Un día leí en Facebook: “Siéntete agradecido porque Dios no se olvidó de despertarte esta mañana”. O sea que si me muero fue por un olvido, pero como dios es perfecto y no olvida, fue porque él quiso. La gente dirá a mi familia -¡a manera de consuelo!- que dios lo quiso así. No importará si me muero luego de ser secuestrada y violada, dejando cuatro hijos pequeños, o bajo una bomba, o en una manifestación, o en la tranquilidad del sueño. A mí esas ideas -y otras muchas- se me complican y no me resuelve nada que me digan que los designios del señor son insondables. Como alguna vez fui católica y entiendo cómo va la cosa, no me molesta que otra gente crea aunque yo no lo haga, ni pienso que hay estupidez en ello, simplemente no lo comparto. De hecho, convivo mucho con personas religiosas de distintos credos y está bien, me gusta abrazar la diversidad. Lo que no me gusta es que no me abracen a mí. Todas las religiones pueden hablar libremente de sus cosas y hasta tratan de reconciliar porque “al final dios es el mismo”, pero yo tengo que callarme la boca porque lo que los no creyentes tengan que decir debe censurarse, hay poca tolerancia. Aunque la mayoría de nosotros –religiosos o no- quizá no cambiemos de parecer en muchas cosas, escucharnos unos a otros nos permite enriquecernos. Al final, uno evita ciertos temas y termina “enclosetado” para no herir susceptibilidades, como si el punto de vista propio no mereciera espacio y respeto. Y no me vengan con que los ateos son irrespetuosos y abusivos porque ésos se reparten equitativamente entre ateos y religiosos. Admitir que uno no cree en dios trae un montón de etiquetas falsas.
Hay cosas incómodas de las que tenemos que hablar. Es necesario porque aunque conocemos nuestro íntimo parentesco con todas las especies del planeta, elegimos ignorar nuestro impacto sobre ellas, incluyéndonos. Porque aunque hoy estamos conectados y nos comunicamos con prácticamente cualquier punto sobre la Tierra, somos incapaces de dejar de lado nuestras diferencias y trabajar juntos por el bienestar común. Porque hoy que podemos prevenir y curar enfermedades, carecemos de empatía para la gran mayoría que sobrevive en condiciones paupérrimas. Porque hoy que comprendemos la epilepsia y otras muchas afecciones físicas y mentales, pretendemos practicar exorcismos y negar tratamiento psiquiátrico. Porque hoy que sabemos que el ADN de cada persona difiere del de otra en un 1% que nos hace únicos e irrepetibles, insistimos en rechazar, descalificar y suprimir al que no piensa igual, y no vemos al humano sino al paria, a la mujer, al indio, al homosexual, al ateo, al religioso, al negro, a lo que sea que lo convierta en otro que pueda separar categóricamente de mí. Porque tanto palestinos como israelíes están rezando y no sé qué pasaría si dios escuchara a alguno.
Antes que nada somos humanos. Al ver más allá de credos, géneros y razas seremos más humanos que el humano-yo, seremos humanos-humanidad y nos reconoceremos en el otro, protegeremos esa humanidad en esta vida, con actos más que con oraciones. Interprete esto como quiera, desde su propia visión, pero si en su corazón piensa que –con o sin dios– somos capaces de empatía, si cree que con tantas espiritualidades el Estado no puede privilegiar una en detrimento de las demás y debe ser laico en la teoría y en la práctica, si cree que ninguna religión debe vulnerar los derechos de nadie, entonces usted y yo no somos tan distintos. Si ha descubierto que ha perdido la fe y le da pavor admitirlo en su círculo cercano, sepa que no está solo. En cualquier caso lo invitamos a la conferencia Humanismo, Ciencia y Religión, hoy, a las seis de la tarde en el teatro Lux, para que empecemos a hablar de esas cosas de las que no se habla.
* More human than human, canción de la banda White Zombie, del álbum Astro-Creep: 2000 (1995).
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