrencia—, ¿cómo cambiaría la mentalidad de los chapines si, además de ver futbol todas las semanas, de vez en cuando cada aficionado y cada aficionada con capacidad de adquisición y que aún no lo haya hecho comprara un libro? Aunque sea solo uno para empezar. Por no dejar, como solemos decir. El libro, por ejemplo, podría versar sobre el futbol, sobre la vida de los jugadores o de los comentaristas, sobre la historia del deporte, sobre las tácticas que utilizan los entrenadores, sobre los estadios donde se llevan a cabo los partidos, sobre cómo se gana o se pierde dinero con el deporte, sobre por qué es considerado un deporte de masas, sobre la influencia de los medios de comunicación o cualquier otro tema que se relacione con ello.
Me gustaría imaginar que, si cada aficionado y aficionada al futbol en este país comprara un libro de vez en cuando y lo leyera, poco a poco empezaríamos a ser diferentes, pues en nuestro país este deporte es de multitudes.
Para quien se anime, le comento que en los próximos días se llevará a cabo la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua). Esta se realizará del 12 al 22 de julio en Fórum Majadas (27 avenida 6-50 zona 11). Hay un amplio parqueo y, además de la venta de libros, habrá interesantes actividades para toda la familia.
Seguro que, si va, encontrará algún libro que le guste.
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