Rendición de cuentas, austeridad y transparencia

Los tres principios que menciono no están presentes en la ejecución del gasto público en nuestro país. No existe austeridad ni transparencia, y es muy difícil exigir la rendición de cuentas. Y es difícil porque mucho del dinero del Estado se maneja fuera del alcance de las normas que precisamente existen para salvaguardar el erario público. 

Más del 84% de las contrataciones generales y del 90% en el caso de las obras públicas en nuestro país se realizan en forma discrecional, fuera de las normas establecidas en la Ley de Contrataciones del Estado. Esto se logra, por ejemplo, cediendo la ejecución de obra pública a Organizaciones No Gubernamentales o Asociaciones Civiles que a su vez subcontratan a sociedades de cartón, o bien constituyendo fideicomisos.

No todas las ONG son perversas. Sin embargo, para lo que las han utilizado sí es perverso.  En derecho civil, estas y las Asociaciones Civiles se clasifican como personas jurídicas “SIN FINES DE LUCRO”, sin embargo en nuestro país las han utilizados como herramientas para la corrupción. En el caso de los fideicomisos pasa lo mismo. Estos son herramientas jurídico-financieras que nacen en el ámbito privado y que son de suma importancia y utilidad pero que, al trasladarlos al ámbito público, se convierten, la mayoría de las veces, en innecesarias y costosas intermediaciones en la contratación de servicios para el Estado y en utensilios para la discrecionalidad y la corrupción.

En la Comisión de Finanzas del Congreso de la República se empieza a conocer el presupuesto de 2012, y los diputados deben de ser cuidadosos y responsables al discutirlo. Sin embargo, es de igual importancia luchar contra la corrupción y evitar a toda costa esos incentivos perversos que deambulan en el sistema. Es por eso que, como ciudadanos, no podemos permitirnos pensar que la austeridad y la transparencia son cuestiones caricaturescas. Para que todos los funcionarios públicos rindan cuentas, los ciudadanos debemos levantarnos y exigírselas. Tenemos que hacer de la democracia una realidad porque cuando los ingresos de nuestro país se malgastan o quedan en los bolsillos de los políticos, a quien afecta es a nosotros.