De acuerdo. Exagero con lo de arriesgar la vida. En realidad, según los estudiosos, la expresión sobre la muerte del gato surgió en inglés por allá por el siglo XV y, con los años, el uso cambió la palabra preocupación por curiosidad. Siempre me pareció que el refrán tenía algo malo, especialmente para los niños. La curiosidad es una de las cosas más importantes para el aprendizaje y la creatividad. Pero volvamos a la noticia viral.
Se trata de la esquela que un español llamado Enrique Aldaz Riera redactó para sí mismo y que publicó el diario catalán ABC:
El ilustre señor don Enrique Aldaz Riera, notario y escritor, falleció en Barcelona el día 22 de marzo de 2017 a los 72 años de edad. D. E. P. Rogad a Dios en caridad por el alma de don Enrique Aldaz Riera, que suplica perdón a sus deudos y amigos por haber tenido el atrevimiento de morirse sin su permiso. No lo hará más. Sus afligidos: fundamentalmente él mismo, si pudiera; hijos, Enrique y Helena; sobrinos y demás parientes que suplican una oración por su alma.
Era voluntad del difunto ser incinerado y que sus cenizas fuesen esparcidas en el mismo monte en que lo fueron las de su madre, pero, si por razón de la grave crisis que afecta al país supusiese un excesivo gasto de energía, que las tiren al Llobregat.
Murcia, 24 de marzo de 2017.
La esquela me hizo indagar sobre el señor Aldaz Riera.
Encontré que era un escritor con un gran sentido del humor. Dos libros suyos aparecen a la venta por internet: El conde Nicanor II y Las leyes de Aldaz.
En una nota de presentación del primero, el escritor dice: «Debidamente suspendido, pasó a trabajar en Astano, un astillero de Ferrol, y a los pocos días pasó de socialista de salón a facha de realidad, pues advirtió que, salvo casos de santidad, como la madre Teresa de Calcuta, nadie es de izquierdas con su propio dinero; con el de los demás, sí; con el del Estado, también; pero con el propio, no».
En la presentación de su segundo libro nos dice: «El autor del libro es un curioso patológico. Sus dos aficiones principales son poner verdes a los políticos —es decir, hacer justicia— y escribir cuando su natural vagancia lo permite. Odia corregir lo escrito y más de una vez duda si la coma está en buen sitio o procede acentuar una palabra, así que, si encuentran alguna falta de ortografía en el libro que presenta, como se dice en Murcia: ustedes disimulen».
Demostrado su buen humor, veamos dos cosas que quizá no sean evidentes. Primero, que en las primeras diez páginas de una búsqueda en internet su trabajo como escritor aparece 14 veces, pero la esquela aparece 59. Es decir, quizá su esquela fue más leída que sus obras, lo que vendría a ser una injusticia. Eso es algo más común de lo frecuente. Abundan las personas que alcanzaron su punto más alto de celebridad solo después de morir.
La segunda cosa es que Enrique Aldaz Riera fue un hombre que se amaba mucho, al punto de ser capaz de reírse de sí mismo. Y ese me parece su mejor legado. No se daba importancia al estilo de quienes ustedes y yo podemos tener en mente en este momento: lujos materiales, sentirse grandes empequeñeciendo a los demás, pensarse por encima del bien y del mal.
Gracias, don Enrique. Nos ha dejado una gran lección de vida y de muerte.
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