Pero Hillary Clinton no es la primera mujer nominada por un partido político en Estados Unidos. Victoria Claflin Woodhull fue nominada en 1872 por el Equal Rights Party. En 1964 fue Margaret Madeline Chase Smith la primera mujer en participar como precandidata de uno de los partidos dominantes (el Republicano). Shirley Anita Chisholm fue la primera mujer negra en competir en las primarias estadounidenses del Partido Demócrata en 1972. No ganó, pero, eso sí, fue la primera mujer negra en obtener la elección a la Cámara de Representantes por ese mismo partido en 1968. Y la primera mujer en competir como outsider, nominada por un partido que no era ni el Republicano ni el Demócrata, fue Gracie Allen, en 1940. Así, hay por lo menos 18 casos más de mujeres que compitieron entre 1960 y 2016 por la nominación de los partidos dominantes o que fueron nominadas por terceros partidos. Esto quiere decir que la nominación presidencial de Clinton no es un acto de sorpresa, sino el resultado de una ardua lucha dentro la democracia estadounidense. ¡Ah! Por cierto, valga recordar lo que ya escuchamos en la Convención Demócrata: la olvidada historia de Deborah Sampson o Samson. Fue una mujer que peleó en el ejército continental disfrazada de hombre en dos ocasiones concretas: 1782 y 1788. Aunque las fechas son posteriores a la oficial de la independencia, no se nos olvide que Estados Unidos estuvo bajo asedio británico durante 10 años luego de 1776.
El segundo dato que en efecto no tiene precedente alguno es la participación de Bernie Sanders. Es el primer judío estadounidense en haber participado en una elección primaria por uno de los dos partidos dominantes. Por lo general, se supone que la historia de los judíos en Estados Unidos es un producto de las oleadas migratorias resultantes del fascismo europeo del siglo XX, pero los judíos en Estados Unidos tienen presencia en la arena política desde antes de la fundación del país. En promedio, se calcula que 160 judíos pelearon en las filas del ejército continental en contra de la dominación británica. Durante la guerra de secesión vivían en ese país 150 000 judíos en promedio, y casi un total de 10 000 de ellos tuvieron participación en la guerra. Abrumadoramente, la mayoría peleó en las filas del ejército antiesclavista. Y si nos seguimos refiriendo al rol que han jugado los hijos de libro, habría que referirnos también a los colectivos musulmanes. Hay por lo menos constancia de dos soldados de religión musulmana en la guerra de independencia de Estados Unidos. Y al menos 292 soldados estadounidenses de práctica musulmana en la guerra de secesión. Dicho de paso, fue precisamente la presencia de militares de práctica judía y musulmana lo que obligó al presidente Lincoln a designar capellanes apropiados para estos grupos. Irónico que la guerra haya sido el inicio de la pluralidad religiosa en Estados Unidos.
Otras dos nacionalidades interesantes de introducir en este análisis son los italianos y los irlandeses.
Por lo general se los presenta como grupos inmigrados exclusivamente en el siglo XX y, de ahí, como objeto de un proceso bastante complejo de asimilación. Pero en realidad ambos grupos tienen raíces más viejas en Estados Unidos. Los italianos pelearon en la guerra de secesión estadounidense para ambos bandos. El que apoyó la unión se denominó la Legión Italiana. Hay pocos datos sobre su número total de efectivos, lo cual da a entender que no sería un batallón muy grande. A diferencia de los irlandeses, cuya migración empieza en 1861 —cuando estos se encontraron con la guerra civil—, se estima que casi 150 000 de ellos pelearon por la unión luego de haber recibido convenientemente la ciudadanía estadounidense. Los irlandeses han sido mercenarios aventureros. En la guerra entre México y Estados Unidos, el famoso batallón San Patricio peleó del lado mexicano. Se componía de más o menos 700 irlandeses (y otros europeos) que habían desertado del ejército estadounidense o buscaban abrirse campo lejos de aquel país. Hay una placa conmemorativa con todos los nombres de ellos que se encuentra en el Museo Nacional de las Intervenciones, administrado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia mexicano.
[frasepzp1]
Como historia colateral, se había dicho que el actor mexicano Anthony Queen era descendiente de alguno de estos irlandeses luego asentado en México, pero no es así. Antonio Quinn Oaxaca era hijo de un irlandés que peleó en las milicias revolucionarias de Doroteo Arango (más conocido como Francisco Villa). Tampoco es Vicente Fox descendiente de estos irlandeses. El abuelo paterno de él se llamó José Luis Fox, pero nació bajo el nombre de Joseph Louis Fuchs en Cincinnati, Ohio, Estados Unidos, y era hijo de Louis Fuchs, un inmigrante alemán católico. Fuchs y Fox significan lo mismo: zorro. No es clara la razón del cambio del nombre, pero sí es claro que un candidato a presidente en México nieto de un estadounidense no generó mayor reacción nacionalista. Lo que sí resulta historia colateral es que Mitt Romney (el excandidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano, de profesión religiosa mormona) sea bisnieto de Miles Park Romney, quien huyó de Estados Unidos a México en el siglo XIX por escapar de las leyes que prohibían la poligamia mormona. El abuelo de Mitt Romney, Gaskell Romney, creció en México, en el seno de una comunidad mormona que tiene más de 150 años de estar asentada en el pueblo de Colonia Juárez, en el estado de Chihuahua. No hace mucho Vice News publicó un documental sobre los parientes mexicanos de Romney.
Los irlandeses sostienen una relación amor-odio con Estados Unidos: son parte constitutiva de la nación americana, pero no fue sino hasta bien entrado el siglo XX cuando parecieron legitimarse. Se afirma que fue durante la presidencia de Kennedy cuando el núcleo irlandés en ese país pasó al nivel de ciudadanos de primera categoría, pero, en términos generales, casi todos los presidentes estadounidenses tienen raíces irlandesas —dentro de una mezcla variada y con una práctica religiosa protestante—. Lo que sí es cierto es que la presidencia de Kennedy abrió el campo para que los núcleos católicos (siendo Kennedy el único presidente de profesión religiosa católica romana) pudieran dejar de ser vistos con algún recelo. Claro, no olvidemos que uno de los principales temores infundados del estamento republicano durante la presidencia de Kennedy era que el Vaticano tuviera mayor influencia en la política del país. ¿Cuantos presidentes estadounidenses han sido católicos practicantes? Solo JFK. ¿Cuántos vicepresidentes han sido católicos practicantes? Joe Biden, actual vicepresidente. Y si el Partido Demócrata ganara las próximas elecciones, también lo sería su candidato a vicepresidente, Tim Kaine. Kaine tiene una relación muy especial con Centroamérica, pues estuvo un año completo haciendo trabajo de misiones con la Compañía de Jesús en El Progreso, Honduras.
¿Hay algún vínculo entre comunidades hispanas y los procesos políticos estadounidenses antes del siglo XX? Sí. También en la guerra de secesión se calcula que al menos 157 oficiales y 3 500 nuevos mexicanos o mexicoamericanos como tropa (sujetos que vivían en los territorios mexicanos anexados por Estados Unidos en 1848) componían esta unidad militar. No hay registro, por cierto, de que se les haya otorgado la posibilidad de capellanes católicos.
¿Han sido protestantes la mayoría de los presidentes estadounidenses? Sí, aunque dentro de espectros variados. Nixon era cuáquero, aunque gustaba del whisky. Hay por lo menos cuatro presidentes que profesaron el cristianismo protestante unitario (versión protestante que rechaza la trinidad —cuestiones de economía, supongo—). Destaca entre ellos John Adams. Hubo al menos un agnóstico, Thomas Jefferson, quien incluso produjo la llamada Biblia de Jefferson, en la cual se retiraron todos los versículos que apelaban al realismo mágico y se dejó la Biblia como un texto de enseñanza moral. Esto es algo que lo conservadores cristianos republicanos nunca le echarán en cara a uno de los padres fundadores. Pero, en efecto, estos sujetos no eran cristianos fundamentalistas, sino, en el mejor de los casos, deístas. De los signatarios de la declaración de independencia, 16 % eran masones. Y de los signatarios de la Constitución, 33 % lo eran por cierto.
¿Adónde vamos con todo esto?
A que Estados Unidos es un país muy diverso, compuesto por muchas microhistorias.
No se vale entonces que un idiota institucionalice el sentimiento antiinmigrante.
Más de este autor