Una democracia electoral sin partidos con las condiciones adecuadas para participar y competir, sin importar la ideología o los objetivos que los aglutinan, es un sinsentido. Es como si una Champions League, el torneo más importante de clubes en Europa, no tuviera en el torneo a los mejores equipos del continente. Sería un sinsentido una Champions con los clubes que se quedaron al borde del descenso.
McKenzie, un estudioso de la organización de los partidos, conectó las dinámicas de la...
Una democracia electoral sin partidos con las condiciones adecuadas para participar y competir, sin importar la ideología o los objetivos que los aglutinan, es un sinsentido. Es como si una Champions League, el torneo más importante de clubes en Europa, no tuviera en el torneo a los mejores equipos del continente. Sería un sinsentido una Champions con los clubes que se quedaron al borde del descenso.
McKenzie, un estudioso de la organización de los partidos, conectó las dinámicas de la organización interna de los partidos políticos con las relaciones externas de poder que eran estimuladas por la pura búsqueda de los cargos públicos. Se interesó por la localización del poder dentro de los partidos, así como en la relación entre el partido como organización de afiliados y el partido parlamentario o el partido como organización de gobierno. Concluyó que la estructura formal del partido era mucho menos significativa que su posición respecto a las responsabilidades de gobierno. Su trabajo nos ha permitido reflexionar sobre las diferentes caras de la organización partidista: la institucionalización de los partidos, la democracia interna y la capacidad de control y sanción (accountability) de sus actividades políticas y financieras. Esta mirada multidimensional ayuda a pensar cómo se organiza y funciona un partido en la práctica, más allá de la competencia electoral, y cuáles son los retos que afrontan los partidos en el interior de cada una de las caras organizativas en el intento de avanzar hacia su democratización y constitución como instituciones políticas.
Es ampliamente conocido que son las directrices de los financistas y su capital los que ganan elecciones y que son los grandes financistas los que ordenan lo que hace o deja de hacer el partido político. Si bien esto es cierto a grandes rasgos, no se han valorado el rol y la cuota de influencia que tiene la capacidad organizativa de los partidos para el desarrollo de estos en tiempos no electorales y para la competencia política. Como la capacidad futbolística del Leicester City y su dirección técnica y financiera (no tan elevada si se compara con los grandes clubes), que pudo ganar una Premier League en una campaña en la que luchaba por evitar el descenso. Siendo un torneo en el que acostumbran ganar los clubes con las más grandes chequeras, fue vital la capacidad organizativa de un equipo chico. Esta capacidad no solo la fomenta el equipo, sino también el formato de competencia de la Premier League y sus subdivisiones ligueras. Entonces, si los mecanismos de los grandes financistas no son rígidos ni universales, ya que los partidos políticos tienen su campo de acción en los tres ciclos de un partido (no electoral, electoral y de gobierno presidencial, parlamentario o municipal), el objetivo es hacer que ese campo de acción se vuelva más amplio.
En el mundo de los partidos políticos, para que se pueda ampliar el campo de acción de estos y se obtengan buenos resultados en la correlación de fuerzas de la gestión política y en el éxito electoral, la democratización y la implementación de prácticas transparentes que le den autonomía al partido son muy importantes, pues les restan influencia al capital y a quienes lo otorgan. Quiere decir que, si las reformas de segunda generación apuntan al cumplimiento de estos retos organizativos de los partidos, podrá mejorarse la democracia del país. Porque a mayor desarrollo democrático de la capacidad organizativa de un partido político, mayor independencia del partido respecto a las élites que financian la vida de este. Por tanto, existirá una mejor actuación del partido en la representación de los intereses de los ciudadanos, que se traducirá inevitablemente en la implementación de mejores condiciones de vida.
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