«Bonitas sorpresas» nos esperan, fue todo lo que Jimmy Morales pudo responder a la pregunta sobre cuáles serían sus primeras disposiciones como presidente en una entrevista publicada por Prensa Libre a tan solo cuatro días de la toma de posesión. «Si las anticipo se pierde la sorpresa». Vaya, qué emoción. ¿Es que acaso cree que está anunciando la nueva temporada de una serie de televisión? Solo nos pudo adelantar que habrá «bonitas sorpresas» en salud, seguridad alimentaria y reconstrucción del país.
No sabemos mucho de lo que Jimmy Morales llegará a hacer al palacio presidencial. Quisiera creerle su intención de dejarnos en suspenso y sorprendernos, pero la verdad es que temo que él tampoco lo sepa. Durante dicha entrevista, algo esbozó sobre el tema de seguridad alimentaria, y su plan es que ese trabajo lo hagan los azucareros, «quienes se comprometieron muy amablemente», dijo, como parte de su responsabilidad social empresarial. Algo más contó sobre el tema de educación, y su plan es llevar una tablet por niño a las escuelas públicas. Estos bosquejos pintan malos augurios.
En la misma entrevista, cuando se le preguntó sobre su gabinete fantasma, dijo que era mentira que no tuviera equipo para su gobierno. Con toda la confianza del mundo respondió que su equipo es «Guatemala». Muy bonito, señor presidente, pero créame que no vamos a aguantarle por mucho tiempo ese tipo de respuestas. Necesitamos respuestas serias, por muy difícil que le parezca. Pareciera que Jimmy Morales tiene siempre un guion, un refrán o una anécdota para cada ocasión (seguro era de esperarse, ya que a eso se ha dedicado en sus años de comediante). Para cada pregunta tiene una respuesta poética o metafórica (por cierto, de mala calidad), pero estoy segura de que no nos durará mucho tiempo la paciencia para escucharlo recitar.
Señor presidente, si quiere hablar de enseñanzas y lecciones, le pido que no nos hable como a niños en una catequesis dominical. No nos hable con más cuentos, fábulas y moralejas. En todo caso, recurra a la historia de este país, adéntrese en ella y verá cuánto aprendizaje podemos sacar de allí, con sus aciertos y desaciertos. Ojalá el tiempo y la historia no pasaran en vano, porque pareciera que estamos condenados a seguir repitiendo los mismos errores. Aunque no cabe duda de que hay quienes se benefician de esos aparentes errores y de que les conviene que sigan ocurriendo. Porque de este caos, créanme, hay quienes sacan buenas tajadas.
Me cuesta un poco pensar qué le podemos exigir a este presidente cuando él mismo dijo que no tenía experiencia ni sabía de política y cuando aún así la mayoría votante lo eligió. ¿Qué le podemos pedir? Mínimamente respeto. Pero esperar a que las cosas cambien en el país con este gobierno me parece que es la crónica de una frustración anunciada. Y es que este sistema político no está diseñado para representar ni servir a las mayorías (lo discutíamos ampliamente el año pasado de cara a las elecciones, cuando nos urgía la reforma a la Ley Electoral). Entonces, ¿qué nos queda? ¿Cuál es el camino? Seguir construyendo fuerzas desde abajo, desde lo colectivo, desde las luchas populares, fortaleciendo alianzas, y recordarle al Gobierno que estaremos vigilándolo.
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