De hecho, el 86 % de la población ha tenido el padecimiento. Y este mal puede causar hasta la muerte en más de un sentido.
Este descubrimiento comienza en las oficinas de Ipsos, una empresa privada de investigación de mercados que fue fundada en 1975. Hablamos de la que ocupa la tercera posición mundial en cuanto a tamaño, con oficinas en 86 países del mundo.
Con la credibilidad que trae lo anterior, el Centro para Innovación de la Gobernanza (en inglés, CIGI), un tanque de pensamiento sobre formulación de políticas —con sede en Canadá—, se asoció con Ipsos para realizar la encuesta global que descubrió la epidemia. Este año se realizó la quinta edición.
Se preguntará qué epidemia puede ser del interés de una organización mundial que se dedica exclusivamente a los temas de economía, seguridad, políticas y derecho internacional.
Se trata de una encuesta sobres noticias falsas, también conocidas como fake news. Resulta difícil, al menos al inicio, comprender lo que la epidemia significa para la democracia y la gobernabilidad nacional.
El estudio alcanzó a 25,229 personas en 25 países. Su margen de error es de más o menos el 3.5 %. Según los resultados, casi nueve de cada diez personas reconocen haberse creído alguna noticia falsa que circulaba por Internet. Esto es demasiado.
El 82 % de los entrevistados dicen que esas noticias circulan en redes sociales como Facebook, Twitter, Whatsapp y otras.
Las noticias falsas se identifican principalmente con políticos. También se vinculan con gobiernos y medios de comunicación.
Abundan la tergiversación, las mentiras sin recato, la manipulación de imágenes y de videos y la atribución de declaraciones a personas que no las han hecho.
Se explota la ambigüedad, y muchas cosas se dejan flotando para que quien reciba la noticia haga su interpretación. El emisor no asume responsabilidad.
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Hay un nuevo tipo de mentira: la deep fake (profundamente falsa), que utiliza voz suplantada y contenido modificado que se confunde con el movimiento de los labios. Esta tecnología se está expandiendo porque tiene alta demanda.
El estudio incluye opiniones sobre las maneras en que se pueden sanear el ambiente y el impacto en la privacidad de las personas.
Haciendo un análisis local, agregamos que las noticias falsas pueden destruir reputaciones personales, socavar la credibilidad de instituciones (con fuerte impacto en el desarrollo de la democracia), generar violencia y trastocar el tejido social.
Debido a las recientes elecciones, estamos atravesando una tormenta de noticias falsas.
Algunos casos que vienen a la mente: la fotografía de un supermercado vacío presentada como la situación en Venezuela cuando es de la mismísima Nueva York, imágenes de manifestaciones y de personas dramáticamente heridas que corresponden a otras fechas y a otros países, grabaciones de audio que presentan situaciones encaminadas a atemorizar o a manipular a la población (como los que dicen haber tenido a la vista planes de gobierno que azuzan nuestros peores miedos: privatizaciones masivas, reforma agraria, destrucción de la familia…)…
Si el problema ya es serio por lo anterior, adquiere carácter epidémico gracias a la reemisión de las noticias falsas por vía de nosotros mismos. Eso las viraliza y de ahí vienen sus efectos devastadores.
Una razón fundamental para la viralización es que, según estudios psicológicos, tendemos a creer todo aquello que refuerce nuestras opiniones, creencias y posiciones sobre algunos temas. Si estamos en contra de algún personaje, toda noticia falsa que nos llegue tendrá el efecto de reforzar nuestro antagonismo y estaremos deseosos de multiplicar la distribución.
La situación demanda mucha responsabilidad. Por mucho que nos guste o convenga una noticia, nuestra obligación es verificar su veracidad. Si no lo conseguimos, es mejor abstenernos de extender la epidemia.
Debemos hacernos algunas preguntas: ¿el medio de origen de la noticia es conocido y creíble?, ¿hay evidencias —pruebas claras— de que el contenido es verídico?, ¿tiene sentido lo que se dice o es una franca exageración?, ¿intentan jugar con mi mente?, ¿a quién beneficia la noticia?
Vacunémonos: utilicemos el sentido común, la ética y la responsabilidad como plataformas para lanzar cosas por las redes sociales.
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