Sancionada por la UEFA con una multa de € 80 mil, la Federación Croata de Fútbol carga además con la vergüenza de una afición, que como bien dijo Michel Platini, se comportó como gente estúpida. Estoy seguro que muchos guatemaltecos se indignaron ante el incidente, pero viéndolo como algo lejano geográficamente, o como se le ve al Holocausto, lejano en el tiempo o tema de película de Hollywood.
Sin embargo, el racismo y la discriminación continúan siendo algo muy cotidiano en Guatemala. Solo hace 10 años se le vedó a la doctora Irma Alicia Velásquez Nimatuj el ingreso al restaurante “Tarro dorado”, porque vestía su traje maya. La estupidez de la política de ese restaurante pudo salir a luz gracias a que el agravio fue en contra de la destacada Doctora, pero seguramente hubiese continuado impune e invisible si se hubiese tratado de cualquier otra mujer maya vistiendo su traje.
Como suele suceder, con el escándalo que provocó el incidente contra Velásquez Nimatuj es que se levantó una ola de indignación. Solo cuatro meses después del incidente, el Ejecutivo creaba la Comisión Presidencial Contra la Discriminación y el Racismo contra los Pueblos Indígenas en Guatemala, mientras que el Congreso por su lado modificaba el Código Penal, tipificando como delito la discriminación.
Modificaciones a la legislación y creación de institucionalidad que sin duda constituyeron avances importantes en la erradicación de la estupidez del racismo. Sin embargo, el uso de expresiones ofensivas como “¡no seas indio!” por decir “¡no seas necio!”, o “inditos” para referirse a los mayas de manera despectiva y con carga de superioridad, sigue siendo cotidiano en centros educativos y de trabajo. En las reuniones sociales los chistes racistas y machistas continúan siendo un “deleite de salón”.
Ante la evidente cotidianidad del racismo y la discriminación en nuestra sociedad, pensaba en los escasísimos casos de procesos judiciales que han logrado llegar a condenas, en contraste grotesco con la cotidianidad de actos de racismo y discriminación. Al ver la sanción que la UEFA le aplicó a la Federación Croata de Fútbol, pensaba en ¿qué ocurriría en el estadio Mateo Flores, si un jugador como Mario Balotelli, el polémico jugador italiano ofendido por los aficionados croatas, anotara en contra de nuestra selección nacional?
¿Seríamos capaces de entender que, por muy controversial y polémico que sea Balotelli, ninguna de sus “locuras” justifica insultarlo por cuestiones de raza? Así, si a los croatas los multaron por su estupidez racista, me temo a que nuestra afición deportiva no le iría mucho mejor. Y es que en la medida que nuestros niños y jóvenes continúen diciendo “indio” –cuando en realidad quieren decir necio–, ante la indolencia y pasividad de los adultos, estamos muy pero muy lejos de lograr erradicar el racismo y la discriminación.
Es verdad que se trata de un mal que no sólo afecta a Guatemala, y que como lo muestran campeonatos deportivos y otro tipo de eventos internacionales, ni los países llamados desarrollados han logrado superarlo. Pero como ocurre con los grandes desafíos de la humanidad, debemos empezar todos con lo que nos toca, por pequeño que sea.
Quizá parezca ilusorio o hasta ridículo sancionar con base en la ley las ofensas e insultos proferidos en el estadio. La UEFA ya lo hizo, así que imposible no es. Ciertamente primero deberíamos erradicar las prácticas racistas y discriminatorias dentro de nuestros niños y jóvenes, y quizá, ¿por qué no fijar erradicarlas también en el estadio como indicador meta para nuestro esfuerzo?
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