Ese fue, precisamente, el mensaje con el que nos quedamos muchos participantes luego de la entrevista realizada por Brújula, el jueves pasado en las aulas de la Universidad Rafael Landívar. Esta actividad fue pensada no solo como una conversación informativa que nos pusiera al tanto de lo que sucedía en las universidades chilenas.
Algunos antiguos estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la misma universidad hemos estado trabajando desde hace varios años y meses en la universidad y vemos como cada generación que entra, lo hace más indiferente, pensando siempre que las relaciones internacionales no tiene que ver tanto con política como con viajar y conocer todo el mundo.
De ahí que no exista ninguna organización estudiantil que se mantenga más allá de cuando se gana una elección para ser representante estudiantil frente al Consejo Facultativo, o en el mejor de los casos una planilla completa de Asociación Estudiantil. El proceso de elección de cualquier cargo estudiantil se hace cada año, por votación. En el 2011, con suerte, se tendrá una opción para “elegir”. En una facultad en que la política es el sentido y la supuesta vocación y elección personal, es difícil aceptar que sus estudiantes no se interesen por algo más que no sea lo que les dice el Blackberry.
La experiencia y el ejemplo de los chilenos que nos acompañaron en la videoconferencia fue realmente inspiradora. Tres jóvenes que se podrían ver en los pasillos de cualquier edificio del Campus Central landivariano, nos hablaban de porqué no aceptar una educación que se pagara exageradamente a través de créditos que ataban a los nuevos profesionales a pagar y pagar. O porque el problema de la educación superior estaba unida a la manera en que el Estado se desentendía de la educación media pública. El escucharlos hablar de cómo se habían unido como comunidad académica, no solo estudiantes, sino que profesores y rectores, para plantear una demanda ciudadana y no retroceder hasta ser escuchados y tomados en cuenta para cambiar de rumbo la educación en Chile.
La reforma es solo educativa, lo tienen claro. Pero también tienen claro que en la medida en que cambie la forma en que funcionan las universidades en Chile (y en Guatemala también) cambiará su realidad. Primero porque, en palabras de Joel, quieren “una universidad que construya país”. Y luego porque están conscientes de que si logran cambiar la forma en que se toman las decisiones políticas en materia de educación, habrán abierto un camino para tomar decisiones en otros ámbitos estructurales y coyunturales.
Al despedirse nos han hecho énfasis en dos aspectos necesarios para comenzar a cambiar la realidad de la que deberíamos estar asqueados. Nos han dicho que lo más importante es la organización. Y un ejercicio de organización es también participar en las agrupaciones estudiantiles. Javiera les dijo a los estudiantes que “si tienen metas y sueños que se la juegen”. Me hizo recordar aquellas AEU de San Carlos en los años más difíciles en que se ponía a prueba la valentía. En que fueron los estudiantes quienes se tomaron como algo personal el transformar la situación de una Guatemala sumergida en la pobreza, en la violencia, en la intolerancia.
Me pregunto a mí misma y a los que estudiaron conmigo, a los que están ahora en las aulas universitarias de la Landívar (por favor leer en tono enojado): ¿Por qué Chile sí, y nosotros no?
Pero nunca es tarde…
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