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Raúl Maas: «Es necesario que se quite ese velo de opacidad sobre la actividad petrolera en el país»

El oleoducto no ha parado de funcionar desde los años setenta hasta la fecha y no se sabe si el petróleo es de buena calidad. Bueno, la actividad petrolera en el país siempre ha estado casi con un manto de opacidad.
Lo que ya se hizo hasta el día de hoy, ya no se puede cambiar, pero sí lo que vamos a hacer: qué beneficios obtenemos, tanto económicos como sociales y ambientales.
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Artículo

Raúl Maas: «Es necesario que se quite ese velo de opacidad sobre la actividad petrolera en el país»

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Infografía: Lionel Fock
Ilustración: Lionel Fock
Historia completa Temas clave

En esta entrevista el investigador académico del Iarna, Raúl Maas, traza un mapa histórico de la explotación petrolera en Guatemala desde que la primera legislación lo permitió hasta la actualidad. Pone en duda los efectos positivos para la sociedad, no solo desde una visión ambiental, sino en términos económicos. Sugiere que es necesario el debate alrededor de este tema para evaluar los costos de renovar el contrato y así transparentar el funcionamiento de esta industria que ha sido incierto desde hace más de sesenta años.

Raúl Maas es Ingeniero Agrónomo en Recursos Naturales con formación en el manejo y conservación de la biodiversidad y sociología ambiental. Actualmente es investigador y coordina el Departamento de Tecnología del Instituto de Investigación en Ciencias Naturales y Tecnología (Iarna) de la Universidad Rafael Landívar. 

Desde su oficina, conversó con Plaza Pública para entender la industria petrolera en Guatemala, las empresas que la operan y el posible futuro de estas. 

—¿Cómo ha evolucionado la industria del petróleo en Guatemala desde que empezó?

—El interés de la extracción petrolera en el país surge, más o menos, a principios de los años cincuenta. De hecho la primera ley para formalizar la actividad petrolera se aprobó alrededor de 1954. Hay un arranque de la extracción en los años sesenta básicamente en el norte del país, en la Franja Transversal del Norte, en una zona que se conoce como Las Tortugas. También en el norte de Petén, en lo que posteriormente se convierte en el biotopo protegido Laguna del Tigre. Aquí se encuentran los pozos Las Tortugas y Xan, respectivamente.

Además, se construye el oleoducto: el sistema que lleva toda la extracción petrolera que se lo moviliza, tanto del pozo Xan como de Las Tortugas, hacia el mar Caribe y mueve estos bienes hacia los puntos de embarque. Posteriormente, en los años noventa, hay una reforma a la ley del petróleo, que es la que opera en la actualidad en términos formales.

El Iarna realizó un documento en el observatorio ambiental de Guatemala en el 2012 que se llama De Traiciones a la Patria y corrupción en Guatemala: el caso del petróleo en Parque Nacional Laguna del Tigre, en donde se sintetiza, justamente, los hitos más significativos de la actividad petrolera en el país. En ese documento se encuentra el posicionamiento que fijamos como universidad dada la renovación que, en ese momento, el gobierno de de Álvaro Colom hizo para el contrato petrolero de extracción en la Laguna del Tigre y que es —creo yo— el motivo del interés en reflotar el tema: se debe renovar o no el contrato petrolero en la Laguna del Tigre.

—¿Hay alguna manera de extraer petróleo sin que se esté dañando el medio ambiente? 

—No, dado que el objeto de la extracción se encuentra en el subsuelo y para llegar a él hay que afectar, obviamente, los sistemas que están en la superficie terrestre. Hay que remover suelo, subsuelo, hay que perforar, hay que construir la maquinaria. Es decir la infraestructura para poder succionar esa sustancia, llevarla a la superficie y movilizarla. 

Todo ese proceso hace daño al medio ambiente, tiene un impacto directo sobre los ecosistemas que están en la superficie, sobre los suelos e incluso sobre todo el subsuelo, porque muchos de los mecanismos de extracción utilizan explosiones subterráneas. El efecto más común es la liberación de gases propios de estos depósitos: el anhídrido sulfúrico, por ejemplo. También la sustancia misma, eso que llamamos petróleo, contamina los entornos naturales. Y esa contaminación promueve el rompimiento de los ciclos de vida de flora y fauna que es afectada al entrar en contacto con este material. Además, para los seres humanos es letal aspirar estos gases.

—¿La extracción de petróleo es necesaria para la vida humana y la sociedad? 

—Eso es parte de los conflictos o las tensiones que genera el nivel de desarrollo que en este momento tenemos. Es decir, es parte de ese costo ambiental, social y económico que implica poder tener todos los productos que nos genera el aprovechamiento de este recurso natural. Por ejemplo: los combustibles, los productos plásticos que se generan del tratamiento del petróleo como el de la computadora, el del teléfono, el material para hacer lentes e, inclusive, la energía eléctrica se genera con productos del petróleo, entre otros. Por eso, es importante entender que, al momento de extraerlo, ya no hay vuelta atrás y ese es el costo socioeconómico y socioambiental de poder disfrutar de este nivel de vida. El verdadero problema no es encontrar los sustitutos para estos productos, sino la reconversión de toda la industria. No sé si estamos dispuestos a absorber el costo de hacerlo.

—Regresando al caso específico de Guatemala, ¿qué información se conoce sobre la reserva de petróleo y gas natural en términos de la cantidad y la calidad? 

—Con respecto a las reservas, creo que esas son del dominio del Ministerio de Energía y Minas, o por lo menos la sociedad esperaría que ellos tengan esa información. Sin embargo, se debe reconocer que ese es un tema sobre el cual el Estado guatemalteco no tiene información. Esto no nos pasa solo con el petróleo, sino también con reservas naturales: minerales, oro, plata, níquel o materiales de construcción como arcillas para hacer cemento. Hay un mapa geológico de Guatemala que se hizo, más o menos, en los años cincuenta y no ha habido una actualización.

Ahora bien, con respecto a la calidad: la industria petrolera guatemalteca siempre ha indicado que es un petróleo muy pesado y que tiene alta presencia de azufre. Por eso no lo hace competitivo en los mercados internacionales. Este petróleo se utiliza para hacer chapopote o asfalto, que en realidad no tiene mucho valor en el mercado. Aún así, es una industria que está activa desde los años sesenta. 

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El oleoducto no ha parado de funcionar desde los años setenta hasta la fecha y no se sabe si el petróleo es de buena calidad. Bueno, la actividad petrolera en el país siempre ha estado casi con un manto de opacidad. Desde sus inicios hay un mito que señala que la primera ley de petróleo en Guatemala está redactada en inglés. La he estado buscando desde hace mucho tiempo atrás, pero sí hay algunos indicios, sobre todo en algunas investigaciones, que indican que esa ley, muy probablemente, sí haya sido aprobada en inglés. Es decir, ni siquiera estaba redactada por guatemaltecos. 

El diputado Aníbal García solicitó al Ministerio de Energía información sobre gastos operativos y gastos de transacción. Y en el análisis que entregaron, logramos determinar que la actividad petrolera, en términos económicos, no es negocio y que el Estado guatemalteco subsidia esa extracción petrolera. Si eso es cierto, la calidad del petróleo no importa porque todo está subsidiado.

—¿Cómo funciona la concesión para explotar petróleo? 

—En términos formales de la concesión, es una licencia que el Estado guatemalteco otorga para que se extraiga de determinado territorio. El Estado tiene personal encargado para asumir esa tarea. Dada la precariedad, en cuanto a disponibilidad de recursos físicos humanos y económicos para hacer ese trabajo, me temo que no se logra hacer con la debida precisión para evaluar, sobre todo, el tema de los impactos ambientales que la petrolera genera al país.

Entonces creo que hay un déficit en toda la institucionalidad pública guatemalteca que no suma entre su mandato y su capacidad de atender esas responsabilidades. Al final, es una serie de transacciones comerciales entre lo que la petrolera invierte para extraer, movilizar y exportar el producto, versus lo que el Estado guatemalteco se compromete a devolver a la empresa en función de incentivos o en función de compensaciones por favorecer el desarrollo de la industria. En otras palabras, lo que la sociedad retribuye a la compañía petrolera por extraer el patrimonio natural de los guatemaltecos. 

Esto es lo más cuestionable, pues no genera ningún beneficio al país, al Estado; quizás hay algunos excedentes para pagar algunos tributos que se reparten entre el Ministerio de Ambiente y algunas municipalidades aledañas a la explotación. 

—¿A quienes se han adjudicado estas concesiones de explotación de petróleo? 

—En ese sentido sí hay transparencia. Es decir, el Ministerio de Energía y Minas ha sacado a licitación los espacios donde se puede hacer exploración para aprovechamiento de petróleo y gas natural y estos ya han sido adjudicados. No tengo los nombres, pero se pueden ver los polígonos concesionados que ya están adjudicados en una buena parte del país. La más tradicional ha sido la empresa Perenco. Esta es la empresa más reconocida debido a la trayectoria que ha tenido por la extracción petrolera en el Parque Nacional Laguna del Tigre. 

—¿Qué regulaciones han surgido respecto al petróleo en los últimos treinta años?  

—La primera regulación surge en los años cincuenta y sufre una modificación en los años noventa. Sin embargo, el caso más sonado, y que estuvo en debate dentro de la opinión pública, fue justamente la renovación del contrato petrolero que fue autorizada durante el  gobierno de Álvaro Colom, en medio de un escándalo político.  

Dicha situación nace debido a que la autorización de la ampliación del permiso de explotación tenía que tener el aval del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap). El secretario ejecutivo del Conap mutiló el Plan Maestro de la Reserva de Biosfera Maya para que se justificara la ampliación del contrato petrolero, y hasta hubo un juicio al respecto. 

Pero es importante tener en cuenta que, cuando inició la extracción petrolera, aún no era considerado Parque Nacional. La explotación comenzó en los años cincuenta y la Laguna del Tigre se reconoció como parque nacional hasta en los años setenta. Posteriormente, en 1989 se declara la Reserva de Biosfera Maya.

Por ende, el tema es que, justamente ahora que se abre nuevamente el debate sobre si debe o no renovarse el contrato petrolero, es cuando debe cuestionarse qué vamos a hacer con dicha actividad. Porque, en términos conceptuales, en un parque nacional no debería estar permitida la explotación de petróleo. 

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Es más, el Parque Nacional Laguna del Tigre es reconocido a nivel mundial por ser uno de los humedales de mayor importancia global para la conservación de la biodiversidad y lo reconoce la Convención Ramsar. Este criterio nos debe llevar a preguntarnos si realmente vale la pena darle continuidad al contrato de extracción petrolera, porque es eso lo que está en el debate ¿no? Lo que ya se hizo hasta el día de hoy, ya no se puede cambiar, pero sí lo que vamos a hacer: qué beneficios obtenemos, tanto económicos como sociales y ambientales.

—¿Cuáles son los efectos de la injerencia humana en estos suelos? 

—Para que la maquinaria de la actividad petrolera pudiera llegar a donde está ahora se abrieron caminos. Esos caminos que abrió la industria petrolera han sido fuente del mecanismo con el se ha facilitado la llegada de más problemas. Por ejemplo, acelerar la deforestación y el cambio del uso del suelo en esta región con la llegada de agricultores y ganaderos. Asimismo, los coyotes utilizan estas vías y ha incrementado la migración y el contrabando de drogas. Hay algunos estudios que revelan que este camino petrolero ha facilitado el desarrollo de otras situaciones críticas para la estabilidad misma del Parque Nacional. 

—¿Algún pensamiento o sugerencia que quisiera dejar a los lectores, a la opinión pública? 

—Esperemos que con esta nueva legislatura, con este nuevo gobierno, en este aire de cambio que se respira y con todas las promesas que tenemos, se abra un ejercicio de discusión, análisis y debate que sea expuesto a la opinión pública para que se aclare esa opacidad que ha existido sobre la actividad petrolera en el país. Creo que nos lo merecemos como sociedad porque estamos hablando de un patrimonio natural guatemalteco.

***

La historia de explotación de hidrocarburos en Guatemala es de larga data y, como lo plantea Raúl Maas, ha pasado por varias etapas de caracterizadas por la opacidad y condicionada por la fragilidad del Estado para garantizar que sea una inversión que favorezca el desarrollo en el país. 

En Plaza Pública realizamos la siguiente línea del tiempo en la que se puede observar la evolución histórica de la explotación petrolera en el país, sus principales actores y los marcos legales que la han regulado.

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