Y esto es preocupante porque siempre hemos aseverado que después de la familia, la escuela es el segundo lugar donde nuestros niños y niñas van formándose. Por lo tanto, la reforma educativa es un tema de relevancia nacional, no podemos quedarnos indiferentes o ausentes del debate.
Es lamentable que las acciones realizadas por los estudiantes, y las posiciones cerradas de las autoridades hayan generado una cortina de humo, que no permitió que nos diéramos cuenta que la propuesta que se piensa implementar a viento y marea, no es la reforma educativa que Guatemala necesita. Es increíble como las consignas mal utilizadas pueden variar el mensaje que queremos dar a la población; “calidad no cantidad” no refleja el fondo de la propuesta, se cae en un demanda coyuntural, y se pierde de vista que la educación en una sociedad como la nuestra es un pilar fundamental no solo para el desarrollo, sino para construir ciudadanía, y más allá transformar una sociedad racista, discriminatoria, machista, violenta, por algo totalmente distinto.
Si queremos cambiar Guatemala, erradicando los grandes males que nos aquejan, debemos de apostarle a una reforma que responda a la realidad de hoy. Guatemala no sólo necesita de mano de obra calificada que es el objetivo de fondo de esta reforma. Necesitamos sembrar las bases de otros pilares tan importantes para el desarrollo y el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas.
Guatemala necesita una reforma educativa en donde se fortalezcan no solo las capacidades técnicas, sino también la formación de ciudadanos y ciudadanas con principios y valores, que nos permita erradicar la impunidad, la corrupción, la violencia. A principio de año nos conmocionó a todos el asesinato de Carlitos Sosa en Huehuetenango, y todos empezamos a hablar del acoso estudiantil y se elaboraron propuestas con planteamientos de fondo. Todo esto está ausente de la propuesta de reforma que hoy nos plantean, así como otros temas que afectan la vida e integridad física de las personas, y que si no empezamos a educar y formar a la niñez en una cultura de respeto a los derechos humanos de hombres, mujeres, niñez, adolescencia, a las diferencias, no vamos a salir adelante por más mano de obra calificada que tengamos, porque siempre la inseguridad, la violencia y la intolerancia nos van a superar y ¿quién quiere invertir en un país donde nadie está seguro?
A través de una verdadera reforma educativa podemos empezar a construir la Guatemala que todos deseamos: próspera, con oportunidades para todos, sin violencia, sin discriminación, con respeto a nuestros derechos, con espacios de participación, donde podamos expresarnos. Una Guatemala donde nuestras diferencias en lugar de separarnos, nos potencialicen para superar las cifras de hambre, de muerte, de exclusión.
Después de los zafarranchos, se hace necesario abrir espacios de diálogo, no solo para conocer a profundidad la propuesta sino para mejorarla. No hay que permitir que intereses oscuros se aprovechen de la situación, no es con piedras, bloqueos o toma de edificios que vamos a lograr cambiar de posición a las autoridades. Nos toca a los adultos dejar de ser observadores y empezar a decidir sobre la educación que queremos para nuestros hijos e hijas.
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