Aspiración de vida sobre muerte y de cultura sobre barbarie. Un campo de batalla donde se disputan destinos nacionales. Batalla en la historia que está allí; inconclusa, perenne, paciente; esperando que los quetzaltecos decidan asumirla otra vez.
Camino sobre sus piedras, donde la vida es más lenta y barata. Por trabajo. Por un nuevo amor. Por nueva profesión y nuevos amigos. Sin qué dejar atrás; porque todo en Guatemala lo perdí. Voy por vida nueva buscando patria.
Primero en un banco como vendedor. Luego como mesero en dos restaurantes lujosos. Como reportero en un medio corporativo y dependiente librero. Cualquier cosa es porvenir. Como estudiante de maestría en política y comunicación que busco matricular. Así me pierden entre mercados, callejuelas, transpirando sol. En microbuses que se escabullen por el entramado del pueblo. En Xela, el tiempo es amigo. Paré en una casa convertida en pensión, donde convergemos gentes interesantes: un amigo fotógrafo uruguayo de alta moda, buscándose negocios en Mesoamérica. Vil, padre protector. Ángel guardián. Una amiga chapina maestra de inglés, mujer infinita. Una joven ingeniera gringa; su compatriota librero; y un viejo perro castrado, dócil, callejero, de aliento podrido. Todos, compartimos techo, excusado, pan, luz e internet. Fracasos, desamores, anhelo de amor, soledad, estupidez y compulsión de poder; en una pensión donde los fines de semana huele a ardid pequeño-burgués, pero los lunes en la mañana queda vacía, porque sus ocupantes salimos a buscarnos pan. Viejos y jovencitos, todos nos conocimos por facebook. La Nueva Era en sus términos más concretos.
Pero todo este palabrerío es realmente una aspiración burguesa. Mea culpa. ¿Cómo estas luchas por amor y porvenir se traducen en un país de alma campesina? ¿Qué le sucede al campesino en la ciudad cuando es empujado desde el campo arrebatado? ¿Qué destino tiene la mujer chapina teniéndonos a sus compatriotas como torpes compañeros? ¿Cómo este pueblo aprendió a fracasar y a sentirse menos que el extranjero? ¿Será nuestro destino? Las charlas y ardides en esta pensión son infinitos.
La psicología por ejemplo; la profesión que me prometió en la Ciudad; resultó ser una señora burguesa, inadaptada en un feudo campesino. La psicología y el psicólogo están destinados al fracaso, porque el alma campesina no puede psicoanalizarse por su simpleza descomunal: su felicidad es obtener dinero para comprarse otras cinco gallinitas, y su tragedia es que las gallinitas escapen del corral o que el vecino le corra el cerco (metáfora para el amor, la sociedad y la vida). Sólo el burgués necesita al psicólogo, porque es autocrítico y puede distinguirse a sí mismo de la realidad.
Las mujeres; el matrimonio que perdí en la Ciudad; sumidas la mayoría en dramas semi-urbanos: dignidad lacerada por el patriarcado colonial y la codependencia fomentada por nuestra inseguridad de machos. Porque no sabemos tocarlas. Porque los campesinos no saben hablar ni coger -me confidencia el rioplatense fotógrafo; se le quejan sus amantes chapinas. El campesino no tiene alma y por lo tanto nada que compartir. Sólo despotismo y un lenguaje de servidumbre y subalteridad. Que el fracaso de los matrimonios es inminente, porque en el inconsciente de nuestras mujeres hemos sembrado la semilla de la infelicidad. De la vejación. Del no querer ni creer que se tiene derecho a ser feliz. De allí la vocación mayoritaria a buscar mercenarios como pareja o un infante dependiente. Nunca un igual. Así es la campesina. Ése es su drama.
Evidenciados algunos retos existenciales burgueses para guatemaltecos inmigrantes a una nueva ciudad de su patria: reemplazar la sumisión por la rebeldía como actitud vital, y la depredación por la ética en las relaciones humanas; primera y magnánima resistencia será arrancarnos perpetuamente del corazón, la mente y el inconsciente la semilla del fracaso maldito.
Artículo publicado anteriormente en la Revista Ati.
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