El municipio fue fundado en 1526 y ha pasado de ser un lugar secundario supeditado a las dinámicas capitalinas a un recaudo de diversas expresiones de poder. ¿Qué lo hace ser especialmente atractivo? Su presupuesto es el segundo más grande del departamento de Guatemala y uno de los mayores de todo el país. En 2009 fue de Q328 millones. El aporte constitucional fue de de Q55.1 millones, siendo el segundo municipio que más transferencias constitucionales recibe, después de Guatemala.
Su actual alcalde, Amílcar Rivera, representa parte de un clan familiar territorial, siendo Mixco y parte del departamento de Escuintla sus principales áreas de influencia. Su padre, Abraham Rivera, fue el anterior alcalde de Mixco. El partido de reciente creación Victoria tiene como principal objetivo mantenerse vigente en estas dos plazas. Seguramente no ambiciona a más, pero con ello tiene para ser factor de influencia. No es casual que recientemente el alcalde Rivera haya solicitado a la primera dama, Sandra de Colom, que acepte la nominación presidencial. De allí que aunque su partido no oficialice su apoyo a la UNE, sí se le reconozca como una de las fuerzas aliadas. La reelección del clan Rivera no será fácil. Para ello, dependerá si continúan apoyando al partido oficial, o bien, si se desplazarán hacia el Partido Patriota. No hay más opciones viables.
Victoria, incluso antes de formalizarse como partido, estableció una serie de alianzas que le ha permitido afianzarse en su territorios. En el caso de Mixco, repetidamente se ha señalado las relaciones entre el alcalde Rivera con los líderes de la iglesia neopentecostal Fraternidad Cristiana, que les ha permitido recursos y relaciones con posibles seguidores a partir de una forma de disciplina que combina fundamentos conservadores con aspiraciones propias de la llamada “teología de la prosperidad”. Adicionalmente, el clan Rivera ha sabido cosechar relaciones con pequeños y medianos empresarios locales, y, en particular, con cableros.
En materia de organización comunitaria, la figura de Amílcar es reconocida en amplios sectores del municipio a partir de una amplia red de Consejos Comunitarios de Desarrollo (Cocodes). Su principal recurso consiste en recurrir a las viejas prácticas clientelares propias de muchos otros alcaldes, donde los ofrecimientos son gradualmente cumplidos. Para ello, utiliza sus propios recursos, o bien los que logren gestionar con el gobierno central.
El peso político que se ha fincado en Mixco ha logrado expandirse fuera de sus propios límites territoriales. Recordemos que tras el escándalo ocasionado por la contratación anómala de una empresa privada para el cobro de impuestos, sus directivos nunca fueron detenidos. Incluso, uno de ellos fungió como director de investigación criminal en el Ministerio Público. Actualmente, se señala que uno de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral llegó a tal puesto por el accionar político del clan Rivera, lo cual supone una vinculación orgánica.
El fenómeno de lo que sucede en Mixco no es exclusivo de ese municipio. A lo largo y ancho del país vemos situaciones similares. Todas ellas revelan el peso creciente de los poderes locales, cuya autonomía es creciente. Se trata de un nuevo lógica de ejercicio y reproducción del poder, donde actores, instituciones, redes formales e informales están logrando espacios propios para fortalecer sus relaciones de poder; siendo las municipalidades un sitio clave para articular, controlar y alimentar esas nuevas expresiones.
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