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La huida no se detiene

Es decir, la reunificación familiar era un factor principal para migrar, que se traslapaba con la violencia o la pobreza, o ambas.
Cuando los cuidadores de sus hijos, o sus hijos mismos, son víctimas de la violencia, algunos padres que se encuentran en EE.UU., se ven obligados a regresar a sus países
Una pequeña y su madre fueron deportados de Estados Unidos luego de intentar llegar a ese país sin documentos.
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La huida no se detiene

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“Quédate”, la campaña que el gobierno lanzó en julio de 2014 para desestimular la migración de menores de edad, ha sido un fracaso, al menos por ahora. El gobierno de Guatemala todavía no consigue persuadir a miles de jóvenes a quedarse en el país, en lugar de intentar migrar a México o Estados Unidos. Éstos siguen huyendo por falta de oportunidades, pobreza y un detonante: la violencia.

El 22 de diciembre pasado, la encargada de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia (SBS), Raquel Vielman, dijo que Guatemala “redujo su migración irregular (a EE.UU.) en un 70%”. Sin embargo, las cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. (CBP, por sus siglas en inglés) indican lo contrario.

Las autoridades migratorias de EE.UU. interceptaron a 17,057 niños y adolescentes guatemaltecos en su frontera sur entre octubre de 2013 y septiembre de 2014, el período que ese país designa como su “año fiscal” 2014. La cifra es mayor que cada una de las cifras anuales en los cuatro años fiscales anteriores (2010-2013). Pero, además, entre el 1 de octubre y el 31 de diciembre de 2014, los guatemaltecos fueron el mayor grupo centroamericano interceptado entre menores de edad, que decían viajar solos, y “unidades familiares” (que incluyen desde un menor y un familiar o encargado, hasta una familia completa), según la CBP. Sólo en el último trimestre del año pasado, EE.UU. detuvo a 2,746 niños y adolescentes guatemaltecos. 

Menores de edad no acompañados interceptados por año fiscal en la frontera sur de Estados Unidos:
PAIS2009201020112012201320142015*
El Salvador1,2211,9101,3943,3145,99016,4041,564
Guatemala1,1151,5171,5653,8358,06817,0572,746
Honduras9681,0179742,9976,74718,244506
México16,11413,72411,76813,97417,24015,6342,787
 *El año fiscal 2015 sólo datos desde octubre 1, 2014 a diciembre 31, 2014. Fuente: CPB

 

Entre octubre de 2013 y mayo de 2014, cuando estalló la crisis de los menores migrantes en EE.UU., y la capacidad de los albergues se desbordó, las autoridades de ese país habían interceptado cerca de 52 mil niños y adolescentes centroamericanos. En ese entonces, la atención se fijó en Honduras, porque durante el año fiscal 2014 en EE.UU. fueron interceptados más niños y adolescentes hondureños que de otros países centroamericanos y de México. Cifras oficiales indican que el año pasado Honduras tuvo una tasa de homicidios de 66 por cada 100 mil habitantes, pero datos extraoficiales indican que la tasa fue de 104.

En Guatemala, la violencia disminuyó pero la migración de menores de edad se incrementó. En 2010, la tasa de homicidios comenzó a bajar después de alcanzar 46 casos por cada 100 mil habitantes el año anterior. En enero de 2015, el presidente Otto Pérez Molina dijo que durante su gobierno (entre 2012 y 2014) la tasa de homicidios se redujo de 39 a 31 por cada 100 mil habitantes. Sin embargo, la intercepción de niños y adolescentes guatemaltecos migrantes en la frontera sur de EE.UU. aumentó de forma sostenida desde 2009.

Para junio de 2014, los presidentes de Guatemala y El Salvador, Pérez Molina y Salvador Sánchez Cerén, y un representante del gobierno de Honduras, pedían al gobierno de EE.UU. asistencia económica para el estimular el desarrollo de las zonas de donde salen más migrantes. En cambio, recibieron asistencia para emprender campañas para desestimular la migración. EE.UU. también les pidió reducir la pobreza y la violencia.

En Guatemala, la SBS inauguró la campaña “Quédate”: mensajes en vallas publicitarias y medios de comunicación, escuelas y consejos de desarrollo para instar a las familias a no enviar a sus hijos a EE.UU. También ofreció la creación de programas de capacitación técnica y microcréditos en las zonas de donde migran más guatemaltecos.

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El gobierno anunció el inicio de la campaña con un plan piloto en San Marcos y Sololá, pero no ha divulgado resultados del programa salvo por el anuncio de Vielman respecto a la reducción “del 70% en la migración irregular” de menores de edad, que no concuerda con las cifras de la CBP. Vielman asegura que desde 2012 la SBS creó 15 sedes departamentales para atender a los menores de edad en riesgo, por ser víctimas de negligencia, maltrato físico o emocional, violencia intrafamiliar o abuso sexual. Según la funcionaria, los programas de la SBS atienden a 48 mil beneficiarios, entre los menores de edad y sus familias. No obstante, el efecto aún no se percibe en las cifras de los niños y adolescentes indocumentados que viajaron a EE.UU. en el segundo semestre de 2014.

De menos a más

La baja en la migración de hondureños, y el incremento en la de los guatemaltecos también  fue percibida en la Casa del Migrante, en Tecún Umán, San Marcos, según Gemayel Fuentes, asesor jurídico en este albergue. Hasta junio de 2014, asegura Fuentes, los hondureños eran entre un 35% y 40% de los migrantes que recibían. Les seguían los guatemaltecos, con un 33%, y en proporciones menores, los salvadoreños, nicaragüenses y cubanos. Pero para noviembre los guatemaltecos eran mayoría, que provenían de San Marcos, Huehuetenango, Quiché, Quetzaltenango, Escuintla, Petén, Jutiapa, Jalapa y de la capital.

La Casa del Migrante recibe un promedio de 500 a 600 personas por mes, entre migrantes en ruta hacia EE.UU. y los deportados por vía terrestre desde México. No existe una estimación del porcentaje de migrantes que cruza la frontera a México vía Tecún Umán, en relación con el total de migrantes que utiliza otros puntos. Pero la cifra mensual de hospedados en la Casa del Migrante es entre una quinta u octava parte de los deportados al país por vía aérea cada mes.

B., un zacapaneco que intentó llegar indocumentado hasta Texas, EE.UU., entre octubre y noviembre de 2014, dijo que observó menos familias migrantes hondureñas o salvadoreñas transitar por el oriente de Guatemala en ruta hacia México. También vio pocos adultos con niños en el trayecto de México hacia EE.UU. “Uno ya sabe cuándo van las familias para allá (EE.UU.) con niños de brazos, de cinco siete años, y hasta adolescentes solos, pero ya no es como antes”, cuenta B., quien hasta antes de viajar había trabajado en la empresa de autobuses Fuentes del Norte.

Pobreza, eje de la migración

Durante la llamada crisis de los niños migrantes, la prensa internacional destacó que la violencia en el triángulo norte de Centroamérica era la principal razón para migrar. Pero algunos estudios indican que las causas son múltiples y varían de una región a otra, en un mismo país, no sólo la violencia.

Un estudio de la Conferencia Episcopal de los EE.UU., de noviembre de 2013, refleja que de una muestra de 140 niños de México, Honduras, Guatemala y El Salvador, (en 2011), el 74% dijo que emigró para reunirse con familia o amistades. Pero además, un 46% dijo que quería escapar de la violencia, y otro 36%, quequería trabajar para ayudar a sus familias. Es decir, la reunificación familiar era un factor principal para migrar, que se traslapaba con la violencia o la pobreza, o ambas.

En 2014, la socióloga estadounidense Elizabeth Kennedy entrevistó a 322 menores de edad en El Salvador. El 90% dijo que tenía al menos un familiar en EE.UU. Para la mitad se trataba de uno o los dos padres. Pero sólo un tercio mencionó la reunificación familiar como una razón para migrar. Según Kennedy, un número significativo de los niños salvadoreños, guatemaltecos, hondureños y mexicanos teme por sus vidas, aunque migra “por razones interrelacionadas que incluyen reunificación familiar, pobreza extrema, trabajo, abuso doméstico y la intención de estudiar”. Si algo  aclaran  estos estudios es que la violencia no es la única razón para migrar, y que su reducción no garantiza que los niños y adolescentes se abstendrán de migrar.

El embajador de Guatemala en EE.UU., Julio Ligorría, insistió en una entrevista con Univisión en junio pasado en que la mayoría de niños migraba desde el occidente del país, por pobreza, no por violencia. En la Oficina de Asesoría Legal de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH), la abogada María Eugenia Solís advierte que el gobierno no tiene cifras para respaldar de qué departamentos salen más migrantes por violencia, en especial los menores de edad, y que el número de denuncias que recibe esa institución no refleja la dimensión del problema de migración por violencia (incluyendo la de género).

Solís sostiene que la violencia jamás desplazaría a la pobreza como motivo principal para migrar, pero que la violencia ahora es un detonante para que los pobres migren. Según la abogada, los más pobres son más vulnerables a la violencia. Un estudio del Banco Mundial y del Instituto Nacional de Estadística (INE) indica que en 2011, en el 44% de los municipios rurales, el 75% de población era pobre. Otro documento del INE fija la incidencia de pobreza total en 53%.

En 2014, el periodista salvadoreño Óscar Martínez escribió en un artículo, en la publicación estadounidense New Republic, que “El verbo correcto no es ‘migrar’ sino ‘huir’”. Se refería a las familias pobres que salen de Centroamérica para escapar de las pandillas juveniles porque no tienen recursos para protegerse, ni a dónde ir.

En la Casa del Migrante, Fuentes afirma que la pobreza es el eje de la migración. El asesor jurídico asegura que en el occidente, norte y oriente del país, por lo general los guatemaltecos migran por la falta de oportunidades. Pero que en Escuintla y la capital guatemalteca, por lo general huyen de las pandillas. De hecho, en la última semana de noviembre, en el albergue de Tecún Umán se alojaban a una mujer y sus hijos recién llegados de la capital. Huían de una clica que les amenazó. No querían hablar con la prensa. Fuentes dice que apenas quisieron relatar al personal del refugio lo que les sucedió. “Estaban muy asustados”, explica.

Cifras rojas

Sólo el pasado 10 enero, hubo dos menores de edad entre las víctimas de una balacera en una abarrotería y expendio de licor en Villa Lobos, Guatemala. Un niño de siete años murió, y una niña de diez resultó con heridas de bala en ambas piernas. Entre las víctimas adultas asesinadas, una recibió siete balazos. En 2014, el Ministerio de Salud reveló que Guatemala y Escuintla figuran entre los siete departamentos donde se registra el mayor número de muertes violentas de menores de edad, según publicaciones de prensa, aunque también son los más poblados y tienen las tasas más altas de homicidio.

En toda Guatemala, sólo entre el 1 enero y el 3 de octubre de 2014, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) practicó 400 necropsias en menores de edad que murieron en hechos de violencia. Es decir, en promedio, un niño o adolescente murió cada 16 horas.

Un estudio de la OMS indica que Guatemala tenía una de las tasas más altas de homicidio con armas de fuego en 2014, el 86%, debajo de Venezuela, pero encima de Honduras y El Salvador. Según cifras de 2014 del INACIF, en esta categoría, los jóvenes entre 15 y 19 años de edad son el tercer grupo más vulnerable (el 14% del total). Los menores de 15 años son menos del 2%. Pero los de 20 a 24 años y de 25 a 29 años de edad son el grupo más afectado. Abarcan el 36%. La mayoría de los migrantes que recibe la Casa del Migrante también está en ese rango de edad.

En 2012, el Ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, atribuyó la mitad de los homicidios a la violencia de las pandillas. La mitad de los crímenes, decía, era por violencia entre los pandilleros. El resto, víctimas de éstos  por  extorsión o asalto, o personas no vinculadas al hecho pero alcanzadas por balas perdidas. Ahora, en 2015, el presidente Pérez Molina afirma que el 40% de las muertes violentas corresponde a riñas entre pandillas, pero no precisa si hubo una variación en la cifra de víctimas de las pandillas.

Fuentes dijo que las familias centroamericanas que recibían remesas, o tenían negocios pequeños para sostenerse, eran blanco de extorsiones de las pandillas, y huían del país porque los pandilleros los amenazaban de muerte al no poder pagar la extorsión. Sin embargo, un investigador de la Unidad Nacional Contra el Desarrollo de Pandillas (Panda) de la Policía Nacional Civil (PNC), dijo que sólo el 10% de las extorsiones es perpetrado por pandillas y que el resto lo cometen, por lo general, conocidos o hasta familiares de la víctima.

El detective sostiene que el número de extorsiones reportadas se redujo a la mitad de 2012 a 2014, y entre 2013 a 2014  el Ministerio Público excluyó a la extorsión de los diez delitos más denunciados. Aun así, la PDH reportó que en 2014 aumentó el número de homicidios (de choferes, ayudantes y pasajeros) por hechos violentos cometidos contra el transporte de pasajeros —principalmente motivados por la extorsión—. Hubo 418 casos, un centenar más que el año anterior.

Pero la extorsión no es la única razón por la que muchos guatemaltecos huyen del país. En septiembre pasado la PDH divulgó el caso de una mujer que entrevistó en un albergue en Saltillo, Coahuila (México), que huyó de Villa Nueva con sus hijas de 3 y 5 años de edad. “Ella se fue porque las maras la amenazaban con que entregara a una de sus hijas o se la iban a quitar”, relató Solís. Las pandillas acosan a los menores de edad para reclutarles, o, en el caso de las mujeres, abusar sexualmente de ellas. No obstante, el citado investigador policiaco sostiene que estos casos rara vez son denunciados.

“Recibimos denuncias de algunas zonas donde los pandilleros acosan a niños y adolescentes cuando salen de sus casas o regresan”, reveló el investigador de la PNC. “Entonces vamos al lugar y capturamos a la persona para que ya no siga molestando”. De acuerdo con las cifras del Grupo Panda, en noviembre pasado sólo tenían ocho denuncias de este tipo —menos del 1% de los casos que investigan (de un promedio de 3 mil). Sin embargo, la ausencia de denuncia no significa que ese tipo de hechos haya desaparecido.

No obstante, entre las cifras policiales, destacan algunas denuncias falsas, según el investigador de la PNC. “Son denuncias sin seguimiento”, explicó. “No nos vuelven a llamar, o el número de teléfono que dejan para contacto resulta cancelado cuando intentamos localizar al denunciante”. El investigador sospecha que se trata de reportes hechos para conseguir una constancia de denuncia que le permita a la supuesta víctima pedir asilo en EE.UU. Estos casos son menos del 10% reportado a la PNC. No hay datos que revelen si el denunciante rompió contacto con la policía porque salió del país.

Migración masiva súbita y “menores no acompañados”

Entre octubre 2013 y septiembre 2014, la cifra de menores de edad guatemaltecos y salvadoreños que EE.UU. interceptó en su frontera sur se duplicó. La de hondureños se triplicó, aunque la de mexicanos se redujo. Las autoridades estadounidenses sospechaban que si entre mayo 2013 y junio 2014 interceptaron 60 mil menores de edad en la frontera sur , para diciembre serían 90 mil. La estimación no se materializó. Pero recibieron 74,942 centroamericanos y mexicanos. Es decir, un promedio de 205 niños y adolescentes por día.

No se ha detectado ningún evento en Centroamérica como el detonante regional de este incremento drástico de 2013 a 2014, salvo, quizá, el hecho de que el 27 de junio de 2013, el Senado de EE.UU. anunció su aprobación de la reforma migratoria. La decisión se celebró porque algunos líderes hispanos en EE.UU. anticipaban que la Cámara de Representantes en el Congreso también aprobaría la reforma, para oficializarla como ley en los meses siguientes. Pero, aunque eso nunca ocurrió, la migración de menores de edad se disparó. 

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La prensa estadounidense se refirió a los migrantes menores de edad como a los “niños no acompañados” por una razón: las autoridades migratorias de EE.UU. indicaron que los niños interceptados en la frontera aseguraban haber viajado solos desde Centroamérica. En la segunda semana de enero de 2015, el presidente Pérez Molina todavía hablaba de la reacción del gobierno ante la crisis de los “menores no acompañados”.

Sin embargo, Solís dijo que el Procurador de Derechos Humanos, Jorge De León, constató en México “que no hay un solo albergue (para migrantes) donde hayan visto a un chiquito que vaya solo”. Según la abogada, es “pura mentira” que los niños viajaran solos. En la Casa del Migrante, Fuentes también aseguró que los menores de edad que llegan al albergue siempre viajan con un adulto: el padre, la madre, otro familiar, o un amigo cercano o encargado de confianza de la familia.

Cuando los cuidadores de sus hijos, o sus hijos mismos, son víctimas de la violencia, algunos padres que se encuentran en EE.UU., se ven obligados a regresar a sus países, asegura Fuentes. “Hemos atendido a migrantes que han estado muchos años en EE.UU., incluso con solicitudes de asilo o refugio (en proceso), pero al saber que uno de sus hijos fue asesinado, prefieren perder la oportunidad que tienen (de legalizar su permanencia en EE.UU.) y vienen (a traer a) los (demás) hijos porque a veces no confían en que otra persona se los lleve”, reveló el asesor jurídico. “Se arriesgan, pero regresan (a EE.UU.) conscientes de que sus hijos van con ellos, sin importar lo que tengan que pasar en el camino”.

Fuentes dice que padres e hijos intentan cruzar la frontera juntos. De ahí que entre octubre y diciembre de 2014 hayan sido interceptadas 2,501 unidades familiares guatemaltecas, o grupos compuestos por al menos un menor guatemalteco y un familiar o encargado.  Las unidades familiares guatemaltecas duplicaron las mexicanas, y superaron a las salvadoreñas y hondureñas. Los menores de edad que dicen viajar solos no viajan con sus padres, pero sí con un adulto encargado.

“Los niños ya han sido instruidos de que deben de caminar solos (al cruzar la frontera), para que las autoridades migratorias estadounidenses les tengan un poco más de consideración, los lleven a un refugio, y luego puedan quedarse con sus familiares legalmente establecidos en el país del norte”, reveló Fuentes respecto a los menores que viajan con un tío, primo o amigo de la familia. “La persona que los lleva los deja donde sabe que encontrarán una autoridad y no corren peligro, y luego el adulto intenta cruzar por un punto no autorizado”. Esto explica por qué, según Eric Olson, director asociado del Programa de Latinoamérica del Wilson Center, los niños que dicen haber viajado solos buscan y se entregan a la patrulla fronteriza estadounidense en lugar de huir.

Solís dice que el Procurador De León también constató en los albergues que “los niños cuando entran a los EE.UU. dicen que van solitos” para ser entregados a sus familiares mientras reciben un citatorio para una audiencia con un juez de migración que decidirá si reciben asilo.

La mayoría de los migrantes menores de edad que Fuentes observa en el albergue en Tecún Umán, tienen entre los 15 y 17 años de edad, y pocos viajan solos.

Solís explica que la insistencia gubernamental de que la mayoría de los menores viajaban “no acompañados” justificó la intención de penalizar a los padres, como loanunciaron la vicepresidenta Roxana Baldetti y la Fiscal General, Thelma Aldana en julio de 2014. El Procurador De León criticó al Ejecutivo porque el Estado no puede garantizar la seguridad, educación y salud de los menores, pero quiso castigar a los padres que quieren procurar mejores condiciones de vida para sus hijos.

México, el plan B

Aunque la violencia y las agresiones en México contra los migrantes suman miles de casos, entre desaparecidos, secuestrados y asesinados, hay centroamericanos que procuran refugiarse en ese país, según Fuentes.

“La mayoría de los guatemaltecos que huye de la violencia tiene familia en Guatemala, pero saben que los grupos del crimen organizado tienen contactos a nivel nacional o internacional, y si se quedan en otro departamento del país, los van a encontrar y terminarían muertos”, explica Fuentes. “Ni siquiera quieren quedarse en la frontera, en Chiapas, por estar demasiado cerca de Guatemala”.

El asesor jurídico dice que entre un tercio y la mitad de los migrantes que huyen de la violencia sólo quiere llegar hasta México. El resto prefiere ir a EE.UU. porque cree que será más difícil que los localicen. Según publicaciones de prensa, entre enero y septiembre de 2014, el Estado mexicano recibió 1,525 solicitudes de refugio, y extendió 247. Las solicitudes denegadas acaban en retorno voluntario, deportación, o en el intento del solicitante de permanecer indocumentado en México. Según la Dirección General de Migración en Guatemala, 45,114 guatemaltecos llegaron deportados por tierra desde México en 2014. Esta cifra, según la SBS, incluye a 4,062 niños y adolescentes.

¿Una luz al final del túnel?

El 14 de noviembre, los presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras, y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) anunciaron el lanzamiento de la Alianza para la Prosperidad, para mejorar la situación socioeconómica en las zonas del triángulo norte centroamericano y reducir la migración hacia EE.UU. El programa promueve la rendición de cuentas y gestión por resultados, pero se trata de una ejecución a cinco o diez años largo plazo, que requiere fondos estatales, de iniciativa privada y de otras instancias no especificadas. En los últimos cinco años el BID, que fungirá como secretaría técnica de la alianza, ha prestado al menos US$3 millardos a la región para proyectos de desarrollo.

Además, el 29 de enero pasado, el presidente de EE.UU. Barack Obama anunció que solicitará la aprobación de un millardo de dólares “para el año fiscal 2016” (octubre 2015-septiembre 2016) para “promover la prosperidad y la integración económica de Centroamérica, mejorar la seguridad ciudadana, y promover un mejor gobierno”. El monto casi triplica la cantidad que EE.UU. destina anualmente a la región, y debe contar con la aprobación del Congreso estadounidense. 

Mientras tanto, los menores de edad que intentaron ingresar en EE.UU. sin documentos aún esperan que una corte migratoria resuelva sus solicitudes de asilo. Según cifras oficiales, para finales de noviembre de 2014, cerca de 56,828 menores de edad que permanecieron en los albergues fueron entregados a sus familiares, y aguardaban su primera audiencia con un juez de migración o la decisión final del juez. La mayoría todavía espera una resolución para sus casos, según Jennifer Podkul, abogada especializada en casos migratorios de menores de edad y oficial de la ONG estadounidense Women’s Refugee Commission.

Los antecedentes en el otorgamiento de asilo de 2005 a 2014 no son desalentadores. En los casos juveniles en cortes de inmigración, un 47% de los solicitantes que tenían abogado lo logró, y sólo el 10% de los que carecía de asistencia jurídica.

Los menores que no tienen familia en EE.UU. sólo son elegibles al status de refugiado si hay evidencias de que fueron víctimas de abuso doméstico o trata de personas. Los menos afortunados son deportados, como la mayoría de adultos.

B., que ronda los 30 años de edad, apenas pasó 48 horas en EE.UU. El 26 de noviembre de 2014, fue sorprendido “in fraganti” cuando saltaba el muro de la frontera en McAllen, Texas. Ni enterado estaba que seis días antes Obama había anunciado una acción ejecutiva que podría ayudar a miles de migrantes indocumentados que entraron a EE.UU. antes de 2010 a legalizar su situación. B. supo de la acción ejecutiva el día que lo deportaron, cuando una periodista le preguntó al respecto. B. sólo se encogió de hombros.

B. fue uno de los 2,516 guatemaltecos deportados por vía aérea en noviembre pasado, de un total de 51,157 en todo 2014, según la Dirección General de Migración. Entre ellos, 109 menores de edad, según la SBS. Junto a los deportados por vía terrestre desde México, sumaron en total 96,271.

Fuentes afirma que al menos un tercio de los deportados intenta volver a EE.UU. Unos, porque tenían hasta 25 años de vivir en EE.UU., donde dejaron a su esposa e hijos, y no tienen a nadie en Guatemala. Otros, para no perder el dinero que pagaron al coyote, que puede cubrir hasta tres intentos de cruzar la frontera. B., sin embargo, dijo que no piensa hacer otro intento. Quedó desencantado.

El 28 de noviembre pasado, en las inmediaciones de la Fuerza Aérea, en la zona 13 (donde aterrizan los vuelos de los deportados), B. intentaba averiguar qué autobús abordar para llegar a la terminal de la zona 4 capitalina y buscar otro para volver a Zacapa. Le acompañaba otro deportado: un joven de unos 20 años, de Esquipulas, Chiquimula, donde trabajaba colocando mercadería en un supermercado hasta antes de viajar. Habría parecido el deportado más joven ese día a no ser por otro muchacho de apenas metro y medio de estatura, con un tímido bozo asomando por las comisuras de los labios. Aseguraba tener 18 años. Pero no parecía convencido. Llamaba desde un teléfono público para asegurar su encuentro con un familiar en el trayecto hacia Quiché. Sólo colgó, y junto a otro deportado (ya mayor) dio un giro ríspido y en segundos se perdieron entre los peatones de la Avenida Hincapié. No sonreían, como no sonreía ningún otro de los deportados aquel día.

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