Sin embargo, en 2019 se da una situación anómala y fuera de estatutos. Los comités de huelga —los encapuchados— operan al margen y en contra de los estatutos de la AEU y de las asociaciones. En la práctica son estructuras organizativas distintas y desligadas del legítimo movimiento estudiantil, sin ningún control y totalmente desorientadas, que van contra la razón y contra el verdadero espíritu festivo, crítico y contestatario de la tradición estudiantil.
La AEU ha tratado de recuperar el control e hizo un llamado a la dignificación de la Huelga de Dolores en 2018 a través de un «cónclave huelguero» en el cual se propusieron tres principios: no violencia, transparencia y recuperación política y cultural. Pero los comités decidieron romper el compromiso al que habían llegado. En el Desfile Bufo de 2018, los encapuchados amenazaron y agredieron a la dirigencia estudiantil y a otras personas y se robaron y vendieron los No Nos Tientes que se habían elaborado.
Este año, pese a los llamados de la dirigencia estudiantil, siguen utilizando la capucha con el objeto de intimidar, cobrar parqueos y extorsionar a negocios dentro de la USAC sin que las autoridades intervengan en la situación.
Los comités de huelga que siguen operando (los estudiantes de Medicina y de Ciencias Políticas ya rechazaron a los encapuchados) están ligados de una u otra manera a la comisión transitoria y a las mafias que tuvieron tomada la AEU durante el período 2000-2017. Sus dirigentes no han sido elegidos por ningún procedimiento contemplado en los estatutos estudiantiles, sino que han heredado el cargo y han actuado de manera autoritaria, violenta, intimidatoria y corrupta.
Hay varias razones por las que estos comités siguen operando, dos de ellas particularmente importantes. En primer lugar, los comités buscan controlar y agenciarse recursos económicos. Por ejemplo, los encapuchados de Psicología se apoderan del parqueo estudiantil en horario vespertino y cobran Q3 por vehículo que ingresa al Centro Universitario Metropolitano (CUM). Si entran 300 vehículos, reciben Q900 al día, lo que hay que multiplicar por seis días (los sábados no descansan) y por tres semanas que llevan de hacer este cobro.
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Además, metieron cinco ventas de comida a la plaza central del CUM, a las cuales cobran Q300 semanales. Estas venden dulces y suvenires, organizan rifas y fiestas en las que se vende alcohol, etc. ¿Cuánto dinero recaudan solo en una unidad académica pequeña? Y este dinero no está supeditado a ningún control de las autoridades universitarias ni de la asociación estudiantil.
La segunda razón es que, organizados prácticamente todo el año, más allá del desarrollo estricto de las actividades de la Huelga de Dolores, son un poder real dentro de la USAC. Han organizado bautizos (prohibidos finalmente por las autoridades) y son fuerzas de choque útiles para cualquier tipo de interés. Promueven la violencia, el machismo y la misoginia, además de que reproducen el autoritarismo y, triste ironía, prácticas militaroides como el grito de consignas vacías y sin sentido.
Como se puede apreciar, los encapuchados atentan contra el espíritu festivo, crítico y contestatario de la Huelga de Dolores. También atentan contra el movimiento estudiantil y sus objetivos políticos gremiales y nacionales. No en balde Javier Estrada propone que la AEU lleve a cabo una reforma temeraria: «limpiar del crimen la Huelga de Dolores» oponiéndose a estas situaciones.
Las autoridades universitarias deberían buscar poner orden a este caos e impedir que los encapuchados sigan cometiendo desmanes. Asimismo, los estudiantes deben ejercer presión para rechazar unas prácticas desorientadas y desligadas de la tradición que los encapuchados dicen representar.
Mientras tanto, la AEU y la dirigencia estudiantil seguirán oponiéndose a los encapuchados y tratando de resignificar y rescatar esta tradición.
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