Las caras más visibles del gabinete del gobierno de Morales Cabrera, así como las intenciones principales de su difusa propuesta de gobierno, nos muestran su clara convicción derechista, mucho más evidente aún que la de los gobiernos de Berger y Arzú. Si Stein y LaRue dieron al gobierno de Berger un matiz de modernidad democrática, ese asomo de visión progresista está totalmente ausente en el gabinete y en las ideas fundacionales del gobierno del señor Morales. De esa cuenta, los que abierta o vergonzosamente profesan las distintas variantes de esa ideología deberán no solo sentirse representados, sino reconocer consecuentemente que lo que se logre o deje de lograr en estos cuatro años es resultado directo de esa corriente política.
Si en su discurso de toma de posesión ninguna bonita sorpresa apareció, la única orden concreta es la creación de la Fuerza de Tarea Xinca, con lo que, sin mayor evaluación ni mucho menos justificación en resultados concretos, continuaremos viendo soldados haciendo funciones de policías. La militarización de la sociedad camina sobre ruedas, con lo cual se satisface a la derecha más autoritaria sin que se haya visto en los cuatro años patriotas que esa modalidad de policías vestidos de verde olivo y alojados en cuarteles haya hecho las ciudades y las carreteras más seguras, aunque sus acciones sí son mucho más caras y evidentemente bicéfalas.
Presentándose como el gobernante de la no política, del no programa, siguiendo las líneas maestras de su gurú Dale Carnegie, el nuevo presidente habló bonito y elocuente en su discurso inaugural. Llamó a la ciudadanía a no desmayar y a comprometerse con la bella Guatemala. Demostró así ser eficaz usuario de los recursos retóricos de Tony Robinns, que, como él, para ser más efectivo en sus discursos, se cambió de nombre y nos dijo que con entusiasmo todo se puede y que, «si no hay soluciones mágicas, sí hay magia en el trabajo en equipo», en el cual, según él, están todos los guatemaltecos.
Mostrándose preocupado por la desnutrición crónica de la mitad de los niños del país, se comprometió a reducirla en un 10 %. No nos dijo en concreto cómo hará para conseguirlo a partir de mañana, pero nos propuso esperar el milagro de su consecución. Los guatemaltecos estamos acostumbrados a pedir milagros: los más pobres, los más creyentes, viven de puro milagro, y los niños se conciben, nacen y sobreviven por milagro. Los que con ciertas inversiones a favor del milagrero se sienten bendecidos consideran milagro hacerse millonarios, pues junto con el diezmo hacen su luchita pagando bajos salarios, mintiendo en las declaraciones de importaciones y exportaciones, etcétera. Es decir, haciendo todo a lo que un buen creyente de estos tiene derecho para lograr el milagro de la multiplicación de los dólares.
Los milagros, pues, llegarán. Y si no llegan es porque finalmente el Altísimo, el Misericordioso, así lo quiso. Y no podremos culpar a quien al final de cuentas no se ha comprometido a hacer nada específico al respecto. Siervo fiel de Og Mandino, nos convocó a que lo hagamos todos juntos, pero no repartió tareas, mucho menos asumió sus propias responsabilidades como jefe del Ejecutivo. Como dijera Jaime Barrios en reciente entrevista, «cínicamente no asume su responsabilidad de hombre de Estado y delega en los demás la responsabilidad que es solo suya».
Pero resulta que la política no es ni el arte ni la ciencia ni de los milagros ni de las motivaciones emocionales, tampoco el reparto de responsabilidades en las que nada se puede hacer. La política y sobre todo la gestión pública son el arte de la gestión humana y la ciencia de la utilización adecuada de los recursos, que, siendo de todos, exigen un manejo transparente y claro, programaciones minuciosas y una presentación permanente de resultados. En política no hay oraciones repetitivas ni gestos teatrales ni palabras de efecto, sino actos responsables basados en informaciones científicamente recogidas y abiertamente evaluadas.
El presidente Morales Cabrera se comprometió a salir el lunes 18 a repartir cien millones de quetzales en medicinas y alimentos que, dijo, consiguió regalados, pero no se dignó pronunciar el nombre de al menos uno de esos altruistas colaboradores, como tampoco ha querido decirles a sus feligreses y a los que no lo son cómo le hizo para pagar, durante más de 60 días, uno de los hoteles más caros del país. ¡Milagros!, nos dirá de hoy en adelante. O, lo que es peor, nos acusará a los que le pidamos transparencia de que formamos parte del dinosaurio que quiere dividir al país.
Es tal vez bueno recordar que la derecha chapina ya tuvo a su presidente-predicador, aquel que dijo «no robo, no miento, no abuso» y resultó apadrinando a los militares ladrones de antes y a los de su gobierno, protegiendo a la gavilla de ladrones del FRG y convirtiendo en sus cómplices a lo más atrasado del empresariado, a quienes luego obligó a ponerse de su lado cuando lo condenaron por sus crímenes.
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